A principios de mes, escribí una crítica de la intrascendente y divertida última película de Tommy Wirkola, 'Hansel y Gretel: Cazadores de Brujas' (Hansel & Gretel, Witch Hunters, 2013). En ella sostenía que el discurso señorito y pijo se había instalado entre los aficionados del cine fantástico.
Un comentarista me reprochó con argumentos mi posición y me parece interesante responder a sus observaciones. Tal comentarista explicaba que: "Existe un fantástico de escapismo o pura diversión, pero también existe el fantástico que analiza nuestra sociedad, nuestra condición humana, y es un duro reflejo de lo que somos (sin ir más lejos "Black mirror"). Una historia de Neil Gaiman, por citar un solo autor, puedes ser más escalofriante, realista y contundente que cualquier obra supuestamente "real".
Para empezar, su crítica no es tal. Él mismo distinguía entre un grupo de autores u obras, en este caso limitado a una reciente serie de televisión británica y a un autor de libros y tebeos, y el escapista. Así que yo, que defendía el escapismo como la razón de ser del género, me siento ajeno a tal corrección pues no es tal. Para continuar, uno de los ejemplos que ponía era una teleserie de ciencia ficción con lo cual el género no es el mismo, en concreto una serie distópica.
Pero vayamos al fondo del asunto: el cine fantástico existe para entretener a la mayoría y nunca ha existido como forma de crítica social. Cualquier excepción proviene o de los presupuestos más o menos bajos o de notables salvedades y excepciones. Pero la intención principal del cine fantástico ha sido divertir y nada malo hay en ello.
Entiendo que al comprender el género como algo que discurre entre diversos medios, el comentarista cae en un error típico y común entre los aficionados al llamado género: no distinguir entre las condiciones industriales y materiales, por un lado, ni conocer los logros propios de cada lenguaje.
Es decir, para comenzar, el cine es demasiado caro como para estar sujeto a libertades y para que no lo esté, ha de ser más barato. Siendo más barato, en el actual panorama de distribución, sus opciones pasan por plataformas valientes de distribución y por una respuesta del público y cuando digo respuesta es una respuesta económica. Porque una película barata cuesta muchísimo más que cualquier libro o cómic, que son formatos relativamente libres porque son mucho más baratos de hacer.
Para continuar, el lenguaje cinematográfico y las cintas estrenadas en cine son mucho más limitadas que la literatura para transmitir y expandir detalles, evocaciones, profundidad psicológica, etcétera. Pero, también, es mucho más idónea para expandir la imaginación en el territorio estético y visual, puede abarcar y hacernos abarcar con imágenes miles de lugares, arco iris, batallas o mares.
Así que el cine fantástico es, la mayor parte de las veces, también una forma de cine puro, puesto que toma como prioridad la naturaleza primera del cine, que fue la de concebirse como espectáculo de asombro y feria, y también la más técnica, la de herramienta en constante desarrollo de sus capacidades representativas. ¿No resulta absurdo pedir integridad artística con estas condiciones y con estas ventajas?
Pues sí, resulta completamente absurdo. Aunque sea deseable, y en mi caso lo es, no conviene olvidar el origen mismo de las cosas, solamente así comprenderemos sus cambios y sus percepciones y también nuestros frecuentes errores históricos. Como tampoco las condiciones materiales: solamente así comprenderemos de lo que estamos hablando.
Toda traición de expectativas respecto al cine es, hasta cierto punto, una dulce mentira que nos contamos, una promesa inútil. El cine es un arte y un trabajo y las únicas formas que conoce de perpetuarse son económicas, como todo en esta sociedad en la que vivimos. El señoritismo o la aristocracia en el cine se basa en una mentira bastante pegajosa pero también falsa: la razón por la cual esas expresiones singulares o interesantes fueron posibles no fue porque nosotros supimos apreciarlas sino porque algún productor enloquecido creyó ver una fuente razonable de ingresos en ello.
El ateísmo es importante. Y para todo lo demás, ya hay cientos de tebeos o libros, como el muy recomendable 'Libro del cementerio' de Gaiman, para que disfrutemos con obras de un carácter más pequeño y divertido. Porque aunque nos guste pensar que el cine fantástico ha perdurado por la misma razón que lo han hecho algunas películas más o menos fabulosas que se inscriben en ese género, lo cierto es que ha sido porque era divertido y principalmente espectacular.
Aunque ahora sea un material de amor por los incondicionales del género, ya era de por sí un espectacular avance la ilusión de movimiento e imaginación que Ray Harryhausen ofreció a los espectadores de sus películas, llevando a un nivel nivel la capacidad de imaginar monstruos feroces y mitológicos que empezara con la caída de cierto mono gigante del Empire State.
Para que las cosas cambien, habrán de producirse muchas más películas que nostalgia, muchas más pruebas cinematográficas que recuerdos selectivos. Y eso, me temo, nos llevará mucho más tiempo del que pasamos como espectadores de la Historia del Cine. Ni siquiera será la paciencia sino, como en tantas otras cosas, lo falible, la ceniza, la vida humana, en fin.
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