La sexagésimo octava edición del Festival de Berlín ha estado marcada por la decepción del palmarés y la cuestionable calidad de la programación. En la sala de prensa se respiraba un cansancio especial porque costaba encontraba aquella película única que a todos nos gusta llevarnos en el corazón al cubrir estos eventos, además de una constante sensación de tedio hacia una sección de competición. Cuyo criterio de selección sigue siendo un misterio.
Cinco películas americanas, dos asiáticas y el resto cine europeo mayoritariamente coproducido por Alemania; aquí hay algo que huele un poco raro, ¿no creen? Consuela pensar que 2019 será el último año con Dieter Kosslick al mando de un puesto que arrastra desde principios de los 2000 y que ha llevado al festival a ser un importante reflejo de las realidades de los lugares más inhóspitos del mundo, gracias a su interés por el cine de temática social; sin embargo, esto se agota y el certamen se ha convertido en algo así como un vertedero de lo que desechan Cannes y Venecia.
La Berlinale debería replantearse su voz dentro de los grandes festivales, quizás rebajar en secciones y programación, para encontrar un término medio entre el foco de estrellas que fue en los noventa y esta ambición por el cine más social y vanguardista de la etapa de Kosslick.
'Touch Me Not', la ganadora de Berlín es pura provocación: un Oso de Oro decepcionante
Parecía que la Berlinale 2018 no podía caer más bajo de lo que llevaba cayendo desde su primer día con una programación tan poco estimulante, sobre todo en la sección de competición. De forma consciente o no, el festival quiso superarse a sí mismo y el Oso de Oro fue a parar 'Touch Me Not' ('Nu ma atinge-ma'), ópera prima de la rumana Adina Pintilie que había provocado huidas en masa de sus pases de prensa, siendo duramente criticada.
El film camina entre la realidad y la ficción contándonos la historia de una mujer con un trauma sexual que le impide ser tocada por nadie. La terapia a la que se somete en paralelo a la observación de tratamientos a otras personas con disfuncionalidades físicas, serán el eje central de una película donde la propia directora dialoga con sus personajes para justificar la crudeza de ciertas imágenes. Más allá del gusto personal, premiar una obra así es desperdiciar un importante galardón.
Porque la propuesta es tan visceral y extrema que resulta imposible distribuirla de una forma mínimamente comercial. Muchos pensarán que el Oso de Oro es poca cosa al lado de los sumos galardones de Cannes y Venecia, pero en los dos últimos años la película ganadora acabó alzándose con una nominación al Oscar, además de tener un más que decente recorrido en salas de cine. Veamos lo que sucede con una obra y un premio que buscan el titular fácil y los debates a pie de sala, un fenómeno que (en la mayoría de los casos) es efímero.
Diez grandes películas que nos ha dejado la Berlinale 2018
- 'Isla de perros' de Wes Anderson
El particular director americano regresa a la animación tras la aclamada 'Fantástico Sr. Fox' y a la Berlinale tras 'El gran hotel Budapest' (Gran premio del jurado en 2014) con 'Isla de perros', una nueva propuesta en Stop Motion que cuenta la historia de un niño que busca desesperadamente a su perro después de que una radical ley los exilie en una isla.
La única, y simétrica, visión del mundo de Anderson vuelve a aparecer en esta excéntrica historia que camina entre la ciencia ficción y la comedia negra para contar una historia de evidente actualidad y con cierto compromiso social.
Más allá del impecable diseño visual que, en palabras del propio Anderson, está influenciado por Miyazaki y Kurosawa, la película cuenta con un excepcional reparto de voces en el que encontramos a los colaboradores habituales de su cine como Bill Murray, Tilda Swinton, Jason Schwartzman, Frances Mcdormand o Edward Norton y voces nuevas que incluyen a Greta Gerwig, Yoko Ono o Scarlett Johansson.
- 'Season of the Devil' de Lav Diaz
El afamado director filipino regresó a la Berlinale tras triunfar dos años atrás con la que él considera su obra magna, 'A Lullaby to the Sorrowful Mistery'. Aquello era un colosal y bello poema fílmico de ocho horas de duración donde narraba la historia real de algunos héroes de la revolución en paralelo a los mitos fantásticos de su país; esta película le valió el Alfred Bauer y unos meses después levantaría el León de Oro del Festival de Venecia gracias a 'The Woman Who Left'.
Su regreso ha sido más comedido, su nuevo trabajo sólo dura cuatro horas. Pero no por ello menos intenso porque se trata de un musical interpretado A Capela. Treinta y tres canciones compuestas por el propio director cuentan cómo se vivió la dictadura del general Marcos durante los 70 en una pequeña aldea.
