Los únicos buenos artistas son femeninos.
Un 6 de mayo nació Orson Welles —nombre completo: George Orson Welles—, genio y figura donde los haya del séptimo arte. Sólo por la realización de 'Ciudadano Kane' ('Citizen Kane', 1941), el actor, director, productor y escritor merece todos los honores y epítetos desaforados de los que uno pueda echar mano. Podríamos considerarle el padre del cine moderno.
Como muchos empezó en el teatro, donde tuvo gran éxito. También hizo radio, siendo muy conocida la emisión del programa que adaptaba la mítica novela de H.G. Wells 'La guerra de los mundos', cuyo realismo en su ejecución hizo que muchos estadounidenses creyesen que el planeta estaba siendo invadido por extraterrestres. Esta peculiar anécdota —con la que, entre otras cosas, Welles demostró cuan imbécil puede ser el hombre— le proporcionó un contrato con la RKO que le daba carta blanca a la hora de hacer cine.
Y así fue. Orson Welles destrozó, y volvió a montar, todas las normas establecidas en el bello arte de narrar con imágenes en movimiento. Sustentando en todas sus películas que debe haber un equilibrio entre forma y fondo, se atrevió a hacer presente la herramienta que muchos no saben para qué vale: la cámara. La hizo destacar, con angulaciones imposibles, encuadres arriesgados, o desarrollando la profundidad de campo —que no fue un invento de Welles, ojo—, entre otras características que su cine contiene.
Con ello fue más allá de las citadas normas no escritas, se atrevió a dotar a la cámara —con la que Douglas Sirk decía que se escribe en el cine— de mirada propia, de identidad. De esa forma, se atrevió a cruzar esa línea con la que muchos directores sólo son capaces de soñar, la que une vida y arte. El lugar que existe entre el instante vidido y el proceso de filmarlo es el hogar de Orson Welles, de prácticamente todo el cine que salió de su atrevida mente.
En lo personal siempre tuvo problemas con sus productores a partir de su segunda película —obviando un par de encargos—; solía aceptar muchos trabajos como actor, de los cuales sacaba dinero para algunos de sus personales proyectos.
Amaba profundamente España, donde llegó a filmar alguna de sus películas. Murió de un ataque al corazón a los 70 años.
Películas imprescindibles para un buen homenaje a un autor que, al igual que Erich Von Stroheim años antes, sabía que no hay más límites que los que uno mismo se pone:
'El cuarto mandamiento' ('The Magnificent Ambersons', Orson Welles, 1942)
Aún tomando el control sobre el montaje de la película —cortaron alrededor de 40 minutos, incluyendo la filmación de un nuevo final—, la RKO no pudo ocultar de ninguna forma la mano de Welles en su segunda película como director. Una historia de pasiones y amores cruzados, de nuevo con Joseph Cotten en uno de los personajes centrales. La gran Agnes Moorehead fue nominada al Oscar por su trabajo.
'El tercer hombre' ('The Third Man', Carol Reed, 1949)
Existe una leyenda urbana alrededor de esta magnífica película: que Orson Welles escribió todas las líneas de diálogo para su personaje —destinado en un principio a Cary Grant—, y que incluso se hizo cargo de la dirección. Falso. Todos los que en el film trabajaron, incluido Welles, han declarado que la película fue dirigida enteramente por Reed. Además, cualquiera que conozca la obra del cineasta británico a fondo sabe de sobra que este film es puro Reed.
'El largo y cálido verano' ('The Long, Hot Summer, Martin Ritt, 1958)
Adapta varios relatos del prestigioso William Faulkner, y contiene una de las interpretaciones más controladas de Orson Welles. Con todo se llevó a matar con Ritt, quien en un momento dado llegó a tirarle del coche para hacerle volver andando con los ánimos calmados. El actor está pletórico como cacique, cabeza de una familia fragmentada, y el duelo interpretativo con Paul Newman es antológico, sobre todo en la primera secuencia que comparten.
'Sed de mal' ('Touch of Evil', Orson Welles, 1958)
Mi película preferida de su director, cine negro puro y duro con una composición del propio Welles —en un papel secundario— absolutamente inolvidable. Un policía corrupto metido en asuntos turbios y con métodos muy particulares para atrapar a delincuentes. Un rol que queda perfectamente definido en el emotivo comentario final de Marlene Dietrich. Por otro lado, el inicio del film es, con todo derecho, legendario.
'Impulso criminal' ('Compulsion', Richard Fleischer, 1959)
Una de las grandes películas de Fleischer, en la que Welles da vida a un abogado que debe defender a los autores materiales de un asesinato que han actuado pensando que son capaces de cometer el crimen perfecto. El discurso en contra de la pena de muerte que Welles da al final del film, y que dura diez minutos, debería enseñarse en todas las escuelas del mundo.
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