En 2017 hemos vuelto a Cannes: estamos en la Croisette durante las casi dos semanas que dura el festival para poder traeros de primera mano las impresiones sobre las principales películas que se estrenan en el festival francés, tanto las que concurran a concurso como las que estén fuera de la sección principal.
A lo largo de los próximos días, este post irá creciendo con nuestras impresiones en video (podéis seguirnos en Youtube también, en nuestro partícular "vlog de cine") y por escrito de uno de los clásicos por excelencia de los festivales de cine.
Cannes 2017 en video: día 1
'Blade of the Inmortal', de Takashi Miike
Takashi Miike celebra la llegada de su centésima película (no confundir “película” con largometraje estrenado en cines) con una ficción en la que en sus primeros minutos se da sepultura a más de cien hombres a base de mandobles.
El artesano japonés no iba a salir de su zona de confort a estas alturas y Blade of the Inmortal, adaptación a la gran pantalla de un manga de samuráis sin apego por el rigor histórico, es un mercadillo de casquería, personajes videojueguiles, salidas de tiesto narrativas y pringue rojo. Como era de esperar.
Aunque la película puede ser plomiza en las partes en las que se toma argumentalmente en serio a sí misma, mentiríamos si dijéramos que no hemos disfrutado con esa concatenación de bosses a cada cual más ridículo.
'Ismael’s Ghosts', de Arnaud Desplechin
El conflicto llega en forma de fantasma del pasado para una pareja madura en pleno proceso de sedimentación vital. La esposa largamente añorada y casi olvidada de un director de cine vuelve veinte años después para reabrir unas heridas que ahora se vuelven múltiples y desconcertantes, tanto como los infinitos recursos formales con los que Arnaud Desplechin pretende saturar una narración que, como nos quiere decir, en el fondo es tan absurda e irracional como la vida misma.
Mathieu Amalric, Charlotte Gainsbourg y Marion Cotillard están a la altura de una obra que ambiciona en múltiples categorías teóricas, pero en la que ninguna de ellas brilla lo suficiente como para fijar un sentido que la ayude a alzarse como propuesta memorable.
Cannes en vídeo: día 2
'Loveless', de Andrey Zvyagintsev
Andrei Zvyagintsev confía en su propia marca y repite el esquema de las obras que le ganaron el reconocimiento de los expertos.
El problema es que, mientras en Leviatán, su película más reciente, tenía su dedo acusador apuntando a los de arriba, ahora plantea la dirección contraria. El armazón moral ruso se ha desmoronado y lo sustituye ahora una indolencia e individualismo generalizado, condiciones que afectan al matrimonio protagonista: un hombre pasmado y una mujer ególatra que son capaces de hacerle creer a su hijo que es un estorbo.
Por la diferencia de amplitud en la recepción del mensaje (ya no son unos pocos, sino el 99%) es también natural que nos parezca que se trata menos de una ácida crítica de la realidad de un país a un mero sermón de cura timorato.
'Wonderstruck', de Todd Haynes
Wonderstruck explora el estallido prepúber de atracción por los temas universalmente fascinantes, representados aquí en los gabinetes de curiosidades y en el propio escenario de recreo cultural que ha sido siempre Nueva York.
Todd Haynes nos cuenta la historia de una niña sordomuda de los años 20 (a la que veremos con banda sonora clásica y en blanco y negro) y un jovenzuelo de los 70 (en color y con retumbos funkys) cuyas vidas parecen sincronizadas en distintos arcos de tiempo.
Pero todo este interesante punto de partida, que se dignifica con un discurso fílmico sobre la sordera y la importancia del acompañamiento sonoro en el cine silente, se queda como una obra deforme que no logra equilibrar sus otras dos caras: la de un director que ha luchado tanto por ampliar el catálogo de películas inmunes al cinismo y la de una convencionalidad narrativa con voluntad de retorno económico en taquilla.