Lav Diaz pone voz a cuatro personas distintas que muestran el habitual sentimiento de tristeza, soledad y desamparo de las películas del cineasta, a través de las canciones. Y, como es propio en su trabajo, les deja dando vueltas sobre sí mismos (algo que ejecuta en el plano final de 'The Woman Who Left') unificando y estirando el espacio y el tiempo en dilatadas secuencias, aunque en esta obra sí reduce bastante la duración de ciertos planos para estar en sincronía con el ritmo de su música.
La película tiene una estructura similar a 'A Lullaby to the Sorrowful Mistery': varias historias paralelas en el tiempo que en algún momento confluyen y se unifican dándole un sentido de memoria colectiva. En esta ocasión Diaz recurre a una desconcertante elipsis de cuatro años para no entorpecer los tempos, evita alargados planos de gente paseando o en su día a día porque es muy consciente de que está poniendo al slow cinema al servicio de una ópera rock.
- 'Madeline’s Madeline' de Josephine Decker
Desde el festival de Sundance aterrizaba en Berlín este drama ambientado en una escuela de arte dramático donde la obsesión de una directora y una actriz por sacar adelante una obra de teatro, llevará a su actriz principal a un estado cercano a la locura.
Es magistral como la directora Josephine Decker aúna dos temas como la salud mental y el arte para hablar del proceso de creación. 'Madeline’s Madeline' es una película plenamente psicológica y, por ello, al estar desde el punto de vista de la actriz (majestuosamente interpretada por Helena Howard) juega con bruscos movimientos de cámara y locos saltos de montaje que nos introducen en su mente.
A ratos abstracta y ambigua, 'Madeline’s Madeline no es la típica película que programa Sundance, no hay clichés ni personajes tipo, es todo fresco y original hasta el extremo y la película acaba siendo un imponente retrato de la depresión y el proceso de creación artística.
- 'Utøya 22. Juli' de Erik Pope
Junto a la ganadora, esta película fue la más polémica del festival, abriendo debates que planteaban la ética de lo que se estaba filmando. Cuenta la historia real de los atentados de Oslo del 22 de julio, en concreto la matanza de la isla de Utoya, donde dos hombres perpetraron un tiroteo que duró 72 minutos dejando 77 muertos e incontables heridos.
Lo peculiar de esta cinta es que todo está narrado en un plano secuencia que dura exactamente el mismo tiempo que se extendió la matanza real. Sin usar una historia cien por cien verídica, el director da voz a una chica del campamento y su huida de la muerte; la cámara le sigue por toda la isla mientras escuchamos los disparos, gritos y demás fuera de campo. Pocas veces se muestra a los asesinos ya que el director juega con el miedo real de su protagonista al no conocer el origen de estos disparos.
Los detractores de la cinta hablaban de morbo, sensacionalismo y poco respeto a las víctimas; sin embargo la película puede mirarse también como una reformulación del género de terror. Erik Pope toma un tema de extrema actualidad como es el terrorismo para cocinar una terrorífica película que con un Freddy Krueger o un Jason Voorhees detrás, a nadie hubiese escandalizado. Es comprensible parte de la polémica generada, pero su calidad artística y su proeza cinematográfica es bastante indiscutible.
- 'Tinta Bruta' de Filipe Matzembacher y Mario Reolon
La Berlinale también es conocida por su compromiso con el cine LGTBI. 'Tinta Bruta' es la ganadora del premio Teddy que se entrega a la mejor película de temática homosexual. Esta cinta brasileña nos cuenta la relación, algo tóxica, entre dos modelos de webcam erótica, uno de ellos con un oscuro pasado y otro con pretensiones artísticas. Lo que les distingue será el uso de pinturas fluorescentes para decorar su cuerpo.
Lo más bello de esta película es la humanidad con la que están construidos sus personajes, apenas cuatro diálogos y dos primeros planos nos sirven para entender sus miedos y ambiciones. Por otro lado, consigue algo muy importante, humanizar a los actores pornográficos porque, pese a sus escenas explícitas, los directores evitan el morbo o la excitación.
A través de los desnudos y el sexo, se nos muestra el dolor y la realidad de los protagonistas; cuando están frente a la webcam entendemos que es sólo trabajo y cuando tienen sexo entre ellos nos sentimos vouyers y ladrones de esa intimidad de la que viven. 'Tinta Bruta' es una película llena de dolor pero de una belleza y potencia audiovisual como pocas.
- 'In the Aisles' de Thomas Stuber
La que podría haber sido una comedia rancia, colada en la competición sólo por el hecho de ser alemana, resultó ser toda una sorpresa y una de las películas más especiales a concurso. Aunque suene muy paródico In the Aisles plantea un romance nacido entre los trabajadores de un supermercado: un hombre de pasado oscuro (Franz Rogowski) y una mujer que vive un tóxico matrimonio (Sandra Hüller).
No se habrá visto película más triste en todo el festival. 'In the Aisles' es una íntima reflexión sobre la soledad, la redención y el paso del tiempo. Sus personajes están literalmente atrapados en los pasillos de ese supermercado y su vida se limita a mover palés de un lado para otro, preciosa metáfora de su estancamiento.
