Sucede que en este campo de batalla de contenido entre plataformas muchos proyectos acaban en una centrifugadora de publicidad escasa, conversación efímera y mínima pregnancia en el imaginario colectivo, con lo que propuestas exclusivas y elegantes, a menudo muy caras, quedan encalladas en el desconocimiento o el olvido. Tal es el caso de ‘La dama del lago’ (Lady in the Lake) la miniserie que llegó a Apple TV+ hace unas semanas, haciendo tan poco ruido como visualizaciones acumula.
Y no es un caso aislado, es un problema común en la plataforma, lo que probablemente haya llevado a un recorte de gastos destinados a estas megaproducciones que suelen adaptar obras literarias más o menos recientes en miniseries, arrastrando también algunos problemas comunes a causa del formato —Primeros actos densos, falta de adecuación de prosa a imagen…—, pero en general tienen una entidad que se empieza a echar de menos en la antiguamente prestigiosa HBO. Esta en concreto es una convincente traslación de la novela homónima de Laura Lippman.
Con seis capítulos sería suficiente
La miniserie teje una compleja narración con el telón de fondo de Baltimore en 1966, una ciudad plagada de tensiones sociales y raciales en donde seguimos a Maddie Schwartz, interpretada por Natalie Portman, un ama de casa judía que abandona su vida cómoda para convertirse en periodista de investigación. Su incursión en el mundo de la información criminal la enfrenta a la dura realidad de una sociedad dividida por la raza y la clase social cuando su camino se cruza con el de Cleo Johnson, interpretada por Moses Ingram, una mujer negra que trabaja para mejorar su comunidad.
La serie comienza el Día de Acción de Gracias con la desaparición de una niña, lo que desencadena una cadena de acontecimientos que entrelazan las vidas de Maddie y Cleo. El hallazgo del cadáver de la pequeña en un lago impulsa a Maddie a trabajar en The Baltimore Star, donde aprovecha su nueva posición para indagar en los oscuros entresijos de la ciudad. Cleo, por su parte, se enfrenta a su propia comunidad al lidiar con las ambiciones de su marido y la dura realidad de la época para los afroamericanos.
Esto nos lleva a una narración en paralelo que, en principio parece que pertenecen a dos series diferentes, y es aquí en donde ‘La dama del lago’ exige un poco de paciencia (podría resolverse perfectamente en seis y no siete capítulos) que luego tendrá su compensación, ya que ese contraste entre las dos líneas argumentales nos habla de una sociedad segregada, inspirada a su vez en dos asesinatos reales ocurridos en la ciudad en 1969 que no estaban relacionados. Uno fue el hallazgo del cadáver descompuesto de una mujer que pronto fue identificada como Shirley Lee Parker.
Basada en hechos reales
A día de hoy se desconocen las circunstancias de la muerte de esta camarera y contable de raza negra y 35 años que había desaparecido semanas antes. El caso de Parker recibió escasa atención en el periódico oficial de la ciudad de Maryland, el Baltimore Sun, en comparación con el asesinato de Esther Lebowitz, una judía blanca de 11 años que desapareció mientras hacía un recado después del colegio ese mismo mes de septiembre. Esta sí fue noticia de primera plana y generó un flujo constante de titulares y efusivas cartas al director.
Para la autora del libro, ambos tratamientos en la prensa son un reflejo de los prejuicios raciales que influyeron en la cobertura mediática y la percepción pública durante aquella época, y es lo que la llevó a escribir la novela, que trata de captar la respuesta de la comunidad cuando las víctimas proceden de entornos raciales diferentes. La serie si va dejando pistas de cómo tanto Maddie como Cleo son mujeres constreñidas por las normas sociales de los sesenta.
Ambas resisten la misoginia en cada pequeño detalle de su vida marital o laboral. Por ejemplo, el azote en el culo que le da un compañero a Maddie cada día se normaliza en un montaje que recoge el momento en el que va a su asiento cada vez que encuentra algún hilo de dónde tirar en su investigación, ofreciendo un “recurso” irónico en el que esa rutina llega a molestar también al espectador, porque es un obstáculo también al flujo de nueva información en la intriga.
Dos mujeres, dos caras de la sociedad
El viaje personal de las protagonistas se convierte así una instantánea histórica de un periodo tumultuoso de la historia de Estados Unidos, y la elección de Baltimore como escenario añade autenticidad, ya que la propia ciudad se convierte en un personaje forjado a través de las espinosas capas de la discriminación estadounidense, como puede verse también en la aclamada ‘The Wire’. El carácter del lugar se recoge con una fotografía y ambientación totalmente cinematográficas y de alto nivel de producción, desempeñando un papel crucial a la hora de establecer el tono frío de la serie.
‘La dama del lago’, eso sí, no alcanza las cotas noir a las que podría haber llegado. Es un thriller de misterio raro, en el que el espectador sabe muchas cosas de antemano, por lo que los enigmas no rascan el interés durante todos los capítulos. La dirección de Alma Har'el, además, eclipsa la trama con algunos momentos oníricos que añaden un indudable carácter al conjunto, acercándolo a veces al terror, pero precisamente es lo que hace que la serie no sea otra más del montón. El peso de su propia ambición a veces le juega una mala pasada, porque quiere ser demasiadas cosas: un drama de época, un comentario sobre clase y raza, un thriller erótico o una incursión en el afrosurrealismo.
Portman compone una Maddie compleja, a veces algo enervante por cómo se relaciona con la comunidad afroamericana y cómo no puede salir del cliché de salvadora blanca, pero es en su propia posición de mujer trabajadora es donde busca la redención al rebuscar en un caso al que nadie quiere hacer caso, en una sororidad evocada por voces fantasmales y conexiones que recuerdan bastante a ‘La última noche en el Soho’. Con sus baches y elementos discutibles, ‘La dama del lago’ es un pequeño descubrimiento que merece ser rescatado en el aluvión de estrenos semanales de streaming.
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