Hace poco os hablaba de 'La Bestia Humana', adaptación del gran Jean Renoir de una novela de Émile Zola. Por segunda vez en su carrera, Fritz Lang realiza una segunda versión de un film firmado por el maestro francés, la primera fue 'Perversidad', revisitación de 'La Golfa'. A pesar de que los dos films se parecen muchísimo, Lang se aparta totalmente del anterior, llevando la historia a su terreno, logrando una película típica de su director donde su particular universo hace acto de presencia de la mejor de las formas.
Un hombre que regresa de la Guerra de Corea a su puesto de trabajo en una empresa de ferrocarriles, se enamora de la mujer de su jefe, la cual oculta un terrible secreto junto con su marido, Obsesionado con ella, se dejará convencer por la misma para deshacerse de la parte molesta, el marido, y poder estar con ella sin ningún tipo de preocupación.
Mientras Renoir se centraba más en el personaje principal interpretado por Jean Gabin, Lang se centra en el matrimonio, concentrando en ellos toda la fuerza dramática de la historia, la cual toma una nueva dimensión en manos del genial director. Estamos ante un melodrama de altura, como los que tan bien solía hacer Hollywood, pero también estamos ante una cinta de cine negro, terreno en el que Lang sabía moverse bastante bien. No es casual que Glenn Ford y Gloria Grahame fueran los protagonistas de su anterior film, la imprescindible 'Los Sobornados', con la que obtuvo tan buenos resultados que pensaron que repetir no era mala idea. Y por mí que hubieran repetido las veces que hiciera falta, porque los resultados vuelven a ser sensacionales.
Glenn Ford estando bien en su personaje, está como en un plano secundario, decisión evidentemente acertada, ya que Lang prefiere turbarnos con el matrimonio que componen la Grahame y Broderick Crawford, una pareja imposible sobre la que nos faltan datos, pero poco a poco vamos comprendiendo su relación. Ella una mujer en apariencia fría, insensible y despreocupada de la vida, él un marido celoso, impulsivo y lleno de rencor y rabia contenida por no poder dar a su mujer lo que ella de verdad necesita. El director se ceba sobremanera en este personaje, genialmente interpretado por el actor, y que lleva hasta más allá del límite. A su lado, brilla con luz propia y cegadora, una Gloria Grahame sencillamente apasionante, llena de morbo y explotando muy bien su sex appeal. Lang interrelaciona a los tres personajes de forma magistral, logrando un mosaico de sentimientos encontrados verdaderamente incontrolable.
Y es que los deseos a los que hace referencia el título están impecablemente retratados en esta película, donde Lang una vez más realiza un estudio sobre el aspecto más oscuro del ser humano. Tres aspectos de una misma pasión, tres formas de enfocar nuestros deseos y de que éstos no nos controlen. Sentimientos entrelazados como las vías de ferrocarril cuando se llega a una estación en la que multitud de raíles convergen, y el camino a seguir no parece claro. Eso, y mucho más, deja patente Lang en su película.
Una película magistral, poderosa, como casi todos los films de su autor. Hasta hace poco estaba editada en dvd, pero fue descatalogada por la distribuidora. A ver si una día hay suerte y se deciden a sacar una edición mejorada, aunque supongo que para eso tendremos que rezar mucho.
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