Recientemente, se ha publicado en España el cómic ‘El archivo corso’ del reputado – en Francia – François Pétillon. El autor galo, que apenas vendía nada más allá de los Pirineos, ha alcanzado cierta notoriedad a raíz de su obra ‘El caso del velo’: una pertinente reflexión y sátira sobre la comunidad islámica en Francia que, en los tiempos en que vivimos, también puede ser plenamente comprendida en muchos otros países europeos.
‘El archivo corso’ ('L'Enquête Corse', 2003) es una sátira del independentismo terrorista en la isla de Córcega. Su humor, no exento de mala baba, dio pie a una taquillera película de acción (que tuvo más de 2 millones y medio de espectadores) dirigida por Alain Berberian y protagonizada por Jean Reno y Christian Clavier. El filme, sin embargo, pasó desapercibido entre los estrenos veraniegos españoles de 2005. Si bien la película, como a continuación veremos, no es precisamente una obra maestra, sí que tiene ciertos valores que, con motivo de la publicación del cómic homónimo, merecen ser recuperados.
‘El archivo corso’ nos narra una historia del detective Jack Palmer, al cual se le encomienda la misión de localizar, en la isla de Córcega, a un tal Ange Léoni. Su cometido: notificarle una herencia. La búsqueda, que parece un puro trámite, se complicará cuando Jack Palmer se enfrente a la ‘ley del silencio’ que impera en Córcega. O, lo que es peor, el hecho de que Ange Léoni es un reputado terrorista. Jack Palmer vagará por un país imposible de entender, donde todos los paisanos juzgan normal que siete bombas exploten en el mismo pueblo en el transcurso de cinco minutos. “Esa es una de siete kilos en la comisaría” comentan tranquilamente los viejos del lugar. Jack Palmer se verá perseguido tanto por veinte grupúsculos terroristas a la gresca entre sí como por diferentes cuerpos de policía que no tienen claro su jurisdicción. Lo que sí está claro es su incompetencia. Y, finalmente, cualquier esfuerzo judicial se convierte en una farsa donde nadie “sabe nada” y todos quedan absueltos ante una población entre acostumbrada y resignada.
Ni que decir tiene que, si se cambia la palabra “Córcega” por “Euskadi” nos hallaríamos ante una obra preocupantemente fácil de leer en España. El caso es que, con la lejana excepción de los cómicos de “Vaya Semanita”, nadie ha sido capaz en nuestro país de crear una obra de un humor tan negro y vitriólico.
Ese humor, con matices, se mantiene en su exitosa adaptación al cine. Evidentemente, las 48 surrealistas páginas del cómic de Pétillon no dan para hora y media de película, motivo por el cual la intriga se hace – acertadamente – más barroca, consiguiendo introducir, a lo largo del metraje, la mayoría de los mejores chistes del cómic. Como, por ejemplo, el momento en el que unos franceses residentes en una mansión corsa confunden a Jack Palmer con el recaudador del “impuesto revolucionario”: un cúmulo de peloteo a la gran cultura de la isla con insoportables cantos tradicionales corsos de fondo que no tiene precio. No creo que se trate de humor “localista” sin interés, sino de la capacidad del cine para hacernos conocer otras realidades.
Desafortunadamente, los aciertos del filme se desdibujan en su segunda mitad, cuando los guionistas se sacan de la manga al personaje de la hermana de Ange Léoni. La película se convierte, a partir de ese momento en la clásica fórmula “extranjero llega a un ámbito que no comprende pero que termina por seducirle”. Así (SPOILER) Jack Palmer termina felizmente asentado en Córcega, casado con una despampanante Caterina Murino (la nueva chica Bond) mientras que en el cómic original volvía a París traumatizado por un lugar imposible de comprender (“para muchos corsos también” le comenta uno).
Así pues, pese a su edulcorado final y ciertos bajones de ritmo e interés en su segunda mitad, conviene recuperar este título vía videoclub o internet y prepararse para una inminente adaptación de la fantástica ‘El caso del velo’. Os garantizo que, si la saben hacer bien, nos hallaremos ante una gran sátira que logre superar diferencias entre culturas. Eso, o incendios de cines por parte de los integristas. Pero, en ningún caso, una película ante la que quedarse indiferente. Luego podréis decir “el cómic era mejor”… o no.