¿Sentís eso? ¿Esa extraña sensación de vacío en el pecho que os impide coger el mando a distancia del televisor —o el ratón de vuestro ordenador— para seleccionar una serie o película que ver? Si es así, es que, probablemente, ya hayáis terminado de ver el séptimo y último capítulo de la, a su vez, séptima temporada de 'Juego de Tronos'.
Se acabaron las opiniones polarizadas, se acabó el odio hacia la nueva deriva narrativa de la serie y se acabaron las teorías disparatadas durante, al menos, un año. Por suerte, esta ausencia de emociones semanales ha venido precedida del mejor episodio de los últimos dos meses. En su recta final, la séptima temporada ha encontrado de nuevo, aunque ni de lejos en su totalidad, la esencia que todos los fans echábamos de menos.
Montajes excesivamente picados y directos al grano, golpes de efecto grandilocuentes y batallas en las que el espectáculo se alzaba como principal atractivo han dejado paso, de nuevo, a las largas conversaciones, triquiñuelas políticas y rencillas familiares que han convertido a 'Juego de Tronos' en el fenómeno de masas catódico que es hoy en día. Y nosotros, agradecidos.
Bienvenidos seáis, pues, a este último recap del año que, pese a estar cargado de sensaciones contradictorias y alguna que otra insatisfacción, está compuesto de unos cuantos ingredientes que harán las delicias del fandom. Veamos qué ha pasado en estos últimos 81 minutos de traición, muerte, destrucción y —¡oh, si!— sexo incestuoso.
Invernalia: ¡Bye bye, Baelish!
Antes de sumergirnos en el grueso de 'El dragón y el lobo' —así se titula el episodio—, y de preguntarnos cómo narices han llegado las tropas de Inmaculados a las afueras Desembarco del Rey si estaban aisladas en Roca Casterly desde hace varios capítulos después de que los Greyjoy se destruyesen su flota, pasemos por la fría Invernalia, donde la rivalidad entre las hermanas Stark está a punto de tocar a su fin.
La trama menos inspirada de la temporada se ha resuelto de forma tan previsible como poco emocionante, y con un final tan pobre como humillante para uno de los personajes más inteligentes, carismáticos y honorablemente despreciables de toda la serie. No importa cuánto nos hayan hecho creer que Sansa y Arya estaban forjando una enemistad irreconciliable; no importa que vuelvan a incidir en mostrarnos a Meñique manipulando como solo el sabe. Era el momento de estirar la pata de Lord Baelish, y todos lo sabíamos.
Es por esto que, a pesar de la secuencia en la que se intenta reforzar la supuesta inocencia de la actual señora de Invernalia frente a un Baelish implacable y demasiado obvio en sus maniobras, no hubo lugar para sorpresa alguna cuando Sansa mandó a llamar a su hermana pequeña a juicio. Había gato encerrado, y la respuesta al enigma no pudo ser más agridulce.
Dar muerte de forma tan humillante a un personaje que ha sobrevivido siete años al cruel mundo de 'Juego de Tronos' sin prácticamente tocar una sola arma ha sido, cuanto menos, inapropiado. Ver al brillante Meñique arrodillado pidiendo clemencia, casi lloriqueando —¿sería cierto u otra de sus mentiras?— antes de que Arya le cortase la garganta ha sido de todo menos satisfactorio. Además, que los guionistas hayan estado anticipando hasta la saciedad la única muerte "impactante" temporada le ha quitado toda la gracia. Una verdadera lástima.
Reencuentros (in)deseables
Corramos un tupido velo y dejemos a las féminas Stark felices y contentas aguantando el invierno en compañía, porque lo verdaderamente importante esta semana ha comenzado junto a la retahíla de esperados reencuentros que han acontecido en la antesala de la gran reunión entre archienemigos en Pozo Dragón.
Después de ver cómo las tropas de Inmaculados han salido vete tú a saber cómo de su aislamiento en Casterly Rock para rodear junto a los Dothraki Desembarco del Rey —por si las moscas—, Jon, Jorah, Tyrion, Davos y compañía llegan a la capital de Poniente a reunirse con la infame Cersei, escoltada por su hermano/amante Jaime, su pretendiente Euron, su mano Qyburn y el temible Ser Gregor.
Antes de entrar en Pozo Dragón, nuestros protagonistas nos dejan unas cuantas perlas en una dinámica muy similar a la vista en el anterior episodio entre el escuadrón suicida de Jon. Tyrion y Podrick se reencuentran en un instante muy emotivo interrumpido por un Bronn tan cachondo y carismático como siempre; Sandor Clegane y Brienne intercambian un par de frases con cierta ternura, como si fuesen los padres adoptivos de Arya... Unos momentos de calma antes de que la tensión empiece a dominar la atmósfera.
Con los héroes ya en el lugar de reunión el miedo a una encerrona es cada vez más palpable; no obstante, las cosas se relajan —en cierto modo— con la aparición de la reina y su séquito, dando inicio a las hostilidades. Pero... ¿dónde está Daenerys? La Targaryen, como no podría ser de otro modo, llega —tade— luciendo palmito y amedrentando al personal a lomos de Drogon. Y es que nada dice "estáis condenados" como una entrada triunfal sobre una bestia alada escupe-fuego.
