Cuando me preguntan por la mejor serie de la historia, no lo dudo ni un segundo: 'Los Simpson', temporadas 3 a 9. Es un milagro televisivo que no ha sido superado en el que cada diálogo, cada gag y cada personaje es siempre la mejor opción posible y donde los episodios se cuentan por obras maestras. Es gracias a maravillas televisivas como 'Última salida a Springfield', '¿Quién disparó al señor Burns?' o 'La ciudad de Nueva York contra Homer Simpson' que la serie ha conseguido mantenerse durante tres décadas en televisión superando los 700 episodios.
El problema es que, como todos sabemos, a partir de la temporada 10 los guionistas se acomodaron, cayendo en el absurdo promovido por Mike Scully, su nuevo productor ejecutivo. La calidad bajó a límites insospechados. Con la llegada de otras sitcoms animadas como 'Padre de familia', 'Los Simpson' se hicieron arrogantes, bajaron el nivel demasiado rápido (ese episodio de Homer violado por un oso panda...) y se sintieron en la necesidad de arreglar lo que no estaba roto desdibujando sin quererlo a los personajes: Homer fue (aún más) atontado, Lisa se convirtió en una sabelotodo irritante, Bart tuvo más novias a los diez años que mucha gente en toda su vida y Marge se convirtió en poco menos que una comparsa de la familia. Estaba claro que esta serie solo se podía solucionar de una manera: con la cancelación. ¿O no?
La peor temporada de la historia
Desde la temporada 12 hasta la 30, 'Los Simpson' no tuvo claro qué era o cuál era su propósito: ¿Se trataba de un repositorio de famosos como Lady Gaga? ¿Un inconexo recopilatorio de gags poco afortunados? ¿Un cúmulo de historias que nunca terminaban de centrarse? Esta patata caliente formada en la que antaño fue la sala de guionistas más talentosa del mundo fue creciendo y creciendo, con una falta de liderazgo palpable que solo hacía que los episodios cayeran aún más en picado y que la gente pidiera a la Fox que cerrara la persiana por pura clemencia.
La solución para esta debacle no pasaba por imitar a la serie antigua, ni por tratar de copiar a los competidores: 'Los Simpson' había perdido su propia voz, y tenía que volver a encontrar un nuevo tono que la diferenciara de las demás opciones animadas sin dejar de ser ella misma. La temporada 33 dista mucho de ser perfecta, pero es un paso de gigante en la buena dirección: la de distanciarse en el humor de las primeras temporadas, sabiendo que es inalcanzable, pero esforzándose por mantener el legado con una consistencia inexistente en los quince años anteriores.
'Los Simpson', en su nueva temporada, muestran algo que llevábamos tiempo sin ver más allá de algunos fogonazos: amor y comprensión por los personajes. Los guionistas saben que no son la serie hilarante y perfecta que fueron en los 90, pero que los habitantes de Springfield siguen siendo amados y reconocidos por todo el mundo. No son payasos ni vehículos para chistes malos: son personajes complejos que merecen ser tratados con el respeto que se les ha negado durante 20 temporadas.
Los hermanitos Coen
Hay dos episodios en particular que encapsulan este viraje de 'Los Simpson' hacia la conversión en otra serie diferente: 'Un Flanders serio' y 'Pixelados y temerosos'. El primero es un especial de 40 minutos muy inspirado por las películas de los hermanos Coen y en el que los gags pasan a un plano secundario, primando un argumento que funciona perfectamente: no se parece en nada a la serie que tenemos en nuestra cabeza pero al mismo tiempo tiene todos sus elementos y es absolutamente reconocible. Es un giro con todas las de la ley: más serio, menos payaso, pero más fiel a ella misma y sus personajes que los últimos años de tratar de copiar al carboncillo lo que funcionó antaño.
'Pixelados y temerosos' parece casi una respuesta a todos los que se preguntaban por qué, después de tantos años y dislates, el matrimonio Simpson continuaba adelante sin divorciarse. Homer y Marge, solos en la naturaleza, se redescubren el uno al otro con uno de los mejores finales no ya de la temporada, sino de la historia de la serie. Es un episodio sensible, tierno y complejo que huye de los gritos y las trifulcas para mostrar amor y comprensión. Es refrescante, después de tantos años, que Homer y Marge no compitan con el caos de Peter y Lois ('Padre de familia') sino con el cariño intrínseco de Bob y Linda ('Bob's Burgers').
Por supuesto que la temporada aún tiene mucho que mejorar, y sigue teniendo episodios que siguen con dejes del absurdo insoportable de anteriores temporadas (Homer y Burns compiten por un jugador de fútbol, Tony el Gordo se hace padrino de Maggie), pero incluso estos capítulos están más centrados y mejor resueltos, con unos gags que ya no compiten por ser el gallo más ruidoso del gallinero, sino el que más cuida lo que tiene. 'Los Simpson' no son lo que eran pero no es algo necesariamente malo.
They'll never stop The Simpsons
'Los Simpson' no son solo una serie: son una institución mancillada a lo largo de los años por episodios mal resueltos como 'Lisa está Gaga' o 'Madre dragajadora' a la que le está costando volver a ganarse el cariño de su público clásico, que ya ha sufrido demasiado. Volver a acercarse a la serie, incluso con episodios seleccionados, es poco menos que un deporte de riesgo audiovisual después de tantos años de decepciones.
No es fácil sobrevivir tres décadas y ser historia televisiva manteniendo el nivel, pero la debacle de 'Los Simpson' es digna de ser estudiada. Tras unos años en los que lo único importante era ser un producto (más que una serie) que siga vendiendo merchandising, es agradable ver a alguien preocupado por el devenir de la familia, dando un giro de 180 grados a la franquicia en lugar de tratar de ponerle parches.
No hay manera de saber si 'Los Simpson' van a seguir con el camino abierto en la temporada 33 o van a seguir mutando: este cambio no viene de repente, claro, ha habido una evolución constante durante los últimos años. Eso sí, si consiguen mantenerse, aunque no vuelvan a ser los mejores, puede que logren algo que hasta ahora parecía imposible: ser dignos de su propio legado.
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