Desde que Netflix presentó 'Sandman' había una cierta expectativa nerviosa después del complicado periplo de la adaptación, pero el resultado fue muy satisfactorio y quiero creer que tanto para el espectador casual como para el lector de cómic. Y después de verla, es fácil empezar a rascarse la cabeza y decir: «Pues vaya, a qué tanta complicación y tantos años».
Al final, el truco de un buen mago es hacer ver que todo es muy fácil, pero hay mucho más por detrás de lo que parece. Como ocurriera con 'The Boys' o 'The Umbrella Academy', esta adaptación no solo se atreve a coger el material de partida, también a intentar mejorarlo. ¿Lo habrá conseguido? ¿Qué se ha quedado en el camino y por qué? Acércate: las respuestas (y algún destripe) están en un puñado de polvo…
Explosión a la inglesa y una orquídea negra
El cómic de 'The Sandman' tiene una andadura curiosa, porque empieza cuando la editora de DC Comics, Karen Berger, se une al equipo editorial de ‘La cosa del pantano’ de Alan Moore, un cómic que empieza a despuntar en los 80, en plena ola de prestigio del medio gracias, aparte del propio Moore, a otros autores y obras, como Frank Miller o 'Maus', el cómic de Art Spiegelman.
Pero ni DC, ni Berger, quieren quedarse solo con el genio greñudo de Northampton, de modo que, junto con varios editores, viaja hasta Inglaterra en el 87 para reclutar a unos cuantos talentos. Entre ellos, recomendados por el guionista, están Jamie Delano (a quien dio su bendición para escribir 'Hellblazer', protagonizado por John Constantine, personaje que Moore creó para 'La cosa del pantano') y Neil Gaiman, un entonces periodista que intenta cubrir todos los palos literarios que puede (eventos, entrevistas, reseñas) para labrarse una futura carrera como escritor.
Hasta ese momento, Gaiman ni siquiera era un experimentado guionista de cómic: su aprendizaje consistió en acercarse a Alan Moore y preguntarle cómo era un guión, y hasta ese momento tiene muy poca cosa, como historias cortas para 2000 A.D. (la casa del Juez Dredd y cantera de artistas británicos) o alguna novela gráfica breve, como 'Casos violentos' junto a Dave McKean.
El primer proyecto de nuestro juntaletras para DC, una serie de tres números llamada 'Orquídea negra', no es sólo su debut para la casa de Batman, ya que una de las ideas descartadas para la miniserie la aprovechará en la que será su serie más exitosa, 'The Sandman'.
Neil Gaiman, hombre de lecturas, consigue fama y fortuna
'The Sandman' es mucho más que un cómic e hizo de Neil Gaiman el narrador superventas que es hoy. Y se nota, para lo bueno y para lo malo, que se trataba de la primera obra de gran envergadura en la que se enfrascaba, cuando solo tenía en su haber una novela a medias con Terry Pratchett, 'Good Omens' ('Buenos presagios', sí, esa que adaptaron tan bien para Amazon).
Muchos de sus rasgos están: la tendencia a mezclar fantasía y horror, el tono melancólico y humanista, el afán de descubrimiento de su protagonista, la antropomorfización de conceptos (aquí, el Sueño, la Muerte o el Deseo). Su pasión por la literatura inglesa, por William Shakespeare, por la capacidad humana de contar historias. Su arrojo a la hora de mezclar antiguas mitologías con el mundo moderno, explorar cómo viejas deidades, ritos y seres pueden seguir existiendo en una sociedad descreída (sí, 'American Gods' también es de Gaiman).
También, ojo, su manifiesta incapacidad para dar un cierre satisfactorio a muchas de sus historias largas, aunque eso es más achacable al Neil Gaiman novelista que al guionista de cómic.
Y por último, la demostración (a veces rayana en lo exhibicionista) de que es alguien con muchas, muchísimas lecturas a sus espaldas. No obstante, ayudó a Alan Moore a encontrar las citas perfectas para su propia obra catedralicia, 'Watchmen'. Aunque es común pensar en Morfeo como el avatar de Gaiman en 'The Sandman', quizá es más apropiado relacionarle con Lucien, el bibliotecario…
'The Sandman' da miedo durante más de 70 tebeos
Para este artículo, que comenta la primera temporada de Netflix y el especial emitido por sorpresa, es sencillísimo acotar los arcos argumentales y números que se adaptan a la pantalla: corresponden a los tres primeros tomos de la colección.
El primero, 'Preludios y nocturnos', cuenta cómo Sueño es atrapado por un ambicioso espiritista y las consecuencias que esto trae al mundo. Algunas obvias, como una perturbación en los sueños de la Humanidad o la incapacidad de miles de personas a lo ancho del planeta de despertar hasta que el protagonista se libera. Otras más inesperadas, como la aparición de justicieros apodados 'The Sandman', que es un homenaje de Neil a los personajes originales que portaron el nombre, y para los que había hecho un pitch a Karen Berger a la hora de proponerle la colección.
