No han pasado 28 años, pero con más de dos décadas, podemos afirmar que ‘28 días después’ es una de las películas de terror más influyentes del siglo XXI. Puede tener sus más y sus menos como conjunto, pero un proyecto que lanzó al estrellato de golpe a Danny Boyle como director, Alex Garland como guionista —y director de más éxito que Boyle en ‘Civil War'— y Cillian Murphy como actor, mucho antes de su Óscar por ‘Oppenheimer’, tiene un sitio reservado entre las ficciones importantes del cine y no solo postapocalíptico.
Probablemente sin su éxito no conoceríamos ni ‘The Last of Us’ ni ‘The Walking Dead’, por poner dos ejemplos entre la infinidad de producciones que pudieron salir adelante gracias a ella, quizá incluso el resurgir de George A. Romero, cuya obra previa sirvió de inspiración para el desarrollo de su idea. Con el paso del tiempo incluso su inicio, con el protagonista deambulando por el centro abandonado de Londres, que se ha convertido en una escena clásica del género, ya no nos impresiona tanto, tras haber visto así la ciudad (y todo el mundo) en una pandemia que de alguna manera, estas ficciones retrataban como escenario posible.
En 2002 resultaba impresionante ver la gran urbe vacía, pero más aún cuando se encontraba con miles de mensajes buscando desaparecidos, que en aquellos días nos recordaban a los días posteriores al 11-S, pero todas esas imágenes ya estaban ahí, en una sincronía fruto de los tiempos, que albergaba desde la paranoia contemporánea en torno a las enfermedades y las infecciones víricas, al próximo terror de supervivencia con huella de los 70 que explotó en el principio de siglo.
El inicio de una nueva era del cine de terror
Como apuntaba ‘El imperio del miedo’ de Antonio José Navarro, “el cine de horror post 11-S es una historia sobre una herida todavía sin cicatrizar que intenta revelarnos una realidad no accesible de otra manera”, y es en su estética digital, sus enemigos rabiosos y su poso nihilista donde encontramos una paleta inédita en el cine de terror de la época, aún siguiendo la cola de los slasher adolescentes con poquita sangre tras ‘Scream’. Esta y ‘Alta Tensión’ trajeron nuevas texturas inéditas, que transformarían todo el cine que vendría en esa época.
Es verdad que el verdadero golpe en la mesa llegaría dos años más tarde, gracias a ‘Shaun of the Dead’ y ‘Amanecer de los muertos’, que perfeccionaban lo planteado por Boyle y convertían al zombie en el monstruo clave del siglo XXI. Las razones no solo aparecen por un temor a contagios, sino porque en estos nuevos escenarios “La sociedad al completo se convierte en una amenaza y no hay más orden que las balas que uno mismo lleva en su canana”, según Luis Pérez Ohanco, en su ‘La ideología del miedo, el cine de terror Estadounidense 2001-2011’.
El problema es que Danny Boyle siempre ha sostenido que no le gusta el género de muertos vivientes y que a suya no era una película de zombies, sino infectados, creando un dilema que sigue dividiendo a día de hoy, puesto que sus hordas de mordedores corriendo, que convierten otros en lo mismo, son técnicamente personas infectadas de rabia y no cadáveres de no muertos. Pero la tesis se le cae igual que a esos directores que sostienen haber rodado un “drama psicológico” para A24 y en realidad todos hablan de su película porque es de terror.
¿Zombies o infectados?
Boyle es el paciente cero de la tontería elevada que no sabe que sí, que ha hecho una película de zombies, y además, Garland ha dado su opinión categórica confirmando que “Es una película de zombis, independientemente de las discrepancias técnicas que puedan existir o no, se trata de zombis". Sin embargo, sus criaturas estaban muy lejos de los comedores de carne de ‘La noche de los muertos vivientes’, ahora eran rápidos y también fuertes, algo que, según Boyle, tuvo una sorprendente inspiración en una pareja suya que hacía ballet.
Pero Boyle tampoco inventó los zombis que se mueven rápido, podemos encontrarlos en ‘La invasión de los muertos atómicos’ de Umberto Lenzi, e incluso también en otra película de Romero como ‘The Crazies’, donde también se trataba de personas infectadas y tiene una trama de huida de la zona de cuarentena que curiosamente seguiría a grandes rasgos ‘28 semanas después’, sin embargo es difícil encontrar declaraciones de sus creadores que menciones el nombre del director.
Garland cita ‘El día de los trífidos’, la novela de John Wyndham, o la película de Boris Sagal ‘El último hombre... vivo’, los dos obvios referentes de la saga zombie apocalíptica del americano, sin embargo, ’28 días después’ no es más que una compresión de su trilogía en una sola película. El inicio en Londres recuerda a Wyndham si, pero el “hello” de Murphy es idéntico al de la introducción de ‘El día de los muertos’, y hasta la introducción de la música es similar. Los primeros compases son un resumen claro de ‘La noche de los muertos vivientes’. Mención especial, por cierto, a los ojos rojos clavados a los de 'No profanar el sueño de los muertos', clásico español de gran éxito en Reino Unido.
Inspiración inevitable
El superviviente asustado que encuentra a otro experimentado de raza negra, encuentran refugio con una familia de padre e hija (cuya transformación se invierte más adelante) y cuyo grupo luego pasa a momentos de ‘Zombie’ (1978) cuando van a una gasolinera (curiosamente con un niño zombie) o tiene su momento de solaz en un supermercado vacío en un montaje musical donde saquean cosas que no necesitan. El final es el más claro reflejo de ‘El día de los muertos’, con ese grupo de militares amenazante, también curiosamente con un zombie atado a una cadena en el cuello para “estudiarlo”.
Nada que no confirme también ‘Civil War’, que aunque no tenga zombies incluso se parece en tono a '28 días después' y sigue la estructura de ‘El diario de los muertos’ hasta su final idéntico o su coda con fotos fijas con soldados y un muerto, claramente replicando las instantáneas del “linchamiento” del protagonista en ‘La noche de los muertos vivientes’. Garland ahora probará hasta dónde puede llegar en su propio universo en la próxima trilogía de ’28 años después’, que se encontrará con el desafío de sortear dos décadas de elementos sorprendentes convertidos en clichés.
Y es que el género zombie está hoy tan explotado que sus nuevas historias siempre dejan sabor a Déjà vu, tras tantas horas de contenido relacionado es muy difícil encontrar una vía fresca, pero quizá lo importante sea volver a personajes creíbles, como lograron Boyle y Garland en ’28 días después’, cuya estela inevitable sigue por el poder visionario de sus imágenes y su valentía rodada en digital cuando todo era 35mm, por ello mantiene un poder indeleble en su aproximación a la debacle, tan tangible que daba pánico, tan real, que mantenía una tristeza que surgía del humanismo, por todo lo que estaba por venir.
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