Adaptada por su propia autora, Gillian Flynn, en realidad 'Perdida' (Gone Girl, 2014) es una película relativamente extraña para David Fincher. También es aparentemente perfecta.
La película es un thriller que sigue la acusación de Nick Dunne, encarnado por Ben Affleck, del asesinato de su esposa Amy, a quien da vida una Rosamund Pike en obvio deje británico y hitchockiano. Aunque finalmente es ella quien ha planeado todo, como venganza al marido, la trama, como parece inevitable, se complicará.
Por supuesto 'Perdida' es, pretendidamente, una sátira del matrimonio, ya en la premisa: la idea de que la esposa es la más letal extorsionadora del marido. Pero ¿de qué trata la sátira? ¿Y dónde están sus límites?
La sátira y sus contextos
La sátira es, en su forma literaria, una eficaz forma de moralismo. Jonathan Swift, uno de los más audaces, usaba la sátira para la denuncia clara de un problema. El cine no es ajeno a la sátira ¿qué es si no 'Tiempos Modernos' (Modern Times, 1936) si no un ataque directo a una etapa del capitalismo?
Pero Fincher está aquí entrando en el matrimonio y sus límites, así que su territorio está, por así decir, más cercano al de Alfred Hitchock, cuyas películas si incluían sátira (nada infrecuente) sobre la vida en pareja.
Pero 'Crimen Perfecto' (Dial M For Murder, 1954) o 'Extraños en un tren' (Strangers on a train, 1951) giraban alrededor de la culpa también. En una sociedad menos permisiva, y ajena al divorcio como conducta aceptable, Hitchock ironizaba con el peligro de los deseos de un modo tan conservador como provocador
En una sociedad con el divorcio naturalizado, con modos de vida posteriores a la píldora y la revolución sexual, Fincher construye una fábula donde una mujer impiadosa que se esfuerza en torturar a su marido eternamente es, de hecho, algún tipo de sátira. Supongamos que sí ¿qué sátira? Una bastante estúpida y conservadora.
Conservadurismo y matrimonio
No me parece que el problema de Fincher sea solamente ofrecer una versión negativa del ser humano. Me parece que su versión negativa es profundamenete estúpida. Tomemos, por ejemplo, un gran clásico nihilista, 'Lunas de Hiel' (Bitter Moon) donde Roman Polanski juega a colocarnos como espectadores de un matrimonio lleno de violencia (verbal y física) y un ejercicio sostenido de crueldad.
Pero Polanski es una imaginación adulta y no cree que presentando en dos escenas baste con conocer a los personajes. Nos invita a simpatizar con ellos cuando se llevan a los límites y para cuando el uno empieza a ser cruel con la otra, estamos deliberadamente a merced del director. Al final, observando la ironía, Polanski da fuerza a su tesis.
La revelación más importante de la película se produce al cabo de una hora, lo que distancia a la Flynn guionista de la escritora. Lo que era divertido en el libro - la lectura de los dos diarios, el manipulado y el certero - es aquí particularmente tedioso. Ni siquiera el tropezón con los ladrones de poca monta es irónico. Nadie parece existir más allá del cliché redomado. Las mentiras no se ven devoradas por lo que ha sucedido, así que el juego no tiene como base lo real. Amy inventa y hace y deshace y se declara, pero rara vez existe.
Y de hecho de haber una denuncia, algo que sus defensores parecen ignorar, se hace al poder que tienen las mujeres en una sociedad donde se mediatizan y sensacionaliza la violencia respecto a los hombres. ¿Pero qué ironía deteteca Fincher en él? Ni siquiera su infidelidad - un vago lugar común sobre escritore y ego - es creíble en pantalla.
Una dirección equivocada
La dirección de Fincher también es particularmente inadecuada. No se trata solamente de que no respete los propios presupuestos del guión de Flynn, es que rueda toda la película con el mismo y monocorde tono. Sus actuaciones, pese al brillo de Pike, no son demasiado mejores.
Tomemos varios ejemplos. El estilo de Fincher no siempre es inadecuado y a ratos hay aquí una película interesante.
Tomemos este plano medio donde da peso a lo que sucede - sencillamente expresando a sus personajes en su lugar más hipócrita, desde un espacio cerrado.
Como muchos cineastas estadounidenses contemporáneos, Fincher acorta la duración de los planos. Sin embargo, el problema es precisamente su absoluta y aparente expresividad. Celebrado por su perfeccionismo, en realidad ésta es una película completamente inadecuada en su énfasis y aburrida en su exceso visual. Voy a concretar un ejemplo. Tomemos una escena de transición donde la detective, Rhonda Boney investiga la casa del acusado Nick.
Fincher combina los planos laterales con los medios. Pero no da información relevante. Solamente adorna el diálogo. Con lo cual ¿a qué refiere su énfasis? Ni siquiera es una pista central. El énfasis nos distrae del diálogo, tampoco se añade nada a los caracteres de sus personajes.
De modo similar cuando la policía observa cotilleos, Fincher pasa de su punto de vista, riguroso en la composición, a otro plano diluyendo el punto de vista en un énfasis que no es tal. Al rodar cada escena con el mismo grado de estilización y un ritmo demasiado compacto, toda la película pierde cualquier sutileza estilística.
Todo está sobreenfatizado. Y con ello nada tiene, de hecho, demasiada importancia.
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