“Además de humor, debe haber amor. Walt Disney siempre decía: ‘Por cada risa, debe haber una lágrima’. Y yo estoy de acuerdo. En ‘Bolt’, el corazón se trasluce en el viaje emocional y en el cambio que se va produciendo“, John Lasseter.
Esta nueva película de la Disney representa un importante punto de inflexión en los Walt Disney Animation Studios, ya que es la primera película de animación concebida y producida bajo las órdenes de John Lasseter. Cuando Disney compró Pixar, ‘Bolt‘ era un proyecto que ya estaba en movimiento en el estudio. Sin embargo, hasta su estreno de hoy, le costó arrancar, hasta tal punto que cuando John Lasseter entró de mandamás en Disney, retocó tanto la película, que todo lo realizado se retiró, y se empezó a rodar una nueva historia. Para ello puso a cargo a dos jóvenes directores, como en los viejos tiempos, muy influenciados por el aroma de Pixar, Chris Williams y Byron Howard, y que han sido los encargados de llevar a buen puerto a Bolt, una versión de Pixar mucho menos arriesgada, según las últimas entregas, pero sí más comercial, cercana a ‘Los increíbles‘, pero con una historia no tan alambicada como ésta última, o como sin duda es ‘Wall-E‘ (aunque ‘Bolt’ esconde más cosas de las que de verdad enseña). La otra novedad importante es que la película se presentará en formato Disney Digital 3-D, y visto algunos ejemplos recientes del mismo estudio, aunque con diferente tecnología, el espectáculo es apetecible.
A algunos de los seguidores del cine de animación, el arranque de ‘Bolt’ no les gustará, les dará la impresión que estamos ante un videojuego, el punto comercial del que hablábamos, pero el mismo es tan abrumador que no puedes hacer otra cosa que agarrarte al asiento y disfrutar de una de los mejores homenajes que se han realizado a las películas de James Bond y sus aparatosos inicios. ‘Bolt’ supone un cambio para Disney tan radical, que no se puede comparar con las últimas entregas animadas de Disney, porque su nivel lo marca Pixar. Y lo deja bien claro desde el principio, sentando las bases con ese descomunal arranque, cerrado de golpe con un puñetazo de la realidad, unido a una dura crítica contra el amor de los directivos televisivos hacia el dinero, frente a la lucha de los que aún defienden el arte y esa pelea contra la historia y el paso del tiempo. Además, presenta una mirada ácida contra la manipulación de los niños actores y estrellas televisivas, de su mente y de su poder de decisión, cierto que suavizado con el viaje del perro. Pero después de eso, ¿qué se puede esperar? Simplemente disfrutar ante el regalo, como bien comenta el propio Lasseter.
Desde el primer momento, lo que más me atrajo de ‘Bolt’ fue el enorme potencial que encierra el protagonista. Para mí, ahí es donde reside la parte emocional de la película. Una película que sólo es divertida, sin emociones, puede ser entretenida, pero la olvidas enseguida. ‘Bolt’ es tan divertida y memorable porque nuestro héroe es un perro que ha crecido en un plató cinematográfico y cree que ese es el mundo real. Es todo lo que sabe. Cuando se enfrenta al mundo real, se da cuenta de que su vida es un espejismo. Se embarca en un viaje apasionante que le llevará a descubrir lo que significa ser un perro de verdad.
‘Bolt’ en realidad es una road movie (la historia cruza Estados Unidos de costa a costa), con un personaje, Bolt, que está buscando su identidad real, no la que le han hecho creer que tiene. Ese es el viaje que emprende nuestro protagonista para recuperar lo único que de verdad le importa, su dueña. Y en ese viaje, trufado de chistes, gracias, y aventuras, Disney (perdón, Pixar), se apunta dos tantos, dos personajes secundarios geniales, palomas de New York aparte: Mittens, una desconfiada, espabilada y superficial gata callejera de Nueva York, y Rhino, un hámster que son palabras mayores entre los grandes secundarios que ha dado esta factoría, y que vuelve a levantar la película cuando parece que va a decaer. Es un minúsculo héroe de acción en ciernes. Acérrimo fan de las aventuras televisivas de Bolt, hasta el punto de memorizar todos los detalles de sus misiones, y convertirse en su fiel escudero, cumpliendo con su obligación y siendo parte de esta aventura con Bolt. Tanto con Rhino, como con el Dr. Cálico, otra genialidad del estudio, y al que Malcolm McDowell cede una gloriosa y malévola voz, Disney ha encontrado un filón.