Cannes 2017 en video: día 3
‘Okja’, de Bong Joon-ho
Cuerpo de cine de aventuras juvenil a lo E.T., toques de acción y ciencia ficción y un buen lingotazo de parodia recubriéndolo todo. La hibridación de géneros de Bong Joon-Ho sale redonda en esta denuncia animalista contra las maldades del capitalismo de Monsanto.
Un dúo peculiar, niña humana coreana y criatura alterada genéticamente (y recreada digitalmente) deberán luchar contra los intereses de la empresa propietaria del animal. Por suerte para ellos encontrarán como raro aliado a un comando ecoterrorista con deferencia hacia sus enemigos, a los que asfixian con mimo y lanzan canicas y pétalos de rosas en sus huidas. Un simple detalle de las infinitas sorpresas (especialmente las relacionadas con las locas encarnaciones de sus actores) que nos inyecta sin parar el dispositivo fílmico más brillante hasta el momento del director de The Host o Quitanieves.
Un entretenimiento tan abierto a todo tipo de públicos como preocupado de no trasmitir un veredicto quimérico sobre el tema tratado.
‘Visages Villages’, de Agnés Varda
Agnes Varda se busca un compañero de viajes, el fotógrafo y realizador de stickers graffiteros JR, y juntos crean un clima de retroalimentación creativa mutua, cada uno en su campo de trabajo.
La base para el experimento será el intento de iluminar la vida de los ciudadanos de los distintos pueblos que descubran en una azarosa road movie. Los que conozcan las películas documentales de la directora sabrán que su mirada, que es lo mismo que sus actos reflejados en las películas, está profundamente impregnada por un afán lúdico y también de dignificación de las personas corrientes. Toda vida cuenta, en ambos sentidos del término.
Varda, inteligentísima, da pistas sobre una posible teoría sobre cómo el paso del tiempo cambia nuestra visión de las cosas, pero parece querer decirnos que las reflexiones sesudas de este calibre pueden quedarse en mera polución estéril. Mucho mejor: gracias a las cariñosas peleas de la pareja y a las distintas salidas ingeniosas de sus tributos personalizados se prende la llama del calor humano en nuestros corazones.
‘Un beau soleil intérieur’, de Claire Denis
Si creías que la peor representación de las batallas en el terreno de la seducción la habían encarnado las protagonistas de Girls, espera a ver lo que te tiene preparado Claire Denis. La propia directora ha explicado en el coloquio postvisionado sobre Un beau soleil intérieur que no creía que hubiese realizado una comedia, pero que aceptó tras las primeras reacciones esa dimensión de un filme que provoca numerosas carcajadas y movimientos incómodos en la butaca en unos espectadores que ven (vemos) muy cercanas algunas de las situaciones que protagoniza Juliette Binoche. Una divorciada en sus largos cuarenta teme no volver a encontrar el amor, y los pretendientes, una batería de detestables intelectuales excéntricos, no se lo ponen nada fácil.
Pese a que Denis fallase a la hora de alcanzar el tono de lo que quería contar, esta es una estimulante y delicada dramedia gravitada en torno a sus diálogos. Un éxito más en una carrera llena de triunfos de una cineasta que aquí se aventura por un territorio hasta ahora desconocido en su cine.
Cannes 2017 en video: día 4
‘The Square’, de Ruben Östlund
La instalación de arte contemporáneo llamada The Square/The-Square-la-película va exponiendo en sus secciones diversas piezas/secuencias que giran en torno al problema de la confianza y la elusión de la culpa entre los adultos que se creen a sí mismos intocables.
The Square/The-Square-la-película tiene tantos filones significantes como los que tú quieras recoger para elaborar tu propia interpretación del ensayo fílmico del sueco Ruben Ostlund, que mete tantos gags de torpeza social a la nórdica como trágicos golpes de efecto. Pero esta amplitud del scope no disimula una necesidad última de provocar en nosotros un desconcierto, una llamada de atención no tanto sobre el tema de la instalación como sobre la altura de miras del que sujeta el foco desde lo alto.
Cannes 2017 en video: día 5
'Le Redoutable', de Michel Hazanavicius
Hazanavicius ha conseguido, a su manera, darle lo que quería a todos los distintos públicos que pueden estar atentos a lo que hace.
