‘The Following’ es una broma. Sé que algunos pensaréis “¿tanto has tardado en tarde cuenta?”, pero yo he llegado a esta conclusión tras empezar su segunda temporada. Tiene que ser algún tipo de experimento socio-televisivo sobre los límites del espectador y hasta dónde es capaz de llegar su suspensión de la incredulidad. Sólo así tienen sentido todos los despropósitos del primer episodio, del segundo y probablemente del resto de temporada. ¿Había margen para escribir algo menos inspirado? No. Pero sí hizo algo muy bien: recaer en todos y cada uno de los errores que se le criticó en su primer año. Enhorabuena.
Antes se podía argumentar que los errores cometidos eran provocados por la falta de perspectiva. Cuando comenzó a emitirse, ya se habían rodado unos cuantos episodios y se podía pensar que los guionistas no tenían margen de maniobra, no eran conscientes de lo frustrante que podía ser su serie. Por esto quería ver esta segunda temporada: habían tenido tiempo de revisionarla, ver los defectos y rectificar aquello que no funcionaba. Cuando toda la crítica se metía con los mismos elementos, quizá era buena idea mejorar. Pero, al igual que hicieron los responsables de ‘Homeland’ en otoño creando otra trama innecesaria y con novio a Dana, ellos se han repetido con alevosía. Vayamos punto por punto.
La resurrección precoz
Ha pasado un tiempo desde que una discípula de Joe Carroll mató a Claire delante de sus propios ojos. Como nos avisan que efectivamente hace un tiempo, que él ha abandonado la bebida otra vez y que no forma parte del FBI, pues creen que ya estamos preparados para meternos de lleno en otra macro-conspiración. ¿Dejamos un poquito de margen para ver cómo es Ryan sin una investigación activa? ¿Dejamos que se planten las semillas de un regreso antes de anunciarlo a bombo y platillo? ¡Por supuesto que no! Unos tipos con máscaras con el rostro del líder cunden el pánico en el metro, se pasan por los cuchillos a unos cuantos individuos y encima nos muestran que Joe sigue vivo, como si se tratase de una sorpresa. ¡Por favor, que sabemos que el actor James Purefoy sigue en nómina! Y adiós a la posibilidad de construir el caso y la tensión poco a poco.
Ryan, Joe y otros chicos del montón
Joe Carroll, por más que fuese su intención, jamás ha sido el carismático psicópata que tenía que ser y su aparición, además de ser previsible, fue directamente mediocre. Él, su barba y su enésimo escondite regentado por enfermos mentales resulta mucho menos interesante de lo que debería. En el lado opuesto tenemos a Kevin Bacon cobrando cheques por interpretar al peor detective de la televisión. De hecho, es tan inútil que a ratos es inevitable ir a favor de los asesinos que se encuentra, ni que sea para ver si aprende algún tipo de lección. Porque este hombre jamás aprende.
Decisiones estúpidas
El dicho de “eres más lento que el caballo del malo” no puede aplicarse a ‘The Following’. Aquí es al revés. Los policías siempre van con retraso a todas partes y son incapaces de reaccionar ante situaciones complicadas. Pongamos, por ejemplo, a Ryan Hardy en el segundo episodio: está luchando contra un delincuente y, cuando ve que tiene un hermano gemelo, se bloquea. En serio, no puedes perder de vista que estás sentado encima de un psicópata.
Pero lo peor es su actitud. Como fue tan bien cuando él dirigía la investigación contra Joe Carroll, cree que su mejor opción es maltratar a su ex-compañero, investigar el caso por su cuenta con su sobrina e ir a los sitios solo y sin avisar a nadie. “Las sirenas les pondrían en alerta”. Claro, pero seguir al pie de la letra las instrucciones de unos psicópatas sin chantaje de por medio es una decisión absolutamente inteligente. Por favor.
Los seguidores y sus rabietas
Ahora Emma lleva estética punk y vive en una comuna de seguidores de Carroll en Nueva York, donde hay la mayor investigación contra Carroll y ellos. Tampoco sabe que Joe sigue vivo pero conoce el canal por el que él se comunica con el exterior y los suyos, lo cual no tiene ningún sentido. Ahora los cabecillas de la operación son dos gemelos interpretados por Sam Underwood, el novio de Dana en ‘Homeland’, lo cual ya es el colmo, y no son tan inquietantes como deberían. Pero lo irritante es que tengan unas interacciones otra vez inverosímiles con el resto de compañeros ansiosos de sangre. Se sigue otra vez un estilo teen y, si tengo que ser sincero, todavía no entiendo esta filosofía de Kevin Williamson con respecto a las relaciones entre psicópatas. No entiendo las normas no escritas, su total normalidad y su comportamiento adolescente. ¿Soy el único que siente que algo no encaja?
De truco en truco y repito porque me toca
Y todos los giros de guión y todos los momentos tensos son repeticiones de situaciones ya vistas en la mayoría de los casos, cada vez más previsibles y aburridas. El giro de los gemelos se vio venir desde el primer segundo y no es tan impactante como para que vivamos otra vez esa perplejidad desde la perspectiva de Ryan Hardy. Es como si los guionistas creyesen que es un concepto mucho más potente de lo que realmente es.
También tenemos otra vez a una damisela en apuros, se ve a venir que en cualquier momento algún conocido de Ryan será un psicópata, otra vez todos los investigadores prefieren ir por su cuenta y boicotearse en lugar de ir al unísono, y las escenas terroríficas no son impactantes. Como he dicho, los gemelos son una decepción y la resurrección de Joe Carroll mediante el asesinato de un cura no fue el clímax que debería. Por lo tanto, o se sigue como si fuese una broma, o mejor dejarla.
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