'El Apartamento', el espejo roto

'El Apartamento', el espejo roto
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Una de las mejores cosas de ser cinéfilo, a parte de disfrutar del cine en sí, es disfrutar de las películas en compañía de alguien, sobre todo si se trata de una película "importante" que ese alguien no ha visto. 'El Apartamento' es un film mítico donde los haya, pero eso no significa que todo el mundo lo ha visto ya. El otro día, celebrando años y años de amistad cinéfila con uno de esos amigos del alma decidimos revisitar este film, para muchos el mejor de Billy Wilder. Y lo hicimos acompañados de dos personas que desconocían por completo la existencia de esta película. Fue un auténtico placer comprobar que a pesar de las diferencias y de los gustos, cuando algo es bueno, qué cojones, es bueno de verdad y todos lo disfrutan por igual. Esa también es la magia del cine.

¿La película? pues perfecta desde todos los puntos de vista. El argumento es harto concido por todos: C.C. Baxter es un oficinista que trabaja en una gran empresa llena de miles de empleados, pero que él destaca por encima de todos por algo muy peculiar. Vive solo en un apartamento que de vez en cuando, realmente muy de vez en cuando, deja a los altos ejecutivos de la empresa para que lleven allí a sus ligues. La cosa se complica cuando Baxter se enamora de la ascensorista, la cual tiene un lío con el jefe de Baxter.

El guión es obra del propio Wilder y de uno de sus colaboradores habituales I.A.L. Diamond, y es sencillamente uno de los mejores guiones que jamás se hayan escrito, lleno de pequeños detalles y de frases antológicas. Es memorable el momento en el que MacLaine se mira al espejo roto de mano y dice: "Me gusta mirame en él, porque veo cómo me siento". Con esa frase se resume prácticamente la esencia de la película. Y el espejo en sí juega un papel importantísimo en la historia ya que protagoniza uno de los momentos de guión más ejemplares que se hayan visto en una pantalla. Gracias a ese singular objeto, un personaje descubre algo que el espectador ya sabe desde hace un rato. Ese simple detalle de guión, magistralmente narrado, cambia por completo la perspectiva del protagonista y por consiguiente, el devenir de la historia. Hitchock definió una vez que el suspense era algo que conocía el espectador y desconocía el personaje. Wilder lo aplica aquí en una tragicomedia, y lo hace de forma asombrosa, como sólo él sabía hacerlo.

Tragicomedia en la que quizá haya más de trágico que de cómico, porque no estamos asistiendo en absoluto a una película en la que se nos cuente algo agradable. Pero la inteligencia de Wilder lleva hasta las últimas consecuencias esa sabia mezcla, ya que adorna de pequeños momentos graciosos instantes que son enormemente dramáticos. Y lo hace utilizando frases en boca del personaje principal, que nos hacen reir, pero al instante siguiente ya estamos serios. Atención al momento en el que Baxter se encuentra con una mujer en un bar. Ambos se emborrachan y se cuentan sus penas, el momento parece cómico, pero no lo es.

¿Los actores? pues perfectos también. Jack Lemmon ha pasado a la Historia por interpretar este papel, y también otros. Pero su composición de C.C. Baxter es de lo mejorcito de su carrera. Sólo un actor como Lemmon es capaz de imprimir al personaje esa melancolía que desprende, al mismo tiempo que puede hacernos reir o llorar. Y es que Lemmon fue uno de los pocos actores que sabían perfectamente moverse entre la comedia y el drama, dominando ambos géneros. A su lado, la siempre maravillosa Shirley MacLaine, como la ascensorista de la que se enamora Baxter, una mujer perdidamente enamorada del jefe de aquél, capaz de ver dentro de las demás personas, pero incapaz de salvarse a sí misma. El plano final entre ambos actores es único. Nunca jugar a las cartas tuvo tanta importancia.

El tercero en discordia es Fred MacMurray, que al igual que Lemmon ya había trabajado con anterioridad con Wilder. Mac Murray nunca fue un gran actor, pero cuando un director le dirigía, y en aquella época había muy buenos directores de actores, solía componer personajes inolvidables. Éste es uno de ellos. El típico hombre casado que nunca dejará a su mujer, con todo lo que eso significa. Igualito que en la vida real: nunca dejan a su pareja.

¿La dirección? pues también perfecta. El gran Billy Wilder realiza un trabajo enérgico, lleno de dinamismo, sin una sola bajada de ritmo. Con la cámara nos mete dentro de los personajes, en sus miserias, en sus alegrías, en sus sueños. Utilizando el scope en un film en el que no tendría por qué hacerlo, de forma asombrosa, nos narra una historia intensísima, y que nos llega hasta lo más profundo, y con la que muchos pueden sentirse identificados. Yo creo que todos. Wilder incluso se permite el lujode insertar algún elemento como si se tratara de un thriller, y si no atención a la escena en la que MacLaine sube a toda prisa por la escaleras hasta que la cámara recoge un primer plano de su rostro sorprendida por haber oído ¿un disparo? IMPRESIONANTE.

Una obra maestra, absoluta, redonda, total y definitiva. Puede verse las veces que sean, nunca cansará, siempre sorprenderá. Y lo hará como si fuera la primera vez. Nos reiremos y nos emocioanermos como nunca, una y otra vez, una y otra vez. Porque esa también es la magia del Cine. La magia de 'El Apartamento'.

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