Por una parte, los que se sientan horrorizados por la idea de que el director de The Artist se haya atrevido a hacer un biopic de Jean-Luc Godard podrán dejar fluir su ira ante la malversación de las reconocibles técnicas de cámara del de la nouvelle vague, pudiendo también ofenderse, si gustan, por la reducción al mínimo que se hace del pensamiento vital y fílmico del que hacía gala el revolucionario cineasta francés.
Por la otra, los que amaran el homenaje pop del cine silente en la oscarizada película de Hazanavicius se lo podrán pasar de lo lindo disfrutando de una comedia ligera (ligerísima) donde podrán señalar en pantalla los momentos que homenajea de las películas más famosas de Godard para acabar con un mensaje indulgente: “no pasa nada si nunca entendiste su cine. La culpa era de él, que nunca quiso salir de su propio ombligo. Por suerte me tienes a mí”.
'Las hijas de Abril', de Michel Franco
Michel Franco parece querer decir que lo único que le importa en su cine es la sucesión de golpes de efecto. De mostrarle a los espectadores un dispositivo que va poco a poco revelando la información necesaria para entender lo que vemos en pantalla. Algo así como si cogiéramos una telenovela y la convirtiéramos en procedimental, metiendo a unos buenos actores y una planificación de las escenas decente.
Sin embargo ese descuido en la puesta en escena, esas imágenes que, pese a su ejecución correcta, no logran trasmitir el estatus de autor que los festivales le han conferido al realizador mexicano, hace que Las hijas de Abril no esté a la altura de las circunstancias. Eso sí, si te apetece ver una rocambolesca historia de madres locas y una actuación sublime de Emma Suárez como mujer en crisis de mediana edad capaz de llevar el empoderamiento cougar a sus últimas consecuencias, pasarás un buen rato.
'How to talk about girls at parties', de John Cameron Mitchell
No es Submarine, no es 24 Hour Party People ni tampoco algo de Danny Boyle. Simplemente How to talk about girls at parties está ahí, en medio de todos estos referentes, como una especie de peli indie británica montonera donde los adolescentes son tan mitómanos hacia un género musical como inexpertos en el terreno del amor.
El director de Hedwig and the Angry Inch adapta un relato de Neil Gayman que permite, como era de imaginar con estos datos, que el departamento de arte se exhiba en todo su esplendor, en concreto con una versión extraplanetaria del circo del sol y también con una troup de zagales punks liderados por Nicole Kidman que parecen haber recibido el curso exprés sobre la actitud de esta tribu buscando looks en Forever 21.
Si te apetece ver una sesión de convencionalismos estéticos y narrativos á la Sundance o si estás abonado al creador de Sandman no te arrepentirás. Para los demás...
'Claire’s Camera', de Hong Sang-soo
Hay dos clases de películas de Hong Sang-soo: las que ponen una fuerte barrera de entrada a los novatos, por la búsqueda de una complicidad con el espectador que conozca los referentes que ha ido construyendo en sus pelis, y a las que pueden acercarse todos los públicos, como pasa con Ahora Sí Antes No o Nobody's Daughter Haewon.
Aquí nos encontramos en el primer grupo, en un pequeño puzzle con referencias a la vida personal del cineasta, de aparición de elementos mágicos que nos obligarán a juguetear con la construcción de la historia, de las repeticiones que crean ecos perfectos para enredarnos… en fin, lo de siempre. Sangsoo no se muestra especialmente imaginativo en esta pequeña pieza, lo que no quita que Claire’s Camera siga siendo un valor seguro para los amantes del sobreanálisis conceptual.
Cannes 2017 en video: día 6
‘Happy End’, de Michael Haneke
El director austríaco reúne en Happy End elementos de prácticamente todas sus mejores películas anteriores (sólo echamos en falta La cinta blanca y Funny Games, todo lo demás está ahí) como si mediante la complicidad con el espectador pudiese ahorrarse explicaciones y conferirle mayor profundidad al concepto de una historia que, si nos fijamos bien, tiene las patas muy cortas. ¿La novedad? Un plantel de aristócratas que van desnudando su sociopatía y desesperación vital con la mayor tranquilidad del mundo. Ellos son al tiempo clichés y también criaturas misteriosas, por esa falta de datos en el relato que nos sumergen en la ambigüedad hasta bien entrada la cinta.
