Si nos centramos en lo estrictamente cinematográfico, entre las actividades de riesgo más peligrosas que pueden practicarse en pleno 2024 podríamos incluir aproximarse a sagas consolidadas para moldear nuevas secuelas. Casos como los de 'Predator', cuya 'La presa' le ha costado más de un disgusto en término de ataques por parte del fandom a Dan Trachtenberg lo demuestran, y probablemente estén dando sudores fríos a Mark Molloy y Fede Álvarez, que están a punto de estrenar 'Superdetective en Hollywood 4' y 'Alien 7' respectivamente.
No obstante, la inesperada 'Bad Boys For Life' dejó claro en 2020 que es posible dar a luz grandes productos basados en licencias de prestigio jugando con un factor determinante en su contra. Y es que la tercera aventura de los detectives Lowery y Burnett prescindió de Michael Bay, padre de los personajes, para hacer ocupar el asiento de dirección a dos realizadores prácticamente desconocidos que lograron que muchos nos tuviésemos que tragar la desconfianza.
Tras entrar con fuerza, pero con cierta mesura, Bilall Fallah y Adil El Arbi se han desatado en una 'Bad Boys: Ride or Die' más grande, más desquiciada y más adrenalínica que su predecesora, adueñándose plenamente de ella sin hacer prisioneros y ofreciendo un show 100% 'Dos policías rebeldes' que les consagra como nuevos referentes dentro del género —y nos invita a soñar con lo que hubiese sido su defenestrada 'Batgirl'—.
Watchagonnado?
Como siempre, la verdad debe ir por delante: todo aquél que no comulgase con la anterior 'Bad Boys' y quien espere un mínimo atisbo de originalidad en lo que respecta a lo argumental, quedará decepcionado con 'Ride or Die'. La película, además de compartir código genético con 'For Life', se construye sobre una trama extremadamente arquetípica desde su propia premisa, que juega con la sobada carta de convertir a los héroes en fugitivos que intentan limpiar su nombre —y los de sus seres queridos—.
Esta base abre paso a un abanico de giros y mecanismos dramáticos vistos una y mil veces que incluyen alianzas forzosas con personajes antagónicos, topos ocultos a simple vista —cuya revelación es de todo menos sorprendente— y villanos algo planos y desdibujados que poco tienen que ver con la genial excentricidad en spanglish que nos regaló Jordi Mollá en 'Dos policías rebeldes II'.
Pero ojo, porque esto no quiere decir que estemos ante el que, al menos sobre el papel y la pantalla —ya veremos cómo reacciona el público y el box office—, es un blockbuster estival modélico con madera para convertirse en uno de los grandes estrenos de la incipiente temporada veraniega 2024. 'Bad Boys: Ride or Die' es un "más y mejor" respecto a 'Bad Boys For Life', y algo así sólo se consigue, para empezar, igualando algunas de las virtudes del título previo, como la tremenda química entre Will Smith y Martin Lawrence.
En cada una de sus interacciones se nota a la legua que la pareja de intérpretes está en su salsa, explotando más que nunca su vis cómica y provocando más de una carcajada a los parroquianos con sus ocurrencias. Desgraciadamente, esto tiene un coste, particularmente durante el primer acto de la cinta, cuyo ritmo se ve ralentizado por algunas escenas centradas en el intercambio de diálogos cómicos concebidas, aparentemente, única y exclusivamente para el lucimiento de los actores.
Violenta apoteosis
Por supuesto, todo aquél que decida aventurarse en la cuarta 'Bad Boys' no lo hará por una dramaturgia impecable y por una originalidad desbordante, sino por un cóctel de humor y acción que, una vez más, vuelve a ser de cinco tenedores para todos los amantes del espíritu de las producciones noventeras de la factoría Bruckheimer. Fallah y El Arbi se han liberado de cualquier atadura que pudieron tener como primerizos y han sacado la artillería pesada para poner patas arriba el patio de butaca con unas set pieces tan enérgicas como contundentes.
Si algo sorprendió a un fiel devoto de Michael Bay como un servidor en 'Bad Boys For Life' fue no echar de menos su "Bayhem" en ningún momento de su metraje; algo que se ha vuelto a repetir en esta continuación que el dúo de realizadores ha hecho suya en su totalidad. Trucos de cámara, perspectivas imposibles, drones FPV, snorricams, un CGI sorprendentemente depurado y un montaje frenético pero legible en todo momento se unen para crear unas escenas de acción arrolladoras que encuentran su cénit en un tercer acto para enmarcar.
Entre planos estrella marca de la casa Bay replicados para la ocasión —siempre es necesario ese travelling circular contrapicado con los personajes incorporándose— y los artificios de Bilall y El Ardi, 'Bad Boys: Ride or Die' construye una apoteosis visual que, condimentada con chistes de broche gorda y un sorprendente mimo a la hora de tratar a sus personajes, se traduce en un actioner old school adaptado al mismo tiempo a la nueva hornada de espectadores. Una locura intergeneracional que, de no convertirse en el revulsivo que resucite la taquilla, puede que me haga perder la fe en los grandes estudios y en la supervivencia de una gran pantalla que no pasa por su mejor momento.
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