Las antologías por capítulos tienen un hándicap casi por definición que suele llevar a que las temporadas sean irregulares. No todos los episodios pueden ser igual de interesantes, brillantes o sorprendentes. Cada planteamiento puede hacer que las historias conecten de forma diferente con los espectadores, por lo que la irregularidad también está muy influida por el receptor.
Charlie Brooker tampoco es infalible: todas las temporadas de ‘Black Mirror’, incluso las de tres episodios, han sido irregulares. Y diría que todos los episodios que personalmente he considerado más fallidos o torpes tienen en común los motivos que expondré respecto este quinto capítulo de la tercera temporada, Men Against Fire.
Esta historia nos empuja bruscamente a una distopía en la que existen unas criaturas llamadas Roaches (cucarachas) que son perseguidas de forma sistemática por el ejército. Perseguidas y asesinadas. Los soldados tienen implantados unos chips en su cuerpo que les permiten acceder a la información detallada de cada caso y sirven como apoyo en las operaciones.
Lo que no saben estos miembros del ejército es que ese chip interfiere con su cerebro a un nivel más profundo, modificando lo que perciben sus sentidos. Eliminando sonidos y olores no deseados, modificando la apariencia de sus enemigos y manejando lo que ven o sueñan.
Como idea, este planteamiento tan terrorífico es apasionante y aborda muchos frentes. Por un lado estamos ante una dura crítica de cómo las instituciones lidian con las limitaciones morales de los soldados y las consecuencias de que sufren por la guerra. Personas que se ven forzadas a matar a otras y o son incapaces o acaban sufriendo de consecuencias psicológicas difíciles de tratar. El gobierno prefiere engañar y deshumanizar a la población con tal de no tener que tratar con veteranos de guerra destrozados o con soldados que se nieguen a matar.
El hecho de que Stripe se entregase al programa de forma voluntaria sin saber dónde se metía también dice mucho de lo que lleva a algunos jóvenes a alistarse. En el vídeo de sí mismo que Stripe mira incrédulo se puede ver a un chaval que pasa de todo, que probablemente no tenía otra salida mejor que esa y que precisamente no rezuma vocación.
Sobre todo lo que encontramos en esta historia es una reflexión sobre la deshumanización de la guerra. Es atroz pensar que ya se están desarrollando cascos para militares con visores que ocultan la cara del enemigo, algo que no está tan lejos de la tecnología que en Men Against Fire transforma a seres humanos en monstruos agresivos y espeluznantes.
Es la representación gráfica de los discursos que defienden el genocidio. Aquí la excusa son aparentes condiciones físicas desfavorecedoras como enfermedades o malformaciones pero cualquier motivo caprichoso es susceptible de ser tachado. Las armas biológicas son una realidad y ya se investigan virus que atacan características genéticas concretas, por lo que en este sentido también hay más ciencia que ficción.
El caso es que estamos ante una nueva forma de totalitarismo que utiliza la tecnología para crear un ejército que prácticamente está jugando a un videojuego. De hecho, la elección en la dirección de algunas secuencias refuerza esta idea. Por el día, matan bichos. Por la noche, tienen sueños a la carta.
Cualquiera diría que con todos estos ingredientes considere a Men Against Fire uno de los episodios más fallidos de la temporada. Brooker está tan concentrado en presentar sus ideas que descuida el desarrollo y la contextualización. Si bien tiene una capacidad sobresaliente para hacer reflexiones sobre cómo el hombre es un lobo para el hombre y la tecnología no es más que otra herramienta que tenemos para hacernos daño, le falta afinar alguna de las historias particulares que elige para transmitir estas ideas.
Aquí me ha fallado mucho el desarrollo del contexto y de los personajes. Desperdicia la oportunidad de utilizar a Stripe como ventana a todas las vertientes que existen en esa distopía, para dar más perspectiva a las ideas a través del desarrollo de las personas y los entornos que nos muestra, tanto por la parte de la base militar como la aldea o esos escondrijos de las cucarachas.
Se ha escuchado mucho hablar de previsibilidad en lo referente a los episodios de esta temporada y es que al final varios de los episodios se quedan en la idea con la que juegan sin darle dimensión humana. A veces la narración es demasiado fría y es algo que resulta evidente cuando se compara con los episodios más memorables de la temporada, como Nosedive, San Junipero o Hated in the Nation.
‘Black Mirror’ siempre es relevante y recomendable. Ni siquiera diría que sus episodios más flojos son prescindibles porque demuestra de forma consistente que siempre tiene algo que aportar. Presenta ideas que generan debate o dan que pensar. Pero no siempre atrapa en la narración en sí misma y es entonces cuando impide que la historia y el episodio en conjunto entusiasme. Por cierto, ese juego de planos final de Stripe frente a la casa me recordó a 'El Congreso' de Ari Folman.
En ¡Vaya Tele! | Críticas de los episodios de la 3ª temporada de 'Black Mirror'
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