Los golpes de genialidad deben ser escrutados activamente, ya que la narración es lo bastante áspera y lúgubre (pura marca de la casa) como para ocultarse de nuestra vista. Por lo demás, su subtexto político no logra emanciparse de lo ya visto en el universo Haneke. Una autorreferencialidad que nos deja un poco indiferentes.
‘Napalm’, de Claude Lanzmann
El director de Shoah cuenta una historia apasionante, importante sin duda. Claude Lanzmann nos muestra 20 minutos de Corea del Norte, de las grabaciones in situ aprobadas por el régimen comunista (en concreto por el de 2016) que realizó el director en su última visita. Esa primera parte, que prende poderosamente en nosotros el interés hacia esa sociedad que aparece tan frustrada como envalentonada y viva, se difumina cuando el director se coloca ante la cámara para contarnos una anécdota amorosa de su viaje de juventud en este mismo país, 57 años antes.
Entendemos la intención del director, crear un choque de perspectivas entre las cuatro Coreas aquí descritas (las resultantes de los ejes pro y antirégimen/finales de la guerra del país y la Corea contemporánea) vehiculado a través de dos estilos narrativos tan distintos.
Pero mantener todo el respeto por la figura de Lanzmann y por su idea no impide ver la indulgencia de una obra que, por su contenido, debería haberse quedado en un corto o en un mediometraje.
Cannes 2017 en video: día 7
‘The Florida Project’, de Sean Baker
Nos iba haciendo ya falta alguna película de arrebatadora dimensión visual y The Florida Project responde a nuestras peticiones. Sean Baker, el director de Tangerine, ofrece un relato en dos partes sobre la vida en los suburbios próximos al parque de Disneyworld.
La primera hora es una excursión contemplativa, enamorada de su paisaje (como pasaría en Spring Breakers aquí también tenemos un millón de colores y sonidos por minuto) y trasmitida desde el punto de vista de unos niños asilvestrados y felices, mostrándonos así la dicha de una infancia saturada de estímulos concebidos precisamente para exaltar la niñez. La segunda, entrando ya en el territorio del drama moral con aplauso fácil, nos muestra cómo ni los que viven en los márgenes pueden llegar a ejercer su soberanía, a ser libres como lo somos todos al principio de nuestras vidas. Como diría la canción de Kool & The Gang que abre el filme, celebremos los buenos tiempos. Vamos.
‘Before we vanish’, de Kiyoshi Kurosawa
Kurosawa vuelve a usar como escudo el género de ciencia ficción para elaborar algo más, tanto a nivel discursivo como formal. Aquí se desmarca del cine de monstruos y peligros fantásticos mediante la construcción de un melodrama de importante atención a la evolución de las emociones de los personajes y metiendo un twist sobre lo que los espectadores esperamos se desarrolle en el plano filosófico en un filme sobre invasiones extraterrestres.
La llegada de unos usurpadores de cuerpos (que también roban conceptos humanos como “familia” o “amor”) no es la excusa para hablar del comportamiento ante una amenaza externa, sino una posibilidad para comprender que, en realidad, el enemigo del “yo” podemos ser nosotros mismos. Este director sigue siendo único en su raza, con sus cadencias de ritmo tan extrañas y sus resoluciones cinematográficas desconcertantes (atención a la escena de acción aérea del filme). ¿Puede achacársele a una película que permanece atípica todo el tiempo que patine en ciertos momentos? Lo dudo.
‘The Killing of a Sacred’, de Yorgos Lanthimos
Yorgos Lanthimos ha aterrizado definitivamente en el panorama norteamericano. Los que lamentaron el cambio idiomático que hizo el director griego en Langosta, su anterior película, llorarán ahora también un cambio estilístico. En concreto, en el caso de The Killing of a Sacred Deer el creador ha pasado definitivamente de cierto verismo formal a una desvergonzada grandilocuencia en sus planos y banda sonora que no está a la altura de lo que ofrece su argumento.
