Lo demostró en la primera temporada y lo ha confirmado en la segunda: Lena Dunham (o su alter ego, Hannah Horvath) es la voz de nuestra generación. Lo que nos ofrece en 'Girls' es arte en forma de episodios de treinta minutos, alejado del cliché barato de la juventud pija y ricachona que nos venden en otras series "juveniles", mostrando la realidad de una generación con escasas oportunidades, asqueada del mundo, aislada y fracasada, en busca de un sueño que rara vez somos capaces de conseguir. Y, entre tanto, practicamos sexo.
Con esto, 'Girls' se ha alejado definitivamente de la comedia y se ha convertido en el drama que debió ser desde un principio. Las trazas dramáticas de los primeros episodios se han potenciado, e incluso los restos de comedia (como el TOC de Hannah en esta recta final) han tenido un trasfondo más bien tétrico. Lena nos ha destrozado mentalmente, ha moldeado unos personajes en los que cualquier espectador de entre 20 y 40 años puede sentirse identificado. Para bien y, sobre todo, para mal.
El "superyo" de Lena, de 'Girls' a 'Girl'
Reconozcámoslo, Lena Dunham está encantada de haberse conocido. Es la dueña y señora de su serie y, como tal, quiere ser la protagonista completa. Pocas tramas se han dejado para el resto de personajes, y las que ha habido han recibido poca atención. Sin embargo, no han faltado los planos de Lena (o Hannah) desnuda, escribiendo en su Mac, intentando orinar a través de su cistitis, metiéndose un bastoncillo en el oído o repitiendo ocho veces la misma acción para equilibrar el universo.
Hay quien la culpa de su egolatría, pero yo desde luego no. No voy a negar que me encantaría ver más conversaciones locas con Shoshanna (con sus "like" y sus "such"), y que Marnie debería tener cinco minutos para ella sola en cada capítulo para deleitarnos con su voz, pero la genialidad de Hannah en todo lo que hace me supera. Es el paradigma de la soledad, el ejemplo más claro de que sentirte solo en el mundo te hunde en la más profunda miseria, saca a relucir tus antiguos fantasmas y te hace agarrarte a un clavo ardiendo.
Marnie, Sandy (Donald Glover), Elijah (Andrew Rannells)... todos ellos se alejaron de Hannah e hicieron que ella acabara en un fin de semana romántico con un cuarentón buenorro desconocido. El episodio con Patrick Wilson es sin duda el mejor de la serie, uno de los mejores del año y probablemente acabe ocupando un lugar privilegiado en la historia de la televisión. Se habló mucho de él, en parte por una polémica absurda basada en el físico de ambos y la diferencia de edad, pero sobre todo porque enfrenta a dos generaciones que tienen algo en común: están extremadamente solos.
Adam, Marnie, Ray y los demás
Casi todos los personajes (y podemos extenderlo a gran parte de la población) están al borde del fracaso; del fracaso de todo tipo: sentimental, económico, moral... y potencian ese fracaso estableciendo un muro de inseguridad frente al que tienen delante. No puedes contarle a tu amigo que te está yendo mal, que pretendes ser feliz y no lo consigues, hay que poner buena cara y fingir. Hannah y Shoshana hablando por teléfono, necesitando ayuda mutuamente en uno de sus momentos más bajos, sólo consiguen decirse lo bien que les está yendo todo y cuánto les gusta la amistad que tienen ahora.
Ray es consciente de su fracaso en la vida con 33 primaveras a sus espaldas, y prefiere contárselo a un perro antes que a los que le rodean, en una de las escenas más dramáticas y descorazonadoras de la serie. Curiosa evolución la de Ray, por cierto; mero comparsa hace un año y en primera línea en estos últimos episodios. Y hablando de Ray, curioso fue también su encuentro con Adam, dos personajes que apenas se han visto en la serie y que por circunstancias ajenas acaban compartiendo más de una confesión. Igualmente, hablar con extraños es mejor que hablar con amigos.
No saben lo que quieren, y el miedo al fracaso les reprime. El ejemplo claro de esto es Marnie; tras perder su trabajo, su compañera de piso (y con ella, su mejor amiga) y su novio, intenta ahora arrimarse al sol que más calienta. Ya nos demostró su mente compleja hace un año, cuando abandonó a su novio simplemente porque éste le daba demasiadas atenciones y no estaba a su altura; ahora, reconvertido en empresario de éxito, intenta recuperar lo que tiró por tierra por puro egoísmo y por niñata. Pero, una vez más, que levante la mano quien no conozca un caso real como éste, si es que no lo ha vivido en primera persona.
'Girls', la comedia romántica
'Girls' ha creado un universo en el que es muy fácil querer u odiar a sus personajes, sin término medio, lo cual tiene mucho mérito. Y a veces, les queremos y odiamos a la vez, a mí mismo me pasa con Marnie. Adam también se encuentra en una dicotomía, siendo casi violador (así le han llamado algunos blogs por su escena en el 2x09) en un episodio y convirtiéndose en el héroe salvador de Hannah al capítulo siguiente. No deja de ser un psicópata, pero es el psicópata que Hannah necesitaba.
Con diez episodios que saben a poco, Lena Dunham se despide hasta el año que viene dejándonos momentos memorables que son auténtico arte. Algunos en forma de episodios enteros, como aquél en que Hannah decide probar la cocaína o el ya mencionado con Patrick Wilson (que debería ser visionado obligatorio incluso para los no seguidores); otros en forma de escenas concretas, como la de Ray llorando mientras le cuenta sus desgracias a un perro o Hannah intentando perforarse el oído derecho tras haberse quedado sorda del izquierdo.
De los tres "minifinales" (Jessa ya tuvo el suyo hace unos cuantos episodios), yo me quedo con el de Shoshanna, probablemente la única capaz de hacer frente a lo que siente y seguir adelante, no sin antes hacer una referencia impagable al mono metido en su jaula que es Ray. Las otras dos, Marnie y Hannah, se han refugiado en la cobardía, una debajo de su edredón y la otra del brazo de su ex-novio multimillonario. Personajes cobardes, solos e intolerantes al fracaso que no conciben una vida normal sin entrar en una espiral de autodestrucción. Pero, una vez más, quien no se haya visto en una situación similar que tire la primera piedra. Yo la mía me la guardo.
En ¡Vaya Tele! | 'Girls', un retrato sin compasión por sus personajes
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