En breve: 'Aquaman' es la primera película genuinamente divertida y autoconsciente del Universo DC, después de películas imitando el tono serio, fúnebre y ya decididamente superado gracias a las películas Marvel de los Batman de Nolan. Por primera vez, 'Aquaman' se atreve a pasar página y lo hace de la mejor manera posible: con un ritmo frenético y demencial, y que replantea cómo se tiene que tomar DC sus personajes a partir de ahora.
En detalle: Buf. Por dónde empezar.
'Aquaman' está amasando una fortuna en la taquilla asiática, donde sin duda están más acostumbrados a la extravagancia en estado puro, sin necesidad de coartadas argumentales que justifiquen que un monstruo de veinte pisos de altura mola de por sí y no necesitamos que nos lo expliquen. Se ha semiestrellado (pese a barrer con 'Bumblebee' y la nueva 'Mary Poppins', y pese a que va a hacer un buen negocio tras la campaña navideña) en la taquilla estadounidense, donde más bien sucede todo lo contrario, donde las críticas han tenido ese tono autoexculpatorio tan irritante de "es un entretenimiento camp, pero no buen cine de superhéroes"
Sin embargo, 'Aquaman' es una excelente película de superhéroes por derecho propio, una que sale airosa de dos trances muy complicados, uno más inaudito que otro. El primero, plantear una película de origen que también es una estupenda aventura de autodescubrimiento del personaje, de asunción de su papel heroico y su talante mítico. Gracias a las características menos cotidianas de los héroes DC frente a los de Marvel, más imbuídos de un carácter semidivino, se puede recurrir a tropos y convenciones de la narración épica, y que la cosa avance con rapidez. Resultado: en apenas quince minutos, y recurriendo solo a puntualísimos flashbacks durante el metraje, tenemos clara la sintética historia del niño híbrido de humano y atlante, y sus conflictos.
El segundo desafío, algo más peliagudo, es el de dotar de cierta dignidad a Aquaman, un personaje cuyos poderes van en la línea de las típicas invulnerabilidad y superfuerza, pero que como elementos distintivos tiene nadar, controlar el agua y comunicarse con los seres marítimos. No es gran cosa, pero James Wan sale más que airoso de su tarea dignificante gracias a la interpretación de Jason Momoa, rebosante de simpática retranca y dejando en todo momento muy claro que él tampoco se cree demasiado su condición heroica. Y gracias a una espectacularidad y contundencia física que, desde la primera aparición del héroe (de hecho, desde la de su madre) deja claro que sus habilidades no son nada desdeñables.
'Aquaman': Y por primera vez en el Universo DC...
Irónicamente en una película tan aparentemente intrascendente y alocada como esta, 'Aquaman' acaba dejando en el espectador, sobre todo, la sensación de que ha presenciado algunas cosas inauditas en iteraciones previas del Universo DC. Una de ellas es una pasmosa economía narrativa, vinculada a veces con su endiablado ritmo, pero no únicamente. Por ejemplo, la película empieza con una tormenta junto a un faro. En quince segundos ya hay una mujer-pez medio muerta en un acantilado. Un minuto después tenemos la historia de origen de Aquaman (¡sin la sensación de que se nos ha contado de forma apresurada o por cubrir expediente!).
Y así todo: de un atardecer a bordo de un bote en altamar que parece pintado con acuarelas, con alguien tocando una melodía pastoril con una flauta, saltamos casi de seguido a una puñetera mezcla de 'La Sombra sobre Innsmouth' de Lovecraft y 'Fast & Furious'. Y todo con una coherencia estética y narrativa a tono con esa concisión: 'Aquaman' puede ser chillona y estridente, pero si la mano de James Wan se ha dejado notar en algo es en darle a todo un aire común, que hace que la película no parezca un montón de secuencias deslavazadas y arrojadas a un saco, como pasaba a veces en 'Wonder Woman' (ya ni hablemos de 'Justice League' o 'Batman v Superman').
Y eso incluye extremos como viajes alrededor del mundo que lleva a los protagonistas nada menos que a Sicilia, en una secuencia que parece sacada de un nivel de 'Uncharted', con su persecuciones, sus tiroteos y sus puzles. O más bien de un film de Indiana Jones, ya que Wan se revela aquí como aplicado alumno de Steven Spielberg después de demostrar con 'Insidious' y 'Expediente Warren' que se había aprendido bien unas cuantas lecciones narrativas y de puesta en escena del director de 'Tiburón'
Otra medalla que se puede colgar 'Aquaman' como pionera en las películas del DCEU es la de entender a los superhéroes como un producto que puede ser conscientemente camp, algo que no sucedía desde, por lo menos, la siempre reivindicable 'Batman y Robin' y su subtexto homoerótico, sus diálogos a base de frases lapidarias y juegos de palabras y su absoluta y festiva artificiosidad. El fracaso de la última película de Schumacher con Batman y el arrollador éxito de las aportaciones de Nolan sumió a DC en una ola de oscuridad y gravedad que, de nuevo, está muy bien cuando se hace bien (spoiler: casi nunca), pero no es la única posibilidad.
'Aquaman' es muy consciente de que está contando las aventuras de un tío que cabalga caballitos de mar, donde tiene cabida un pulpo que toca la batería y cuya némesis es un pirata manco con un casco sobredimensionado que se hace llamar Black Manta. James Wan aprieta el acelerador en esa dirección y se sumerge en una estética verbenera donde tienen cabida trajes de noche submarinos inspirados en medusas, un final con kaijus de las profundidades e intrigas palaciegas a lo Sissi. No es, como se ha dicho, que 'Aquaman' no se tome en serio a sí misma: la mencionada escena de la barca y la flauta demuestra que se toma muy en serio su rotunda horterez.
Por supuesto que 'Aquaman' tiene humor, y mucha ligereza a la hora de contar los inevitables traumas y mommy issues de héroes y villanos (aquí de forma infinitamente más liviana que en las películas de Batman, Superman, o ambos a la vez), pero nunca se convierten en un lastre para lo que realmente importa: soberbias secuencias de combate (donde se advierte la influencia, curiosamente y por encima de Snyder y sus constantes ralentís, de las películas de 'Ant-Man' y sus meticulosas coreografías mainstream) y apabullantes set-pieces de acción.
De hecho, es con su espectacular clímax con lo que 'Aquaman' demuestra que puede tener un chiste cada tres líneas de diálogo, pero ha hecho sus deberes como película de superhéroes, rematando además los detalles que la ponen por encima de otras películas DC. Ni siquiera 'Wonder Woman', impecable a tantos niveles, pudo en su conclusión resistirse a que confluyeran relaciones tópicas entre personajes y a zampar un mamotreto CGI horrendo como némesis final. 'Aquaman' elabora un conflicto claro, sin aspavientos... y lo canaliza en un combate final claro, colorista, con bicho gigantísimo pero bien manejado, y exhibiendo un movimiento perpetuo y excesivo, pero visualmente muy bien trazado.
'Aquaman' no necesita la condescendencia de nadie para dar forma a un espectáculo superheroico de primera. Por supuesto que tiene sus problemas (quizás demasiadas razas submarinas en conflicto, procedentes de la saga impresa en la que se inspira la película), como lo tiene cualquier mastodonte trazado con tiralíneas desde un despacho, pero está claro que la visión unificadora de James Wan le ha sentado bien al experimento. Y, sobre todo, si 'Shazam!' funciona como debe, abre una vía de ligereza y humor para DC que sería el perfecto contrapeso para las películas inevitablemente más oscuras y serias que sin duda seguirá produciendo.
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