Cuando se libera, Morfeo se da cuenta de que su reino está en ruinas y su poder, desperdigado al haberlo trasladado a varios artefactos. Aunque salen superhéroes en este primer tomo, su forma de solucionar sus problemas y recuperar sus objetos se parece más a las de las tradicionales historias populares, en las que dioses y semidioses encontraban soluciones ingeniosas en vez de liarse a hostias a rodabrazo.
El segundo tomo, 'La casa de muñecas' es más coherente entre sus números: el anterior tomo parece más una antología de historias con un hilo conductor. El peaje a pagar es que el desarrollo es irregular, el salto entre subtramas no muy lúcido (la explicación de cómo el Corintio recoge al hermano de la protagonista es, directamente, chapucera) e incluso hay un desvío, en plena preparación del clímax, para contar la historia de Morfeo y el hombre que se niega a morir.
El propio Gaiman reconoce lo que le costó darle un final a la trama de 'La casa de muñecas' y sentarse a preparar los siguientes números, de ahí que el tercer tomo, 'País de sueños', adaptado parcialmente en el especial sorpresa de Netflix, sea directamente (esta vez sí) una antología con Sueño como personaje invitado. Son historias magníficas, sí, pero también como si Gaiman sirviera un aperitivo para que los comensales no se vayan de la mesa, porque le cuesta seguir con el menú principal.
Y corta los pocos flecos que le unían a ese otro universo
'The Sandman' nace en un momento muy concreto, algo confuso y hermoso. Básicamente, en el 89, 'The Sandman' es otro cómic de DC, aunque trate una parcela novedosa y rescate personajes de colecciones antiguas. Es posible que, en cualquier viñeta, pueda aparecer alguno de los héroes de la editorial, y así es.
Pero para cuando termina su andadura, en 1996, tanto 'The Sandman' como otros personajes, del tipo John Constantine o La cosa del pantano, ya se han mudado a Vertigo, la línea para lectores adultos de DC y, por norma, explícitamente separada de Superman y sus amigos.
Eso significa que no debe extrañar al lector que se acerque al cómic que encuentre superhéroes en sus primeros compases. Sin ir más lejos, el primer gran antagonista es John Dee, que hizo su aparición en los 70 y 80 como el supervillano Doctor Destino (ojo, no confundir con el Doctor Fate, el de 'Black Adam' y que a veces se le traduce así en nuestro país; el nombre inglés para John Dee es Doctor Destiny). Cómo no, escapa del asilo Arkham, el mismo donde están el Joker y la mayoría de villanos de Batman.
También sale el Detective Marciano, ese alienígena verde aficionado a las Oreo (y según Zack Snyder, a hacerse pasar por la madre de Clark Kent), que junto a Scott Free, el conocido como Mister Milagro y miembro de los dioses del Cuarto Mundo, guían a Morfeo durante un capítulo.
Más tarde, en 'La casa de muñecas', la versión superheroica de Sandman que recupera Gaiman, traje amarillo y reloj de arena en el pecho, trata de solucionar y explicar el tipo de inconsistencias de un universo creativo compartido y mantenido durante varias décadas.
Es una forma que tiene nuestro autor de justificar que su nuevo personaje es parte, o más bien creador, de un legado más grande, de una idea totalizadora como hizo Alan Moore con La cosa del pantano, a quien vinculó con el Verde, la conexión entre los organismos vegetales a escala universal. Vamos, que este otro Sandman es a la vez homenaje, reparación… y entierro, ya que el personaje es un fantasma fugado a los campos del sueño y con un gesto de Morfeo se desvanece.
No mires arriba, te dice: Superman aquí ya no existe
En la serie de televisión, esa incertidumbre sobre si pertenece al Universo DC se resuelve rápido: no. Y por eso el tono de la serie es más consistente, no parece cruzar los dedos detrás de la espalda para convencer al espectador de que ni Superman, ni sus amigos, aparecerán si las cosas se tuercen mucho. Tampoco necesita súper acción, como esa pelea en el sueño entre Morfeo y Dee durante todo el número 7, que en la serie se salda en cinco minutos.
La única aparición de un superhéroe es el sueño infantil de Jed Walker, en una hábil mezcla de tramas, de las muchas que ejecuta con maestría la adaptación. En el cómic, Jed Walker sueña con aventuras que homenajean otro cómic clásico, 'Little Nemo in Slumberland' de Windsor McCay.
