Mark Jenkin no es ningún novato. Este británico de cincuenta años lleva veinte indagando cinematográficamente en sus inquietudes. Cortometrajes, largometrajes, documentales, o todo a la vez, ahora el cineasta ha saltado al primer plano cinematográfico con su último largometraje, 'Bait', ganador del BAFTA, es el debut más rompedor del año al ser la primera producción de Kate Byers y Linn Waite, viejos colaboradores de sus trabajos anteriores en otros formatos.
La soledad del pescador de fondo
Rodada en Bolex, con película monocromática de 16mm y sin sonido directo, la última película de Mark Jenkin es el ejemplo de cine puro más espectacular que verás este año. Tragicomedia de una mañana de verano, 'Bait' se mueve entre la experimentación más radical y el mismísimo montaje de atracciones. Todo ello mezclado a mano en viejo celuloide de mediados de los setenta.
Pariente no muy lejana de la última obra maestra de Robert Eggers, con la que comparte mucho más de lo que parece a simple vista, la película del director inglés supone un viaje interdimensional y emocional para todo aquel criado o pasado buena parte de su vida en zonas de alto nivel turístico de temporada alta.
Jenkin, guionista, editor, director de fotografía, compositor y director, tira a matar y no deja rehenes en su desoladora visión de la descomposición (o debería decir gentrificación) global desde la más absoluta interiorización personal. Afortunadamente, entre arrebato y golpe de realidad, entre pinta y bajona, entre calderilla y discusiones, hay un poco de humor tan negro como una Guinness.
El príncipe Hamlet de las mareas
No se queda ahí el viaje que propone. Su poderoso look la convierte en anacronismo y trampantojo, en una sensación que perdimos hace mucho y recuperarnos con cuentagotas: la de estar viendo algo perteneciente a otra era perdida y olvidada en el tiempo. Lo chocante llega al comprobar que está contando el presente.
Su presunto suicidio técnico da como fruto una película áspera, pero es que además, cinematográfica y narrativamente hablando, 'Bait' es un trabajo redondo y estimulante. Las cámaras Bolex apenas filman un par de minutos lardos de metraje de una vez, por lo que hay pocas tomas largas que llamen la atención.
En cambio, Jenkin ofrece hermosos planos cortos y un ritmo increíble. Ciento treinta rollos de película Kodak de 1976 empleó Jenkin en su aventura monocroma. Mención especial, por supuesto, para un reparto coral donde Giles King, Edward Rowe, Simon Shepherd y Mary Woodvine brillan con luz propia.
De todos modos, lo que termina de redondear esta espectacular tragedia posmoderna son las apariciones, casi sobrenaturales, puro cine fantástico de otro siglo, del padre del protagonista. Su intrahistoria, siempre presente y en realidad detonante de la trama, elevan 'Bait' hasta la categoría de verdadero clásico forjado en acero. Casi un Hamlet de las mareas.
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