‘A cualquier precio’ (‘At Any Price’, Ramin Bahrani, 2012) es otra de esas películas pequeñas que nos llegan tarde y mal, casi un milagro que se estrene entre nosotros, y no porque entre sus actores esté el tan admirado, y mediocre donde los haya, Zac Efron, o Dennis Quaid, casi relegado al olvido —un actorazo que en los ochenta y noventa debería haber conocido el estrellato total, cosa que no parece vaya a ocurrir en su madurez—, sino porque es una película totalmente inclasificable, que tiene algo de todo, mucho de tópica, y también un poderoso giro totalmente inesperado, que bien podría enmarcarla dentro del drama hollywoodiense por excelencia, a medio camino entre el clasicismo del género, y las nuevas vertientes que el mismo genera en la actual meca del cine.
Ramin Bahrami es prácticamente desconocido en nuestro país. De sus cuatro films anteriores —actualmente tiene uno en fase de filmación, '99 Homes’— sólo uno había conocido estreno entre nosotros, ‘Un café en cualquier esquina’ (‘Man Push Cart’, 2005), que pasó casi desapercibida por nuestras carteleras, la mayor parte de ellas envenenadas por títulos de fácil digestión entre las mentes pensantes no individuales. El título que hoy nos ocupa parece que va a correr la misma suerte. Las expectativas de muchos no son muy altas y dentro de un tiempo muy pocos nos acordaremos de ella. El problema es que no nos hallamos ante un film memorable, pero sí ante un título inesperado que encierra algunas sorpresas en su visionado.
(From here to the end, Spoilers) ‘A cualquier precio’ —título tan acertado como tendiente a la confusión— narra la vida en una granja típicamente americana, centrada en una familia cuyo patriarca se dedica a la venta de semillas, labor que su padre, y el padre de su padre, han llevado con honor durante mucho tiempo. Ahora, en la madurez de su vida, Henry Whipple —un Dennis Quaid muy entregado y continuamente al borde de la exageración y el histrionismo— deberá lidiar con las nuevas formas de competencia y con el distanciamiento de sus dos hijos varones, uno lejos del hogar paterno practicando deportes, y el otro, Dean —Zac Efron alejado de su habitual imagen— convirtiéndose en un prometedor piloto de carreras. Ambos elementos se cruzarán en un inesperado acontecimiento que cambiará para siempre la vida de la familia.
La película no ofrece demasiadas cosas interesantes en más de su mitad, caminando por lugares más que comunes. Una familia que se enfrenta a problemas económicos debido a una denuncia que podría dejarles sin nada y en la que se navega con cierta distancia sobre la venganza, el perdón y el entendimiento. Un marido infiel que necesita aprobación continuamente, sobre todo cada vez que se cuestiona su éxito. Diferencia paterno filiales en las que Zac Efron asume un rol que bien puede recordar al lejano James Dean en films como ‘Al este del Edén’ (‘East of Eden’, Elia Kazan, 1955), salvando las distancias, como rebelde hijo que reclama el cariño de su padre a su manera. ‘A cualquier precio’ hace honor a su título cuando el homicidio involuntario hace acto de presencia y lo que hay en juego es mucho más importante que una vida perdida.
Es a partir de ahí cuando la película ofrece lo que realmente quería. Lo visto anteriormente no pasa de lo que cualquier telefilm mediocre ofrece una aburrida tarde de invierno, a partir de ahí, sorprenden las decisiones de guión con respecto a los personajes que optan por lo más fácil, y al mismo tiempo terrible, cuando el infortunio, en forma de asesinato, baña sus vidas. Los secretos se harán entonces forma de vida, secretos que unen a familias durante generaciones y que desvelarlos supondría el fin. El melodrama clásico en pura esencia, aunque sea en su tramo final, cuando uno casi había abandonado toda esperanza de ver algo de riesgo en la propuesta. El amor por la tierra y el arraigo como poderoso MacGuffin.
‘A cualquier precio’ empieza pues como muchas otras, sin demasiado interés, hasta que poco a poco toma un rumbo bastante crudo y realista que aunque no llega para elevar la película a los altares sí es suficiente como para que se desmarque un poco de la media. Ritmo pausado y seguro a pesar del desequilibrado tratamiento de algunos personajes que parecen avanzar a pasos gigantes. Por ejemplo al que da vida una despistada Kim Dickens, cuyas reacciones son de lo más inesperado —e incluso ilógicas— acercándose al personaje que creaba Laura Linney en la poderosa ‘Mystic River’ (id, 2003) —hay una escena exactamente igual—, aunque la actriz está muy por debajo de las posibilidades.
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