Algunas historias solo pueden contarse desde el respeto, la comprensión, y la humildad, porque ya por si mismas contienen todos los ingredientes necesarios para conmover, sacudir, e invitar a reflexionar.
Esto, que muchos directores olvidan, convirtiendo algunos dramas cotidianos en auténticas parodias, Gianni Amelio lo tenía muy claro, al rodar Las llaves de casa. El mismo lo admitía de esta manera.
El error más grave que podría haber cometido hubiera sido tontear con el narcisismo de la cámara, buscando un poco de bravura formal. Aquí estamos en una película de personajes o, mejor aún, de personas, por lo que hice todo lo posible para mostrar del modo más realista el trasfondo de la historia.
Y eso es exactamente lo que consigue, transmitir, en lugar de limitarse a mostrar, los sentimientos contradictorios de Gianni, un padre que se encuentra con su hijo discapacitado, por primera vez, pasados quince años desde su nacimiento, enfrentándose a la culpabilidad por haberlo abandonado. Kim Rossi Stuart interpreta a la perfección a este hombre asustado, avergonzado en ocasiones, afectuoso siempre, y sobretodo contenido en su dolor, de forma inquietante.
Andrea Rossi, debuta en el cine, compartiendo con su personaje, Paolo, la edad y una cierta minusvalía psíquica. Él es el centro de la película, su mirada, su sonrisa, las palabras repetidas, como escudo, la inocencia. En cada gesto, consigue reflejar el cariño, la ausencia de rencor, la ilusión, el amor incondicional hacía un padre al que acaba de conocer. Entre Andrea Rossi y Kim Rossi Stuart, existe una conexión impresionante, sobrecogedora.
Pero también destaca Charlotte Rampling, con quien coinciden en el hospital de Berlín donde tratan a Paolo. Una mujer de sonrisa serena, tranquila, que ha dedicado toda su vida a cuidar de su hija discapacitada, y que con sus palabras ayudará a Gianni a aceptar su situación. Sin perder su gesto siempre amable, pero no dando lugar a falsas esperanzas. Real, como todo lo demás, sin sentimentalismos absurdos, ni gestos exagerados, pero con algunos diálogos contundentes, de los que no se olvidan.
Antes de finalizar la película, ya has empezado a replantearte tus prioridades, tu forma de vivir, de entender el amor, las relaciones, lo que realmente debería importarte. Cuando acaba, los mismos pensamientos, están ahí, dando vueltas, tomando forma, mezclándose con la historia presenciada. Pasados unos días, esos sentimientos, esas imágenes, ya forman parte de tu vida, por tiempo indefinido.
Las llaves de casa, es uno de esos filmes aparentemente sencillos, pero que dejan huella, consiguiendo además que la mayor parte del tiempo, olvides que estás viendo una película.
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