'The Mandalorian': escalope con patatas para solucionar el odio en el fandom de 'Star Wars'

Ha acabado ‘The Mandalorian’ con alto revuelo, consenso general y aplausos generalizados, por una parte de los fans de la saga ‘Star Wars’, los aficionados a la televisión y el cine de aventuras y por otra los de los propios directivos de Disney+, que tienen mucho que celebrar tras el consenso crítico y de público de que su segunda temporada ha sido espectacular y memorable, con muy poquito que reprochar salvo, claro, la propia naturaleza del producto.

Y es que ‘The Mandalorian’ sabe a bálsamo, a parche y corrección con mea culpa de la casa del ratón, por haber errado el tiro en la primera intentona. Ahora parece como si los turbulentos 5 años de 2015 a 2020 hubieran sido un campo de pruebas, un periodo de borradores bajo la apariencia de lo que realmente era: una oferta sincera de lo que se esperaba de ‘Star Wars’ en el siglo XXI. Pero el paladar exquisito de los fans de la saga no aceptó todo el menú, o al menos todos los platos no contentaban a todo el mundo.

SPOILERS de toda la segunda temporada

Si la nueva trilogía parecía una reacción contra el acartonamiento digital de las precuelas del creador del tinglado, en la que hubo incluso jugadas maestras como comprarle las ideas al viejo George para meterlas en un cajón bajo llave, cual anillo único para que nadie pudiera llegar a tocarlas, acabó siendo un vertedero de bilis para todo tipo de fans: los policías de la nostalgia, las ratas de foro incel, los fans-papás desencantados, los cinéfilos de monóculo y los inspectores técnicos del ministerio de cancelación, con sus cuadros de verificación de la moral correcta.

Si no le gusta, le traigo un escalope

El resultado es que, de cinco películas, pocos se ponen de acuerdo para salvar una en concreto y la conclusión general es que parece que las tres nuevas son incluso peores que las precuelas. Resulta que en Disney, que se las prometían felices, se dieron de bruces con la realidad de las redes sociales, el boicot, la gresca y los escupitajos en la vacinilla de esas nuevas entregas que no daban la talla. La consecuencia fue abortar misión de spin-offs y “tomarse un tiempo” para irse al rincón de pensar.

Pero lo cierto es que la respuesta ha seguido la misma lógica que en sus estrenos navideños, solo que apostando los millones por su plataforma en Disney+. El resultado es la segunda temporada de ‘The Mandalorian’, en donde se ha reducido cualquier elemento de riesgo al mínimo, inyectando millones en tecnología y escenas de acción sin freno. Delimitando los elementos emocionales y los personajes a arquetipos y esquemas, reduciendo la paja hasta la última ramita y dejando solo el grano. El back to the basics supone una simplificación de concepto infalible.

Si al niño el plato de especias raras, siempre podemos freírle un escalope con patatas. Porque, sin ningún tipo de ánimo peyorativo del gusto de cada uno, no hay nadie al que no le guste un poco de carne bien machacada para que esté tierna, envuelta en cobertura crujiente calentada en rica grasa llena de energía. ¿Hay algo de malo en ello? Absolutamente nada, es tan bueno como cualquier otra cosa, pero es un plato sin mucho riesgo, una apuesta segura cuyo mayor éxito es que siempre apetece y que, en el peor de los casos, no molesta y se sirve como opción para cuando no ha gustado la primera opción.

“This is the Way”

Esto se traduce en ‘The Mandalorian’ en aproximadamente 120 millones para ocho episodios —hay fuentes que elevan la cifra a 20-25 millones— en los que algunos de ellos tienen 35 minutos de duración, esto es, hay más dinero en una hora de la serie de ‘Star Wars’ que en las dos y pico de ‘Mank’ (2020). Y cada dólar aparece en pantalla, claro. Normalmente un episodio se compone de una pequeña introducción que nos lleva a una primera escena de acción que para introducir al personaje exposición, esto es, un secundario que explicará su problema.

En cada lugar de la galaxia tendremos a uno de estos con el que se cuadrará un plan para la misión, que se saldará con una o dos gloriosas secuencias de acción que llenan la mayor parte del episodio. Hay una pequeña trama general que ya aquí reduce los juegos de traiciones, personajes grises y aliados dudosos de la primera temporada para encadenar la misión al encuentro de distintos personajes ya conocidos por los fans más completistas, que básicamente se limitan a indicar a Mando que lleve al niño al siguiente punto para acercarlo a su destino final.

Un macguffin de piel verde que es la excusa perfecta para desarrollar una gimkana de aventuras galácticas, masacres sin piedad de soldados imperiales y grandes persecuciones en nave con cualidad cinematográfica vertiginosa e intachable. Todo aderezado con la máxima “this is the way”, dirigida directamente a los fans regocijantes, que repiten en sus redes el haiku asintiendo en comunión “¡así si, coño!, anotando de nuevo las connotaciones de western clásico y referencias a Kurosawa.

La falacia de los seriales

En esta euforia también se anota que el secreto del éxito es a búsqueda de lo que hacía funcionar a la primera ‘Star Wars’, esa invocación a la diversión viejuna de “los antiguos seriales” a los que hacía homenaje George Lucas en nombre del pulp, con una cínica inquina a todos esos elementos de culebrón congénitos al género, pero que no apetece recordar. Porque la trilogía original tenía kilos de mística, lágrimas, enredo amoroso y culebrón familiar.

