Antes de ver la versión de Roman Polanski, he creído oportuno revisitar la que hasta ahora es la más famosa de cuántas se basaron en la conocida obra de Charles Dickens, y que dirigió en 1948 uno de los más grandes directores que haya dado el Cine, David Lean. La verdad es que la tenía bastante olvidada, aunque la historia es de sobra conocida por todo aquél que tenga un mínimo de cultura.
Una noche de tormenta una mujer moribunda y embarazada llega a un orfanato donde, después de dar a luz, muere. Al recién nacido le pondrán de nombre Oliver Twist, quién vivirá sus primeros años en el orfanato, del que se escapará para irse a Londres, donde será acogido por una pandilla de ladronzuelos, que están al mando de un curioso personaje, de nombre Fagin.
En esta película hacía su tercera aparición cinematográfica el gran Alec Guinness, que impresionantemente caracterizado y maquillado, está prácticamente irreconocible, y compone el personaje más interesante de la película, el ya citado Fagin, jefe de una pequeña banda de niños a los que usa para cometer robos, de carácter egoista, malvado y manipulador. Guinness ya lograba una de sus inolvidables interpretaciones. El niño que hace de Twist también está bastante bien, y eso que los niños en el cine suelen estar, por norma general, bastante insoportables y repelentes (cuántas veces se cansó de decirlo Hitchcock, quién metía en el mismo saco a niños, animales y a Charles Laughton), pero aquí el actor logra que el espectador se encariñe enseguida con el personaje, logrando algún momento impresionante, como aquél en el que Twist tiene que pedir más comida, escena de una fuerza asombrosa, a lo que ayuda la interpretación de John Howard Davies, quién logra salir airoso, y desprender simpatía e inocencia a partes iguales sin, en ningún momento, caer en la sensiblería. Algo en lo que tampoco cae el director de la película, David Lean, quién durante casi dos horas, narra la historia con un ritmo perfecto, y haciendo que cosas pequeñas o triviales, sean grandes e inolvidables, algo que a Lean le gustaba hacer mucho; su sensibilidad queda latente durante todo el film, que por otro lado no es perfecto.
Y aquí es donde yo me he quedado más sorprendido, ya que la película tiene dos fallos de guión un poco preocupantes, algo a lo que no daba crédito cuando la estaba viendo, siendo un poco incomprensible que Lean haya cometido ese error. No me gustan los spoilers, pero todo aquél que la haya visto, sabe a lo que me refiero. Tiene que ver con el personaje interpretado por Henry Stephenson, uno de esos maravillosos secundarios que poblaban infinidad de películas durante aquellos años.
Técnicamente, la película tiene dos cosas destacables: una, la fotografía de Guy Green, bastante oscura, acorde con el tono de la historia; y otra, la dirección artística, impresionante, reflejando muy bien los bajos fondos de Londres. Todo ello cobra fuerza gracias al uso de la cámara que hace Lean, con una exquisita puesta en escena.
El director no ha logrado una de sus grandes películas (de obligada visión son 'Breve Encuentro' o 'Lawrence de Arabia'). Hoy día puede que esté un poco sobrevalorada, y quizá no ha envejecido demasiado bien a pesar de lo inmortal de la historia (eso es mérito de Dickens). Aún así, una buena película.