'Amor y otras drogas', ni ritmo ni humor para una torpe adaptación

'Amor y otras drogas', ni ritmo ni humor para una torpe adaptación
Facebook Twitter Flipboard E-mail

Ayer comentaba en la crítica de ‘¿Cómo sabes si…?’ que existen comedias románticas que no merecen el primer apelativo. Lo suscitaba porque tenía en mente la última que había visto, una película que carece casi por completo de comicidad, a pesar de que podría haberla tenido: ‘Amor y otras drogas’ (‘Love and Other Drugs’), el film de Edward Zwick, que se estrenó con gran éxito hace un par de semanas.

Durante unos segundos, la cinta se acerca a lo que podría haber sido al estar basada en el libro autobiográfico de Jamie Reidy ‘Hard Sell: The Evolution of a Viagra Salesman’ («una venta difícil: la evolución de un vendedor de Viagra»), es decir, a una comedia gamberra sobre erecciones incontrolables y situaciones incómodas. Sin embargo, todo lo que apunta en esa dirección es cercenado rápida y torpemente.

Si se hubiese mantenido esta línea, quizá no tendríamos ante nosotros un buen film, pues los chistes que surgen a este respecto son facilones y, para las mentes más sensibles, de mal gusto. Pero, al menos, sería una película graciosa, con algo que aportar y centrada.

Amor y otras drogas

Un drama romántico disfrazado de comedia

Sospecho —aunque no tengo constancia de ello— que la trama que se ha extraído del libro, que probablemente sí tendrá un aire cómico, se ha querido complementar con un nuevo conflicto, quizá con la idea de hacer más profunda la película o con la de que no se quedase en nada. Así, se ha introducido la cuestión de la enfermedad de la joven y de lo que puede suponer para el protagonista enamorarse de ella. Aparte de que esto termina de echar por tierra cualquier posibilidad de comedia, esta trama se hace muy ajena a la otra, pues no están conectadas de ninguna forma. Es como ver dos películas intercaladas, en lugar de una sola.

No tengo nada en contra de los dramas. Si ‘Amor y otras drogas’ hubiese resultado una tragedia redonda donde se comprendiesen las consecuencias de una enfermedad y lo que supone vivir junto a alguien que la padece, me parecería perfecto. Lo que ocurre aquí es que tampoco nos encontramos ante un drama, ni siquiera ante una tragicomedia, sino ante una mezcla imposible, que no va hacia un lado ni hacia el otro.

Por si fuera poco, el Parkinson tendría que suponer el obstáculo para su amor, pero en ninguna cabeza puede caber que, si una persona quiere de verdad a otra, se vaya a alejar por un tema como ese. Que la película magnifique la bondad del protagonista con esta cuestión redondea la pobreza emocional del producto.

Amor y otras drogas

Falta de ritmo

Da la impresión de que se está presenciando un premontaje, es decir, una primera versión sin pulir ni afinar. Al conjunto le sobran escenas enteras —como las dos del inicio, tanto la de la tienda de televisores como la de la familia— y las que no sobran son más largas de lo necesario y carecen por completo de ritmo. Lo que es más grave: sobran personajes enteros, como el del hermano del protagonista, típico secundario feo y freak —en la foto anterior—, con el que en teoría conseguir humor, pero que en este caso no aporta nada. El montador es Steven Rosenblum, quien tiene una carrera importante a sus espaldas, por lo que más que falta de habilidad, habría que encontrar aquí una decisión errónea en cuanto al tono elegido para el film.

Los temas musicales de la época —la película está situada en los últimos noventa, cuando se comercializó la pastillita azul— amenizan algunas de las secciones, siendo lo único que aporta el brío y la fuerza que no se han sabido dar a las demás secuencias.

Las pocas opciones que tiene la película de acercarse al humor, se abortan inmediatamente, como decía. Uno de esos momentos lo crea la necesidad visitar el hospital del personaje de Gyllenhaal, que da pie a una escena con cierto humor, a la que no llega a sacársele partido porque acaba de repente. El otro se produce cuando se fuerzan en un diálogo los juegos de palabras como el que Reidy incluyó en el título: «hard» en inglés, significa «difícil», pero también «dura». Esta escena está dirigida y montada de manera que la posible gracia se pierde por completo, supongo deliberadamente y por pudor, aunque también podría deberse a la incapacidad.

Amor y otras drogas

Interpretaciones y conclusión

No es que a ‘Amor y otras drogas’ le falten los buenos intérpretes, con los que sí contaba ‘¿Cómo sabes si…?’. Al contrario: su atractivo comercial reside en sus protagonistas. Jake Gyllenhaal lo hace muy bien, es un espléndido actor, pero no sé si maneja la comedia tan bien como debería. Anne Hathaway está perfecta, puede que sea lo único bueno o lo mejor del film —o quizá, para una buena parte del público, ni siquiera ella, sino sus desnudos—.

Los secundarios son también de renombre y suelen tener gracia en otras películas o series: Oliver Platt, Hank Azaria, Josh Gad, Judy Greer y Gabriel Macht. Pero ni con este elenco la cinta se despierta del sopor en el que está sumida.

No me esperaba una buena película. Sin embargo, me esperaba otro tipo de mal film, uno de ésos que te enganchan a pesar de todo, que te permiten pasar un rato entretenido y que hasta te provoca alguna risilla, aunque sean pocas. El aburrimiento soberano y la falta de interés que sentí con ‘Amor y otras drogas’ no me los había visto venir.

Mi puntuación:

1

Comentarios cerrados
Inicio