Una familia de dos médicos (Nicole Kidman y Colin Farrell) y sus dos hijos sufrirán una maldición por parte de un misterioso adolescente ajeno al grupo que les hará tomar una decisión fatal. Estos elementos sustentan un cuento de terror más pendiente de la vertiente psicológica que de la paranormal, pero aunque los actores dialogan o expresan ciertas ideas como los ensimismados personales asociales de los filmes de sello Lanthimos, no hay ningún tipo de justificación para ello y los tics se insertan en un mundo corriente, con lo que estos comportamientos y esa atmósfera “lanthimiana” se siente como una elección totalmente caprichosa.
Al final la película se revela como un disparo de fogueo a medida que resolvemos el mecanismo, de bajísimo nivel de sustancia y más baja aún competencia para entretener al espectador.
Cannes 2017 en video: día 8
‘The Beguiled’, de Sofia Coppola
Los que vieran la película de Don Siegel de 1971 podrían no haber visto el factor Coppola de esta aventura sobre una escuela para señoritas en mitad del Mississippi de la Guerra de Secesión que se verá alterada por un atípico embaucador. La cámara de Siegel se regodeaba entonces en la dimensión terrorífica del relato, así como en la fantasía de empoderamiento femenino que destilaba la historia.
Aunque podemos pensar que eso no es lo que podía atraer a la directora sí que vemos el ángulo de interés que podía tener para la directora de Las vírgenes suicidas un cuento gótico sureño de mujeres ensimismadas en un mundo de protocolos y clases de francés. Coppola prescinde de todos los episodios violentos que tenía la versión de Siegel para conferirle un mayor refinamiento, también de sus formas, que cambia la dirección locuela setentera por una seriedad formal que potencia las sutilezas de las situaciones de la película. Con todo sigue siendo un remake muy mimético y se antoja más como una apropiación directa de la directora del filme citado que de una obra con alma propia.
‘L’Atelier’, de Laurent Cantet
‘L’Atelier’ arranca como otra de esas películas que se erige como mero marco de debate político en un entorno propicio a ello (aquí el de jóvenes de diversos contextos sociales en un aula de escritura que deben cooperar en la creación de una novela negra). Por eso nos recuerda tanto a La Clase, otra película anterior de un director que suele valerse de excusas argumentales para hablar, en el fondo, de peculiares dilemas psicológicos de nuestra sociedad.
Por suerte para nosotros, el talento de Cantet aflora antes de que esa dimensión de tertulia política se disuelva en su obvio destino. El adolescente radicalizado hacia la extrema derecha que protagoniza la obra deja de ser un instrumento argumental para ser una persona tridimensional, vehiculando así un tema mucho más fructífero (y muy literario) como lo es el de la conversión final hacia el mal por parte de alguien inteligente, amable y normal. Todo ello en una segunda parte ya inscrita en el cine de suspense, tal y como iba a ser la obra creada por los chicos.
‘A gentle creature’, de Sergei Loznitsa
Todos los tópicos sobre la maldad de la sociedad rusa contemporánea se agolpan en un filme que no sólo es plomizo, sino que también tiene toda la intención de serlo, como nos demuestra en algunos guiños metaficcionales la nueva obra del ucraniano Sergei Loznitsa y que adapta libremente el relato de Dostoyevski La sumisa.
Dos horas de interacción de una obediente y trágica protagonista con las múltiples facciones poblacionales de una nación condenada a su propia desgracia y veinte minutos de regalo de fantasía jodorowskiana que terminarán abruptamente con un mazazo final contra la mujer, un último abuso para abandonar toda esperanza (social, sí, pero también fílmica).
Una obra con multitud de cuadros/escenas con bastente fuerza expresiva para envolver una diatriba que difícilmente le interesará a nadie, ni unos ni otros.