Para que veáis el buen hacer de la serie para desvincular la serie de televisión de la continuidad de DC, el sueño con el Sandman superheroico, en el cómic, lo tenía Lyta Hall (originalmente, la hija de Wonder Woman y su interés amoroso, Steve Trevor… de una tierra alternativa: largo de explicar), donde se reunía con su marido fallecido, Hector Hall (hijo de 'Hawkman' y 'Hawkgirl').
En la adaptación, Lyta no es un verso suelto en el arco de 'La casa de muñecas' como en el cómic, sino que es amiga de Rose Walker y sueña con su prometido fallecido, que tampoco está vinculado a superhéroe alguno. Eso sí, como guiño, la primera aparición de Lyta viene precedida… ¡de una figura de Wonder Woman! Eso sí que es hilar fino…
Sobre su embarazo, no quiero haceros destripes, pero podéis esperar que, en futuras temporadas, el personaje de Lyta, interpretado por Razane Jammal, tenga mucha importancia…
Una última conexión: el cuervo, Matthew, cuyo pasado se resuelve en la serie de un plumazo (dice que fue una mala persona estando vivo, o eso cree), pero que en el cómic está ligado a La cosa del pantano, al ser la reencarnación de Matthew Cable, exmarido de Abby Arcane, esposa del monstruo.
Finiquitando este tema, Neil Gaiman explica esa conexión inicial entre los súpers y Morfeo: básicamente, a medida que avanzaba la colección, se alejó del universo habitual de DC cómics para explorar el suyo. Uno, he de decir, con tantas posibilidades que, casi dos décadas después de haber terminado, se ha expandido en forma de otras colecciones que ni siquiera tenían su supervisión, como 'The Dreaming' o 'Lucifer' (sí, esa que está en Netflix viene de un cómic relacionado con Sandman), amén de novelas y otros cómics que el propio Gaiman ha escrito.
En cómic y en televisión, Constantine es memorable y breve
Otro cambio curioso es que Joanna Constantine (Jenna Coleman), en el cómic, es John Constantine. Seguro que a estas alturas te suena porque tuvo una película protagonizada por Keanu Reeves (que espera segunda parte), tuvo una serie protagonizada por Matt Ryan que nadie recuerda y se le ha visto pululando en el Berlantiverso (el universo DC creado por Greg Berlanti y que va de 'Arrow' a 'Superman y Lois', pasando por 'Legends of Tomorrow'). También en 'Harley Quinn', la serie de animación de HBO Max.
En palabras de su creador, Alan Moore, se trataba de darle una vuelta al concepto aristocrático de los magos (piensa: ¿nombres y títulos pomposos, smoking y sombreros de copa? Suena a gente con dinero y apellidos compuestos) y crear un mago obrero, alguien en permanente contacto con la calle y con problemas mundanos. Claro que acaba metiendo sus narices en eventos más-grandes-que-la-vida, no olvides que estamos hablando de cómics de DC, pero es más probable que se enfrente a un demonio escondido tras un traficante de drogas.
Como Neil Gaiman es amigo de Alan Moore, decidió sacar al personaje en los primeros compases de 'The Sandman', y su encuentro, así como su actitud y hasta trazos de su pasado presentes en otros cómics de ‘Hellblazer’, se trasladan a la adaptación con fidelidad. Como lector y fan del personaje, puedo aseguraros que lo visto en Netflix es la mejor adaptación audiovisual que ha tenido el personaje, gracias al titánico trabajo de Jenna Coleman.
De nuevo, Gaiman explicó en su día que siempre pensaron en hacerla mujer para la serie de televisión y que, más tarde, descubriría que de todos modos el personaje de John Constantine ya tenía una serie de compromisos audiovisuales que les hubiera impedido usarle como un tipo rubio de mediana edad y con gabardina beige.
En la serie de Netflix hay mejor narrativa, y personajes excelentes
Ya hemos hablado de la conexión con los superhéroes y el universo DC, y comentado lo sucedido con el magnético personaje de Constantine, ¿qué nos queda comentar de la adaptación? ¡Pues casi todo! Pero no os preocupéis, ya hemos pasado el ecuador y no nos quedan párrafos y párrafos por delante.
El resumen lo tenéis a continuación: es una adaptación que mejora el material de partida, ya de por sí notable, y que se beneficia de que su creador, Neil Gaiman, sea parte activa de la adaptación y hasta haya guionizado el primer capítulo.
Para empezar, como he comentado antes, los primeros episodios del cómic se sienten como una antología en la que el foco del protagonismo cambia constantemente. Es algo intencionado (creo), primero porque a veces es más poderoso que otros hablen de tu protagonista a que lo haga él, pero también para mostrar su indefensión y cambio de status: de ser quien corta el bacalao a alguien mecido por el destino y las acciones de otros.
