Hacer una serie es muuuuuuuuuuy difícil. Primero necesitamos una buena premisa, y luego, que la misma tenga recorrido. Ése era el miedo que algunos teníamos con 'The Last Man on Earth'. La idea no podía ser más divertida: un virus apocalíptico que asolaba a la humanidad y un hombre solitario en ese enorme y vacío mundo.
Pero la serie cumplió con las expectativas y jugó a favor todas las herramientas de que disponía para dejarnos una primera temporada alocada y frenética. Teníamos muchas ganas de volver a encontrarnos con Phil Miller y cía (y no nos referimos simplemente a esa colección de pelotas que suponen el homenaje más extremo a 'Naúfrago') en la segunda temporada que acaba de arrancar.
¿Qué pasa con los vivos?
Hemos empezado temporada con un espíritu nuevo, tal y como ya vivimos el inicio de la serie: Phil y Carol, a lo grande, viajan en un bombardero y se instalan en la Casa Blanca donde tenemos algunos irreverentes gags visuales que no pueden dejar de divertirnos: desde esa piscina llena de tequila en el Despacho Oval, a la escena amorosa de los dos bustos presidenciales.
Pero después, esta serie creada por un inspirado Will Forte nos devuelve a la realidad y al conflicto pendiente: Carol echa de menos a los amigos de Tucson, un lugar al que Phil no quiere volver. Luego, (¿cómo es posible sufrir tanto con una serie de humor?) vivimos la tragedia de una inesperada separación entre nuestros protagonistas que no se ha resuelto.
De hecho, se abre un nuevo misterio. Phil regresa a Tucson para descubrir que el antiguo vecindario está totalmente arrasado. Ni rastro de los vivos. Vale, está bien, basta de drama, podéis hacerme reír otra vez. ¿No? No. Llegamos al gong que marca el final del primer capítulo con una desolación absoluta. Así se ganan a los espectadores, haciéndoles enfermar por saber lo que sucederá. Mientras tanto, muchas ganas de ver interactuar a los dos hermanos Miller, en previsión de que ese astronauta (y su gusano Terry) pueda volver a la Tierra.
En ¡Vaya Tele! | 'The Last Man On Earth', ¿pura genialidad o simple excentricidad?
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