Pero como replicar en el cine esa experiencia ha despertado reacciones airadas —"me han matado a Han Solo, Luke Skywalker no puede tirar su sable, Luke Skywalker no puede redimirse y volver a coger su sable, pues muy mal que se besen Rey y Ben Solo" etc…— la alergia a todo lo relacionado con la fuerza, dinastías y personajes ha concluido en el éxito de la limitación no iconoclasta, la regurgitación de los momentos que sí funcionan, atados escena con escena a través de un hilo conductor invisible.

Si el Episodio IV era una puesta al día de los seriales que veía Lucas, ‘The Mandalorian’ parece un homenaje a los que veían Jon Favreau y Dave Filioni, los programas de televisión de la NBC como ‘El coche fantástico’ (Knight Rider, 1982-1986) o ‘El equipo A’ (1983-1987), incluso a las de ABC como ‘MacGiver’(1985-1992), en las que los héroes iban cambiando de emplazamiento para ayudar a desfavorecidos o salvar pueblos de tiranos, militares, contrabandistas y otros delincuentes. La serie de Disney+ no solo se parece en su estructura, sino que comparte un tono juvenil aséptico similar, adaptado para todos los paladares pero con chorros obscenos de presupuesto para conseguir otra impresión externa.

Bienvenidos a La nueva república

Hay mucho espíritu de tebeo, mucha serie B con presupuestos de ocho series A y una reverencia a los clásicos del cine, que más que minipelículas de ‘Star Wars’ parecen episodios deFirefly’, pero con mejores efectos especiales y personajes sin carisma. Es curioso cómo la serie trata de aplicar un carácter de peso a Cara Dune (Gina Carano) o Greef Karga (Carl Weathers), que no acaban sirviendo más que de apoyo logístico de Mando y excusas para conectar la red de personajes. En ocasiones hay momentos en los que parece que el espíritu de ‘Xena, la princesa guerrera’ invade la serie.

Pero lo cierto es que al final, la segunda temporada es también un expositor. La presentación de gente que viene y pasa por allí tiene ese punto de muestrario de cortesía, de primera toma de contacto para, te guste o no te guste, tener una referencia de lo que vas a ver en lo que se avecina. Series como ‘Ahsoka', 'The Book of Boba Fett', ' y 'Rangers of the New Republic', serán spin offs dentro del spin off que conformarán un microuniverso con sus crossovers como el ‘Arrowverse’ de DC. Bienvenidos a la nueva república de Disney+.

La idea de aumentar la nómina hasta a 12 series da vértigo sabiendo que la supuesta fórmula magistral de la nueva ‘Star Wars’ es la atomización de sus elementos. Si ‘The Mandalorian’ aboga por el aspecto de aventura de piratas, otra ocupará el lado más místico, etc, etc. Ya no hay vuelta atrás, después de todo, la idea de ‘Star Wars’ como evento, como estreno mágico en las salas de cine había ya dejado de tener ese efecto de bálsamo intergeneracional, ahora para convertirse en las lentejas, si quieres las tomas, si no las dejas.

El comodín del Joker: el retorno del fan service

The Mandalorian’ parece jugar a su propio juego, pero lo cierto es que incluso su arrolladora segunda temporada ha acabado con la marca de la casa de la nueva necromancia digital Disney. El último episodio de la temporada 2 tiene un cameo de Mark Hamill, el Joker de la serie animada de Batman, haciendo aquí de comodín real, retomando de nuevo su papel de Luke Skywalker en los momentos finales, en una aparición llena de acción acumulada en 2 minutos que parece decir “esto es todo lo que queríais ver en ‘Los últimos Jedi’ y os racanearon ¿Ehhh?, ¿Ehhh?”. ¿Más escalope?

La elegía elegante, casi asceta, del mejor momento de la película de Rian Johnson se resuelve aquí con una reedición paso a paso del impúdico momento Darth Vader de la ortopédicaRogue One’, coronado de nuevo con un muñecote de cera digital. No es fan service, es, de nuevo, fan fiction que te da un sopapo en la cara y te hace bajar de la nube, con esa migaja de emoción postiza de la despedida de Baby Yoda, un momento con cierta autenticidad sentimental, hasta que te das cuenta que es una reedición casi plano a plano del final deGremlins’ (1984). Caray, si hasta Grogu parece un Mogwai en versión gato egipcio.

Y es que por mucho que se trate de negar la evidencia, la presencia de Ahsoka Tano, Bo-Katan Kryze, Thrawn, o Boba Fett, responden a una nostalgia idéntica al de los estrenos en el cine, con el agravante que son personajes menores, algunos solo importantes para los muy cafeteros. A veces incluso se olvida que Grogu no es más que un muñeco chico de Yoda, incluso el segundo episodio está basado en un descarte deEl imperio contraataca’, un imperio que sigue con su destructores, con cazas, con sus stormtroopers y sus sables.

Pero que ‘The Mandalorian’ trate de justificar su pertenencia al universo ‘Star Wars’ no es mayor problema. Su gran mérito, aparte de funcionar como un entretenimiento preciso y lleno de espectáculo, es lograr surfear la ola de toxicidad asociada a los estrenos de cine de la saga. Quizá por su formato corto, porque lo ves en tu casa, con el culo sentado en el sofá, no tiene mayor importancia y tragamos mejor lo que nos echen. Puede que porque nos hemos acostumbrado al escalope con patatas, tan sencillo, y tan resultón que nos funciona hasta precocinado y a la sartén, ya ni siquiera pasando por el engorroso ritual de moverse hasta el restaurante y pedirlo a un camarero.

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