Cannes 2017 en video: día 9
‘Closeness’, de Kantemir Balagov
El joven y novato Kantemir Balagov ha sorprendido con una brillante película sobre el racismo y la barbarie del contexto checheno de finales de los años 90 en el norte del Cáucaso.
Su protagonista, una vibrante joven judía tan rebelde como un cimarrón, divagará ansiosa intentando en todo momento que el contexto genocida o la rígida dimensión social no la hagan perder su propia agencia. Pura rabia contenida y nunca liberada en un cuerpo que está tan desenfrenado como los planos de la película, muy muy cerrados y ceñidos a unos 4/3 que aumentan la sensación de claustrofobia del contexto y que también le aportan más sentido estético a su cariz realista: así eran las imágenes que se producían entonces (ojo también a los explícitos videos de asesinatos que se incluyen a lo largo de la película).
Una poética manera de mostrar cómo, aunque todo esté en nuestra contra, siempre debemos pelear por liberarnos de la opresión.
‘Good Time’, de Ben y Joshua Safdie
El hastío generalizado de los periodistas aquí afincados provocado por el bajo nivel de lo que está ofreciendo la cosecha fílmica del año se ha ganado un respiro. Lo han firmado los norteamericanos hermanos Safdie, quienes ya en películas anteriores (aunque sin tanto appeal para ser descubiertos en la taquilla) demostraban su apego por la adrenalina audiovisual, el tributo a los grandes cineastas y el cariño por los sujetos incomprendidos.
Ya lo han señalado otros críticos por aquí: los Safdie le hacen un traje a su thriller nocturno urbano protagonizado por Robert Pattinson (genio absoluto) tirando de referencias a Nicolas Winding Renf, Danny Boyle o Michael Mann. Una narrativa siempre imprevisible, un grupo de personajes hechizantes, una ciudad convertida en discoteca de múltiples estancias ricas en golosinas visuales y una banda sonora a cargo de Oneohtrix Point Never que nos inducirá a un estadio emocional tan violento como melancólico.
De alguna manera, toda la crítica social que pretendía hacer la saga del GTA a través de los turbios universos de los delincuentes tan apreciados por las grandes audiencias se condensa en las dos horas de puro disfrute que supone ‘Good Time’. Un salto adelante en una carrera que se vaticina llena de éxito entre crítica y público.
Cannes 2017: día 10
‘I am not a witch’, de Rungano Nyoni
Los aplausos que ha recibido la debutante Rungano Nyoni al término de la proyección de I am not a Witch han sido muy entusiastas, y es normal que así sea. Este cuento satírico basado en el contexto de las mujeres (niña pequeña en este caso) señaladas como brujas en el África oriental toca todas las teclas adecuadas para hacer sonreír, entristecerse y reflexionar al espectador.
No son sus momentos de comedia seca o el carisma de unos actores menos comprometidos con la verosimilitud escénica que con la diversión de rodar un filme. En I am not a witch se trata sobre todo de la mirada cómplice hacia el espectador moderno con respecto a la contradicción de la cultura actual zambiana, una que altera las normas para confeccionar un corpus legal que le da estatus de individuo civil a las hechiceras y se aprovecha de su mano de obra al tiempo que sus habitantes adoran la música yanqui y hablan en inglés. Que fabrica todo esto apoyado en una superstición y una misoginia generalizada que ya no termina de encajar en la nueva realidad social. Y cuyas víctimas defienden ese propio yugo.
No importa que su final sea atropellado o que el desarrollo argumental esté algo deshilachado, ponemos la mano en el fuego de que este realismo mágico africano tan fresco (por lo exótico, sí, por supuesto, y en una obra financiada por Gran Bretaña y Francia) va a hacer vibrar a los espectadores del circuito festivalero.
‘Patti Cake$’, de Geremy Jasper
Patti Cake es la historia de una joven rapera perteneciente a la white trash en busca de una oportunidad para hacer llegar al mundo sus afilado universo lírico. La cinta del realizador Geremy Jasper tiene un contenido estilo visual videoclipero articulado para hacer brillar a la joven estrella Danielle Macdonald, la actriz protagonista (y que no ha compuesto originalmente las rimas). Todo está preparado para presentar el clásico relato de ascensión del misfit con altas aspiraciones y nulos recursos. El 8 millas de las chicas grandes. Sale el conflicto racial y entra la cuestión física.
