‘Duro de pelar’ es el delirante título que obtuvo en nuestro país ‘Every Which Way But Loose’, título tomado de la canción interpretada por Eddie Rabbitt, y que suena en el film en un par de ocasiones, mucho más acorde con lo que la historia narra, que hace tener una idea del film más simple de lo que ya es. Todos en Malpaso recomendaron a Clint Eastwood no hacer una película cuya calidad se mide por los pocos aciertos que tiene, aunque puede ser vista como una agradable comedia sin ningún tipo de pretensión más allá de lo que es.
Eastwood desoyó todo consejo al respecto, y demostró tener una visión comercial fuera de lo común. El guión de ‘Duro de pelar’ fue rechazado nada más y nada menos que 46 veces, y el actor elegido para el proyecto era Burt Reynolds, a quien Eastwood se le adelantó y se lo robó. El resultado fue la películas más taquillera en la carrera de Eastwood, para sorpresa de propios y extraños. También fue la primera película del actor que obtuvo una calificación para todos los públicos, ya que hasta entonces sus films casi siempre obtenían la calificación R, la cual se aplicaba a películas con contenido violento.
‘Duro de pelar’ narra la historia de Philo Beddoe, camionero que en sus ratos libres se dedica a participar en peleas callejeras ilegales. Acompañado por su amigo y compañero, Orville Boggs, su vida se reduce a trabajar, beber de bar en bar y de vez en cuando meterse en espectaculares peleas. Una premisa que no se desarrolla mucho más. Para que la película tenga una duración considerable, la trama contiene pequeñas subtramas en las que el protagonista se enamora, se mete en líos con una pandilla de motoristas (parodia de los míticos Ángeles del infierno) y tiene que esquivar a un policía con el que se ha peleado y se la tiene jurada.
Lo cierto es que ‘Duro de pelar’ es una película que se disfruta sin ningún tipo de sobresalto en su desarrollo. Un guión de lo más simple cuyo mayor acierto (y eso no quiere decir mucho) son los pequeños detalles que sobre todo visten a los secundarios, personajes algunos de ellos más interesantes que los principales. Moviéndose siempre en el terreno de la comedia (género por el que Eastwood decidió hacer el film), todo es retratado con un punto cómico. Los presumidos y bravucones motoristas no tienen nada de temibles, más bien son el hazmerreír allá por donde pasan. Ma, madre del compañero de Eastwood, que siempre protesta por las trastadas del orangután Clyde (que Philo ganó en una pelea y del que nunca se separa) vivirá una curiosa experiencia con la renovación del carnet de conducir. La relación entre Orville y Echo, mujer a la que se encuentran en su recorrido y decide unirse a ellos. Los policías que tratan inútilmente de dar caza a Philo. Todos ellos forman el universo que rodea a un personaje que no se aleja de la imagen típica de Eastwood, aunque esta vez suavizado para llegar a un máximo número de espectadores.
Aunque la película está adornada con pequeños detalles, como el excelente uso de una serie de canciones country, elegidas por el propio Eastwood demostrando tener un refinado gusto musical, y a pesar de su simpleza lograr un ritmo decente en la narración (tal vez la única razón por la que el film no se haga insoportable), lo cierto es que el resto está bañado con toques de un humor demasiado grueso. Situaciones como la de la dentadura postiza, los chistes alrededor del orangután, los enfrentamientos con los motoristas, etc. son de una simpleza que asusta. Y el único apunte salvable es que ningún personaje en la película cae mal al espectador, lo que se logra gracias a las interpretaciones de un reparto que, lejos de lucirse, al menos se creen lo que están haciendo. Eastwood explora su sentido del humor, además de lucir un excelente estado físico a sus 48 años, y presumiendo de ser un magnífico lanzador de puños (fue asesorado por un antiguo entrenador, Al Silvani, que se convirtió en asesor de Hollywood, entrenando a gente como Sylvester Stallone para ‘Rocky’), y demuestra tener una química perfecta con la extraña Sondra Locke, quien por aquel entonces comenzaba su relación con Eastwood, lo que incluso llevó al actor de ‘Harry el sucio’ a tener problemas con un socio que no veía bien la relación de Sondra con Eastwood, quien aún estaba casado con Maggie Johnson.
Geoffrey Lewis, que se convertiría en uno de los actores con los que más trabajaría Eastwood (ya había coincidido con él en ‘Un botín de 500.000 dólares’), da vida a Orville, amigo íntimo de Philo, que siempre le consigue peleas, viviendo un poco a su costa en lo que a tomar decisiones se refiere. El actor cumple a la perfección con un personaje demasiado plano, logrando un carisma interpretativo que en manos de otro ni habría. Y lo mismo puede decirse del resto de actores; desde los ya conocidos en el cine de Eastwood, como Bill McKinney o John Quade, hasta la mítica Ruth Gordon, cuya aparición es más un homenaje de Eastwood al cine clásico que otra cosa.
Un crítico de la época vio en ‘Duro de pelar’ una especie de remake para todos los públicos de la anterior película de Eastwood actor, ‘Ruta suicida’ (film que se salva por la excelente labor del actor tras las cámaras), y lo cierto es que la comparación no es tan descabellada, al menos en los puntos que estructuran el ¿guión?. Tenemos a un Eastwood igual de bobalicón e ingenuo, tenemos a una mujer de armas tomar, y hasta una pandilla de motoristas, todo evidentemente suavizado con un humor que hace gracia sólo en muy determinados momentos. Al menos se atrevieron a finalizar la película con un falso final feliz, subrayando el hecho de que a Eastwood le gustan los antihéroes. Es muy probable que el actor supiese que volverían a estos personajes dos años más tarde (‘Duro de pelar’ fue la película más taquillera de 1978, sólo por debajo de ‘Supermán’ de Richard Donner) con una continuación que cerraba la historia, y que es de lo más insoportable que ha realizado Eastwood como actor en toda su carrera.
Pero antes de eso hablaremos de una de las fugas carcelarias más minuciosas y emocionantes que ha dado el cine en toda su existencia, y que supuso el último reencuentro entre Eastwood y su amigo y mentor Don Siegel.
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