La película no decae en cuanto a ritmo, e incluso consigue meter alguna de las canciones obligadas por tener a la estrella que tiene, sin que parezca que están metidas con calzador. Para ello aprovecha los descansos de la historia, como es ese camino realizado en dibujo animado, sobre un mapa de Estados Unidos en 2D, y que sigue los pasos del grupo de Bolt. Estas secuencias las debemos poner frente a las más espectaculares, como el asalto a la perrera, bien situadas en la historia para que no se olviden, para hacernos pasar un rato de puro entretenimiento.
¿Y dónde queda Pixar? ¿O dónde va a quedar establecida la separación entre Disney y Pixar? Es algo que también se preguntan en Cartoon Brew, estableciendo una comparación entre los cortometrajes que se rodaron en 1930 de Mickey Mouse y de las Silly Symphonies. Las obras de Mickey Mouse eran el alma del estudio Disney en aquella época, la marca, agradecidas con el público, y que daban a los espectadores lo que ellos esperaban ver. En cambio, las Silly Symphonies eran, por aquellos días, el corazón del estudio, donde se aventuraban tanto Walt Disney como su equipo a investigar y preparar el terreno para su verdadera apuesta, que no era otra cosa que rodar ‘Blancanieves y los siete enanitos’. Llevando el ejemplo a la actualidad, Disney debería ser Mickey y Pixar las Symphonies. Con las películas Disney se buscaría más el apartado comercial y con las de Pixar el riesgo y el arte. Y es ahí donde ahora mismo Lasseter debe decidir qué sentido llevar, sobre todo con el primer estudio, con la idea de si Bolt podía llegar a ser algo más de lo que finalmente ha entregado (y que es bastante bueno).
Desde esta misma película se puede decir, que las obras de Pixar, no son eso, sólo Pixar, sino que pertenecen y son obra de los directores que las dirigen, pese a que se incluyan en un mismo grupo. El punto de vista de Lasseter difiere mucho, en cuanto a contar, rodar la historia y caer en concesiones, de los de Pete Docter, Brad Bird y Andrew Stanton, refiriéndome al producto final. Estos no buscan la satisfacción de la audiencia, tienen como objetivo pelear contra la historia, creando algo perdurable, y ahí es donde ‘Bolt’ puede cojear. Uno se engancha a lo que ve, al principio y al final, pero se pregunta si han terminado haciendo concesiones o han querido marcar el límite entre estudios, sin dejar de lado el pensamiento de Lasseter, que es el que mueve todo esto:
Creo que se necesita hacer muy bien tres cosas para conseguir una buena película, sobre todo si se trata de un largometraje de animación. Contar una historia convincente que mantenga intrigada a la gente. Poblar la historia de personajes atractivos y memorables. Aquí la palabra clave es ‘atractivos’, ya que hasta los chicos malos pueden resultar atractivos. Y después debes colocar esa historia y esos personajes memorables en un mundo creíble, que no tiene por qué ser necesariamente realista, sino sólo creíble para la historia que estás contando. Es muy importante que esas tres cosas encajen. También debes conectar con el público, lo que significa que debes mostrarles algo que les resulte familiar, pero de un modo que nunca habían visto. ‘Bolt’ es un ejemplo perfecto de esta nueva filosofía.
Es ese final de la reflexión, conectar con el público y mostrarles algo familiar, lo que siembra las dudas y modera el entusiasmo y la sorpresa que provoca el pensar que Disney como estudio vuelva a renacer de sus cenizas. Es un primer paso, más bien un salto, visto el pasado. Veremos como continúa el intento.
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