Sin embargo, en la serie, la presencia y la imponente voz de Tom Sturridge están más en el centro, parece más capaz de retomar las riendas y de planear lo que tiene por delante. Y lo necesitará, porque, de igual forma, el Corintio (Boyd Holbrook, que se lo pasa pipa) deja de ser otro enemigo más de Sandman, relegado en el cómic a un puñado de páginas antes de la famosa convención de asesinos.
Es una némesis en toda regla, presente desde el primer capítulo, que guía muchos de los eventos y personajes de esta primera temporada con el objetivo de librarse de su creador. Por eso, también, su derrota se siente tan satisfactoria. Por cierto, su reclutamiento en el cómic para la convención también es menos ingenioso y proactivo por parte de los organizadores.
Como intuiréis a estas alturas, el realce de personajes está a la orden del día, como el de Vivienne Acheampong, Lucien, que es incluso capaz de plantarle cara a Morfeo por su forma de tratar sus asuntos. Sigue siendo servicial, pero está lógicamente frustrada por el poco reconocimiento de Morfeo por haber mantenido parte de su reino en pie. Estoy deseando ver a esta Lucien tratando los asuntos que vendrán junto a su señor.
Otra que tal baila es Lucifer, en el cómic un secundario (claramente masculino) del episodio 'Una esperanza en el infierno', ya que es el demonio Choronzon el que se enfrenta a Morfeo, mientras que en la serie, como debe ser, es llevada a primer plano a mayor gloria de la estupenda Gwendolyne Christie. Como es Lucifer la humillada por partida doble (al perder y al dejar escapar a Morfeo), el siguiente arco que presumiblemente se llevará a la pantalla, 'Estación de nieblas', cobra mucho más sentido.
Casi concluyendo este epígrafe, otra alabanza por la forma de enlazar dos cómics distintos, pero en el fondo emparentados: 'El sonido de sus alas' en el que Sueño habla con Muerte, su hermana; 'Hombres de buena fortuna' en el que Sueño se hace amigo de Hog Gadling, el humano al que conceden la inmortalidad.
Ambos episodios tratan del crecimiento personal de Sueño y de la mortalidad humana, por lo que es lógico que, en vez de adaptarlos por separado, su narrativa se mezcle en uno de los mejores episodios de la serie.
Para terminar, un tirón de orejas y un sueño recurrente
Por supuesto, se echa en falta la voz narrativa de Neil Gaiman. Como buen autor de cómics inglés, tiene una sensibilidad muy especial a la hora de narrar mediante cuadros de texto, de añadir muchos matices a unos dibujos ya de por sí estupendos. La obvia traslación (un narrador omnisciente) sería, sin embargo, un perjuicio poco justificable: cosas de que el cómic sea la fusión perfecta entre imagen y literatura.
Pero no solo se echan en falta la voz del guionista, sino también de dibujantes, coloristas y portadista (Dave McKean, bendecido con la petición de Gaiman de que no saliera Sueño en ninguna portada) que juegan a experimentar, a contar una historia, sí, pero también a expresar de todas las formas posibles el terror, la angustia, la alegría, la depresión… porque 'The Sandman' es un cómic emocional y emocionante.
Quizá es lo peor que se le puede achacar a la serie de Netflix, que en el apartado visual destaque por su oscuridad y la elegancia de una cámara que flota, con destellos ocasionales en el montaje (hay alguna transición de aplaudir fuerte)... pero nada más. Es que puedes poner a continuación un episodio de 'Miércoles' y creer que pertenecen al mismo universo.
Claro que vemos el mundo de Sueño, el Infierno e incluso algunas de las fantasías de sus personajes, pero no hay una diferencia de matices llamativa (lo más, el sueño de Hal Carter, muy David Lynch), más allá de sombras más pronunciadas o algún color imperante: ni mucho menos como en el cómic; ni siquiera una fusión con animación, juegos cromáticos o texturas distintas. ¡Imagina, en el sueño de Jed, que se viera a 60 fps para darle un indudable aspecto televisivo!
Por poneros otro ejemplo, el Infierno, comparado con el cómic, es sorprendentemente… normal y demasiado parecido a las dos millones de veces que lo hemos visto en pantalla, llamas incluidas. Y aunque el nuevo color de las ediciones de 'The Sandman' eche por tierra la expresividad de la coloración antigua, más tradicional, ni siquiera ese crimen puede soslayar que no hay dos números del cómic iguales.
En definitiva, estamos ante una magnífica adaptación que ha permitido a su autor enmendar el espíritu algo advenedizo del momento, aunque en el camino ha perdido una parte de su espíritu por el ansia homogeneizadora de su emisora. Ojalá ése se quede como su único problema, porque el reto que tiene delante es muy grande: hay historias muy buenas (ojalá adapten también las aventuras de Muerte) y ya no les será fácil mejorar los cómics.
Pero bueno, todo es soñarlo, ¿no?
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