Tras una decena de episodios de ‘Black Mirror’ en los que el pesimismo y el alarmismo moral son la norma resulta casi sorprendente toparse con un relato tan marcado por la esperanza como es el de San Junipero, el episodio más interesante de la tercera temporada de la antología a ojos de quien firma este artículo, que forma parte de un repaso capítulo a capítulo de esta nueva tanda.
Quizá se me vea ya el plumero cuando enumero las historias de la serie que más han conectado conmigo, The Entire History of You y Be Right Back. Estos dos títulos tienen en común con San Junipero el núcleo emocional y orgánico del que nacen sus planteamientos y dilemas morales derivados del uso de la tecnología. Son conceptos que respiran más autenticidad que provocación o alarmismo.
Yorkie está probando esa nube que promete vida eterna. Víctima más del rechazo de sus padres por su homosexualidad que de un accidente de tráfico, ha pasado décadas en pausa. Entra a San Junipero insegura, ocultándose tras unas enormes gafotas y rogando a su nueva amiga que le haga su estancia más fácil. Nunca ha vivido su sexualidad. Nunca ha vivido, punto. Y la muerte, la eutanasia, será lo que le brinde la oportunidad de vivir.
Kelly está en el invierno de su vida. Para ella San Junipero es una vía de escape diaria (pero sólo cinco horas a la semana, más puede ser peligroso para la percepción de la realidad del ser humano). Quiere pasárselo bien antes de abandonar la existencia para siempre, porque antes creía en la concepción más mística del paraíso pero ya no. Sabe que no se va a reunir ni con su hija ni con su difunto marido.
Charlie Brooker maneja aquí una narración exquisita cuya estructura básica es la conexión que nace entre estas dos personas y lo que esperan de San Junipero. Las reglas del juego, del funcionamiento de San Junipero, llegan poco a poco y sólo cuando son relevantes para entender cómo afecta a la relación de Yorkie y Kelly. Nunca nos distraen de ese núcleo, algo que no suele ser habitual en ‘Black Mirror’.
Los planteamientos tecnológicos y sociales que suelen presentar las fábulas de Brooker están casi siempre tan enfocados a descubrir qué les hace únicos y qué se nos quiere transmitir con ello que fagocita la expectativa y urgencia del espectador. No lo señalo como algo negativo sino como algo propio al ADN de la serie.
Sin embargo, en estos pocos títulos que mencionaba antes como los más empáticos no sucede de esta forma, y cuando Yorkie viaja por diferentes eras en busca de Kelly nos interesa igual o incluso más su búsqueda del amor que el descubrir los peculiares entresijos de San Junipero y su funcionamiento.
La moralidad tras el episodio es interesante y relevante, pero está siempre puesta en perspectiva y en contexto. Estamos ante un romance. Eso sí, uno que plantea el sentido de la vida sin la muerte, el efecto nocivo que puede tener la culpa sobre las personas y la importancia de la esperanza, porque no es casualidad que el episodio acabe antes de que algo mine la posibilidad de amor eterno.
El debate interno de la historia es mucho más estimulante gracias a la conexión entre las dos protagonistas, cuyas decisiones y puntos de vista con respecto a lo que supone esta inmortalidad virtual no son fáciles de juzgar. Por cierto, las interpretaciones de Mackenzie Davis y Gugu Mbatha-Raw son una parte esencial de esa angustia existencial que consiguen transmitir sus personajes y que nos llevan a entender las dudas y deseos de cada una.
Las dos almas que se encontraron casi por casualidad acaban titilando una al lado de la otra con la esperanza de que esa existencia eterna no acabe resultando vacía y desesperada por buscar nuevas emociones y sentimientos. Y, por una vez, Charlie Brooker nos deja pensar que es posible.
En ¡Vaya Tele! | Críticas de los episodios de la 3ª temporada de 'Black Mirror'
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