Pero la escuela Sundance nos la ha vuelto a jugar. Paradójicamente, una obra que pretende hacer un comentario social sobre el talento innovador de aquellos a los que merece la pena darles una oportunidad carece de ningún tipo de autenticidad. Más de cien minutos donde todas las secuencias, todos los elementos del guión son tan previsibles como olvidables.
Cannes 2017 en video: día 11
'You Were Never Really Here', de Lynne Ramsay
Puede haber dos obstáculos insalvables por los que los espectadores rechacen el último y esperado trabajo de Lynne Ramsay. El primero, que les irrite un tipo de montaje y uso del espacio atolondrado, saltando sin miedo entre tiempos narrativos y profundidades de la imagen, un tipo de estímulos algo artificiosos que sin duda ayudan a robustecer una historieta mínima e incluso manida. La segunda, que sientan repulsión por el cuerpo del Joaquin Phoenix, con una corpulencia que le armoniza con un animal a medio camino entre el buey y el toro y que la directora muestra en el 80% de las imágenes de la película.
You Were Never Really Here es la obra de una cineasta con interés (y talento) por las posibilidades del cine como medio. De alguien de mirada joven con ganas de juguetear con las formas que tenemos de contar las historias y de mostrar el universo turbio y al tiempo conmovedor que tiene dentro de sí la artista detrás de Morvern Callar y Tenemos que hablar de Kevin. Se ha ganado la incorporación a la Competición Oficial de este Cannes 2017 con más fundamento que el que han demostrado otros directores más veteranos del festival.
‘Based on a True Story’, de Roman Polanski
Hay pocas cosas más placenteras de ver en la gran pantalla que los juegos de identidades, de resonancias y variaciones subjetivas como las que proponían películas como Venus de las Pieles, Persona o Vértigo.
El polaco se vale de la novela de Delphine de Vigan para regocijarse en los resortes de este tipo de historias. Aunque nada de esto funcionaría sin sus dos habilidosas actrices protagonistas, Emmanuelle Seigner y Eva Green: la segunda, ejerciendo de embaucadora, despierta con su presencia en el espectador las atmósferas noir que envuelven a esta obra de suspense y algo de thriller psicológico.
Based on a true story permite más capas de análisis de las que apuntan nuestras intuiciones al inicio de una película, pero toda esta especulación se nos acaba quedando como un entretenimiento errante sin tanto poder de convicción como otros trabajos anteriores del director.
‘A fábrica de nada’, de Pedro Pinho
A fábrica de nada tiene una densidad de discurso que el nivel de espabile actual (tantos días de festival nos pasan factura) no nos permite vislumbrar del todo. En primera instancia, esta película colectiva comandada por Pedro Pinho lleva a la ficción la historia real de triunfo proletario que supusieron los años de autogestión en los que los trabajadores portugueses de la empresa de ascensores OTIS sacaron adelante el negocio.
Con unas texturas de imagen hermosas y naturalistas, con unos actores no profesionales y muy espontáneos también veremos cómo se va filtrando un extenso debate sobre el futuro de la lucha obrera y la defensa de clase en un mundo donde la industrialización agoniza, añadiendo hábilmente todas las dimensiones de la realidad del grupo de compañeros (sus relaciones personales, sus pausas cerveceras, sus bandas amateurs con las que se suben al escenario los findes) para redondear ese retrato del trabajador como lo que es, una persona cuya existencia gira en torno al trabajo y donde ninguno de esos factores debe faltar para definirle.
Y al final en A fábrica de nada se dialoga, tanto dentro del plano laboral como cinematográfico, sobre la esterilidad de las ideas y los gestos de un mundo incontrolable y, en el fondo, indomable por mucho que nos obsesionemos por generar sentido. Mandíbula al suelo.
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