Entre secuelas, precuelas y medio reboots que se colocan en una línea temporal confusa, los grandes estudios de Hollywood se meten ellos solos en laberintos confusos con tal de que un gran nombre siga siendo una gallina de los huevos de oro. Un nombre que solía ser de una estrella de cine, pero ahora más que nunca son los de propiedades intelectuales que han funcionado en el pasado.
La precuela es una de las vías más extrañas para intentar capitalizar este éxito pasado, porque se cree que porque el público sienta curiosidad por el pasado de un personaje eso quiere decir que necesitamos verlo. Y a menudo no mantienen la incredulidad para que olvidemos hacia donde se dirige la historia eventualmente. Algunas pocas series han sido exitosas en este arte, pero en el cine quizá el mejor resultado reciente lo ha dado ‘Los juegos del hambre: Balada de pájaros cantores y serpientes’.
En defensa de la patria
El regreso de la famosa distopía young adult de Suzanne Collins nos ubica varios años antes de los sucesos protagonizados por Jennifer Lawrence, con el director Martin Lawrence (veterano de la franquicia) manejando nuevos actores como Tom Blyth o Rachel Zegler para dar vida a personajes viejos. Un blockbuster algo hipertrófico pero con algunas claves interesantes que ahora se pueden ver en streaming a través de Amazon Prime Video.
El post-apocalíptico Panem se encuentra en su proceso de mantener la estabilidad, aunque sea a través de represión y distracciones con espectáculo como los recientes Los juegos del hambre. Un joven Coriolanus Snow intenta reflotar la gloria de su apellido y proporcionar estabilidad a su familia participando como mentor de uno de los participantes, la prometedora Lucy Gray Baird que cuenta con carisma para conquistar a la audiencia de los juegos. Snow recurrirá a todos los trucos posibles para favorecer a su protegida y poder triunfar en un sistema cruel y despiadado.
La franquicia de ‘Los juegos del hambre’ es uno de los artefactos más descompensados y extraños del Hollywood de la última década. El inicio desde luego no era prometedor, y ni siquiera Martin Lawrence fue consistente en la factura de las películas principales (hay una y media que realmente vale la pena). Eso lo vive en sus carnes una precuela irregular, pero con aciertos que son notables e interesantes.
‘Los juegos del hambre: Balada de pájaros cantores y serpientes’: estableciendo el mal
Consigue evitar problemas habituales de una precuela, como es no saber qué contar en aspectos formativos de su personaje principal y cómo evitar pensar que es un trámite hasta que llegue la trama principal. Su retrato del establecimiento del régimen fascista y la compleja relación con el mal son ideas interesantes para un blockbuster medio, además del habitual retrato del espectáculo y la celebridad que caracteriza a la saga.
Incluso con un problema de estructura, probablemente heredado del libro original, donde las dos horas y media son tan abrumadoras que hay un punto donde parece que empieza otra película, ‘Balada de pájaros cantores y serpientes’ es lo suficientemente fluida para entretener y dejar personajes interesantes, como ese arquitecto de los juegos interpretado por Peter Dinklage (cada película de la saga ha tenido siempre un actor de carácter notable para roles así).
Hay artesanía en sus diseños y en una dirección efectiva, nunca excesivamente conformista. La fotografía tiene luces y sombras, pero Lawrence consigue una de las entregas más interesantes de la franquicia en un terreno que parecía destinado a fracasar.
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