Alianzas truncadas
Con ambos bandos sentados y dispuestos, a priori, a dialogar, el juego dialéctico en busca de una tregua para combatir un mal mayor se inicia con Tyrion, a quien Euron intenta vacilar infructuosamente —¿chistes de enanos a estas alturas? por favor...—. Después de varios ataques verbales entre Dany y Cersei, y en vista de que la cháchara de Tyrion no va a ser suficiente, Jon decide pasar al grueso de la reunión sin más espera.
El bueno de Sandor Clegane entra en escena con un baúl gigantesco que guarda al colega no-muerto que Jon y sus chicos hicieron al otro lado del muro la semana pasada. Recordad el primer plano de Cersei reaccionando ante la criatura, porque puede que no volvamos a ver a la reina tan asustada en lo que queda de serie. Parece que el numerito con el soldado raso del Rey de la Noche y su posterior desmembramiento ha tenido el efecto deseado.
Jon explica cómo se les puede matar y la amenaza que supone, Daenerys corrobora lo dicho por Jon y mete el miedo aún más en el cuerpo a los Lannister y sus aliados, y Cersei propone aceptar el armisticio con una condición: que el —no por mucho tiempo— bastardo Stark jure que, tras la batalla con los Caminantes Blancos, se mantendrá imparcial en el Norte. Como es de costumbre, Jon confunde tener valores con ser idiota y manda todos los avances al garete diciendo que ya ha doblado la rodilla.
Todos se echan las manos a la cabeza ante la reacción del señor Nieve —todos menos Euron, que se ha ido por patas a las Islas del Hierro después de ver lo que se les viene encima junto al invierno—, y Tyrion, armándose de valor, decide ir a hablar con su odiada hermana para intentar hacerla entrar en razón. Suben las apuestas.
Cersei, reina del engaño
Nada puede gritar "fraticidio" más alto que meter a Cersei y Tyrion Lannister en una misma habitación tras todo lo que ha llovido en 'Juego de Tronos'. Para alivio de muchos —por no decir de todos—, las provocaciones de Tyrion por que su hermana diese la orden a Ser Gregor para partirle por la mitad fueron infructuosas, y terminó convenciéndola —tras un poco de sentimentalismo y descubrir que está embarazada— de que aceptase las condiciones para la tregua.
Tyrion regresa a Pozo Dragón cortando el rollo a Jon y Daenerys que están a punto de darse el lote delante de todo el mundo dando las buenas nuevas. Con todo solucionado —aparentemente—, el grupo vuelve a Rocadragón para establecer un plan de ataque —o defensa— frente al Rey de la Noche y, de paso, para ver cómo Theon tira de agallas para volver a ser el Greyjoy que lleva dentro e ir a rescatar a su hermana Yara.
Donde no se lo están pasando es en Desembarco del Rey, donde Jaime es consciente de que Cersei no tenía ningún tipo de intención de cumplir sus promesas. No hay tregua que valga ni tropas Lannister que defiendan Poniente. Desde el falso armisticio hasta la huída de Euron, que no ha huído, sino que ha ido a Essos para recoger al inmenso grupo de mercenarios de la Compañía Dorada, todo es un plan para traicionar —de nuevo— a sus enemigos.
A Jaime no le sienta nada bien lo que escucha y actúa como el Valonqar sin necesidad de asestar una sola puñalada a su hermana. Ha acabado con ella del modo más sencillo posible: abandonándola y dejándola a su suerte de una vez por todas en Desembarco del Rey mientras las primeras nieves llegan al sur. "Cuando cae la nieve y sopla el viento blanco, el lobo solitario muere, pero la manada sobrevive", dirá Sansa algo más adelante. ¿Casualidad? No lo creo.
Secretos a gritos y cliffhangers igual de anticipados
La recta final de 'El dragón y el lobo' nos lleva junto a Samwell Tarly, que llega a Invernalia desde Ciudadela con noticias frescas y sorprendentes. Un secreto que pondrá patas arriba Poniente y que todos llevamos sabiendo desde hace infinidad de episodios, así que el factor sorpresa ha quedado completamente arruinado; aunque no del todo.
Bran, que utiliza sus poderes para lo que quiere —y a criterio de los guionistas— sabía que Jon no era hijo bastardo de Ned Stark, pero se le olvidaba el pequeño detalle que descubrió Gilly: la unión Targaryen-Stark fue legítima, lo que convierte a Jon en el primero en la cadena de sucesión al trono. Además, se nos ha revelado su verdadero nombre, que no es otro que Aegon; una maniobra de los guionistas para callar a los lectores de "Canción de Hielo y Fuego" que llevan meses preguntándose qué hay de este personaje. Mal.
El misterio se ha revelado de forma oficial y, al fin, aquello de doblar la rodilla ha dado sus frutos, permitiendo que el Rey en el Norte y la Madre de Dragones hayan podido intimar como los siete dioses mandan. Pero, ojo, porque Tyrion observa cómo Jon entra al camarote de Dany con un semblante preocupante y siniestro, que da a entender que, o está colado por la Targaryen, o se ha ido de la reunión con su hermana con mucha más información de la que nosotros tenemos.
El broche de oro del capítulo lo pone, como no podía ser de otro modo, un cliffhanger que veníamos viendo de lejos en el que el Rey de la Noche y sus huestes atraviesan el Muro tras destruirlo a golpe de hálito de dragón no-muerto. Con el invierno soplando en la nuca de nuestros enemigos, Tormund y Dondarrion desaparecidos, y después de un capítulo que, pese a sus flaquezas, ha sido el mejor de la temporada, nos despedimos de 'Juego de Tronos' hasta, al menos 2018.
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