Todo es íntimo y sutil, hay un extraño y oscuro equilibrio en ese espacio que a la vez es muy frágil. Lejos de la costa, atrapados entre descomunales estanterías sueñan con ver el mar: "Por supuesto que se oye el océano, ¿cómo no me había dado cuenta hasta ahora?", dicen entre falso consuelo y esperanza.
- 'Grass' de Hong Sangsoo
¿Qué sería de un festival de cine sin una película de Hong Sang-soo? El cineasta coreano no quería faltar a la cita alemana y tras un prolífico 2017 (donde estrenó tres películas) arranca 2018 con el trabajo más minimalista, austero y misterioso de su carrera.
Los 66 minutos de esta película se ambientan en un pequeño café y sus alrededores, la gente se reúne allí y habla de su vida, mientras una indiscreta cliente reproduce sus diálogos en su ordenador no sabemos para qué fin; todo esto acompasado por la exquisita selección musical del propietario del bar.
Sangsoo ha pasado veinte años construyendo un estilo propio y reconocible, pero le han bastado dos películas para descomponerlo, pulirlo y llevarlo al minimalismo más extremo. 'The Day After' ya impactaba por su pulcro blanco y negro, por su abstracción temporal y el extraño juego con las similitudes físicas y los offs. Lo de 'Grass' es ya una locura, el espectador está desconcertado constantemente porque no sabe si se trata de un producto de la imaginación de la mujer que escribe o realmente existen esos personajes.
Por otro lado, el personaje fantasma del propietario del bar sirve para introducir un complejo juego metaficticio en el que el propio director entra en escena. 'Grass' demuestra que no todas las obras de Sangsoo son iguales, que existe una necesidad de llevar su obra a alguna parte que él mismo desconoce, pero que en unos años cuando podamos ver su filmografía íntegra como un solo bloque entenderemos con más precisión, la particular visión de uno de los talentos asiáticos más indiscutibles del momento.
- 'An Elephant Sitting Still' de Hu Bo
En la sección Forum, llamaba la atención de gran parte de los asistentes al festival, una película china con una trágica historia detrás. Su director Hu Bo se suicidaba con sólo treinta años, tras terminar de montarla. Cuando uno se enfrenta a la cinta, puede entender más o menos los motivos.
Un extremo sentimiento nihilista flota a lo largo de las cuatro horas de su metraje, cuatro horas que nos permiten seguir la vida de varios personajes atrapados en una espiral de violencia, en distintos grados y formas, cuyo único deseo es visitar un circo donde hay un elefante que vive sentado; una peculiar y poética forma de entender a Dios.
Aunque la duración pueda echar para atrás y en algunas ocasiones desespere, es necesario vivir todo este tiempo acompañando a sus personajes para entender la catarsis a la que se están sometiendo y, a la vez, la que vive el espectador. Es una película intensa y complicada pero su experiencia merece ser vivida.
- 'Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot' de Gus Van Sant
Uno de los pesos pesados de la competición era el mítico cineasta norteamericano, que llevaba dos años en silencios después de que su 'Bosque de los sueños' fuese duramente criticada en Cannes. Quizás estas reacciones son las que han hecho que el director no se moje mucho y por ello ha apostado por algo clásico y sencillo, pero muy efectivo y solvente.
Está basada en las memorias de John Callahan, un hombre que tras sufrir un accidente de coche y quedar paralítico encuentra su lugar en el mundo como humorista gráfico. Un brillante Joaquin Phoenix da vida al personaje principal rodeado de actores como Jonah Hill, Udo Kier o Rooney Mara. Lo más interesante de la película es su peculiar tono, a medio camino entre la comedia negra más despiadada y el drama intimista.
'Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot' es una película muy especial, llena de humanidad y esperanza que Van Sant sabe comedir para no resultar aleccionador.
- 'Human, Space, Time and Human' de Kim Ki-duk
Unos días antes del comienzo del festival se desataba la polémica por la presencia de esta película en la programación. Aunque el certamen evitó la competición para prevenirse de líos, la película dirigida por un presunto acosador sexual no pasó inadvertida y se cuestionó la moralidad de un evento que prometió no incluir películas con acosadores en defensa del movimiento #MeToo.
El último trabajo del coreano es una distopía ambientada en un barco que inesperadamente hecha a volar, lo que provoca un caos humanitario por la escasez de alimento que derivará en asesinatos, violaciones colectivas y canibalismo. Pese a su crudeza, Kim Ki-duk encuentra una extraña poética en todo esto y así consigue hablar de la creación, el apocalipsis y el eterno retorno.
'Human, Space, Time and Human' es una visceral parábola sobre la propia existencia, sobre el poder de la naturaleza y la violencia del hombre. Sin prejuicios morales sobre la conducta del director, es una de las películas que más se disfrutarán este año, ya sea por su rareza o por su belleza.
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