Philip K. Dick, después de saberse que había sido la mente creadora de las ideas expuestas en 'Blade Runner', comenzó a obtener popularidad póstuma y su obra empezó a considerarse interesantes para futuras adaptaciones al séptimo arte.
Sin embargo, ya hemos mencionado que 'Blade Runner' fue un fracaso de taquilla, y sí, también de crítica. Un tal Diego Galán, a la sazón crítico de cine en El País, dijo en febrero de 1983:
Una historieta pretenciosa (...) el edulcoramiento de la vulgar peripecia del protagonista y la confusión con que está rodada convierte en monótono cartón-piedra lo que quizá estuviera concebido como estrella de la película (...) Blade Runner más parece en ocasiones un spot televisivo que una película hecha seriamente. Debería costar menos la entrada. (...) fueron escasos los críticos que no supieron apreciar la dificultad que tiene Scott para narrar con sencillez una historieta tan simple.
Además, Sheila Benson la llamó, despectivamente, Blade Crawler debido a su lentitud narrativa; Pat Berman la tachó de ciencia-ficción pornográfica; y el célebre Roger Ebert dijo que, a pesar de su fascinante ambientación, era una floja película con una historia incoherente e insuficiente. Es decir, que 'Blade Runner' fue vapuleada en su momento, y con el tiempo se ha convertido en un clásico. Aún hoy es considerado el mayor acierto del irregular Ridley Scott, que es capaz de lindezas como la que nos ocupa, 'Alien' o 'Los Impostores', y de engendros como 'Legend' o '1492'.
Mientras tanto, en la década de los 80, hay dos películas que merece la pena comentar en el contexto de la obra de Philip K. Dick. Son 'Videodrome' (1983), de David Cronenberg, y 'Brazil' (1985), de Terry Gilliam. No será la última vez que Cronenberg y Gilliam se fijen en Dick para hacer una buena película, como veremos. De hecho, durante años se habló (y ahora se empieza a rumorear de nuevo) que Terry Gilliam sería el director perfecto para adaptar la obra maestra de Philip K. Dick, 'Ubik'. Pero también hablaremos de eso más adelante.
En cuanto a 'Videodrome', lo primero que llama la atención es su profunda reflexión sobre las consecuencias/peligros de la realidad virtual y el ciberespacio. El aburrido Max Renn (James Woods) descubre por casualidad una televisión con violencia real llamada Videodrome. A sabiendas de que lo que se ve en Videodrome es absolutamente real, sin artificios, se va volviendo adicto a este nuevo sistema con su amante Nicki (Deborah Harry).
El hecho de que, a partir de cierto momento, la realidad y la alucinación se empiezan a confundir, podemos hablar de una atmósfera totalmente dickiana. Lo real y lo onírico parecen converger hasta fundirse en un clímax que causa estragos en la percepción de Renn, en la misma medida que algunas novelas y cuentos de Philip K. Dick. En concreto, recuerda mucho al libro 'Los Tres Estigmas de Palmer Eldritch', donde un ser biónico trae a la Tierra la droga definitiva, siendo imposible distinguir entre sueño y realidad. Asimismo, la creciente sensación del protagonista de estar bajo los efectos de una pesadillesca esquizofrenia, es también una evidente señal de encontrarnos ante una historia inspirada en las ideas de Dick. Sea como fuere, 'Videodrome' es una gran representante de la influencia del novelista estadounidense en el cine. Más tarde, Cronenberg volverá a retomar ideas de Dick con la película 'eXistenZ'. En ambas ocasiones, no se hace alusión alguna al autor en los créditos de la película, cosa que puede causar indignación a los que somos más seguidores de Dick.
Dos años después, viene 'Brazil', una película maravillosa se mire por donde se mire. Un derroche de imaginación visual y un compendio insuperable de los mundos de George Orwell, Philip K. Dick, William Borroughs, el humor ácido de Monty Python (grupo humorístico al que perteneció el autor). 'Brazil' marcó tendencia en todas sus escenas, resultó ser un canto a las películas de futuro apocalíptico, la burocracia, los sistemas totalitarios, la realización de los sueños, la ingeniería genética...
Pero vamos a lo que nos interesa. ¿Qué podemos ver de Philip K. Dick en 'Brazil'? Para empezar, la estética de la película es muy de Dick. Ese desequilibrio entre el minimalismo decorativo (véase la oficina que dan al protagonista en el Departamento de Información) y el barroquismo sucio y desordenado (la casa del protagonista, el lugar de trabajo de la escena inicial, el restaurante) es en cierto modo una percepción futurista típica no sólo de Dick, sino de la corriente generada por la ciencia-ficción de la época. Es un futuro con una perspectiva tecnológica hortera, retro y hasta cutre. En 'Ubik', la novela más representativa de Dick, se habla de proezas tecnológicas, y sin embargo la gente viste con unas ropas de colores chillones y todavía se usa máquina de escribir. Bueno. De hecho, ningún autor de ciencia-ficción consiguió predecir la informática. Julio Verne estuvo un poco más cerca, y es no obstante uno de los pioneros del género. Es como si 'Brazil' materializase una visión del futuro tal y como se veía en los años 30 o 40.
El hilarante y terrible sistema burocrático de 'Brazil' calca ciertas características del de la novela 'Fluyan mis Lágrimas, dijo el Policía'. En 'Brazil', se confunde a Harry Buttle con Harry Tuttle. En la novela de Dick, el protagonista Jason Taverner, se hace pasar por Jason Tavern, para salir impune de la opresión policial. El final, que no pienso desvelar, es el que más hace pensar en una influencia de Dick, en cuanto a que varios (bastantes) minutos de metraje son una intersección entre sueño y realidad muy dickiana, con un pesimismo inherente muy propio de su obra. El guión de 'Brazil', de Tom Stoppard, con correcciones de Charles McKeown y posteriormente del propio Terry Gilliam, bebe mucho del '1984' de George Orwell, pero también del universo de Philip K. Dick. Veamos una secuencia de 'Brazil', para mi gusto una de las mejores de la historia del cine, con una impresionante orquestación de Michael Kamen de la canción que da título a la película como música de fondo.
Seguiremos hablando del cine inspirado por Philip K. Dick en los años 90, con un repertorio mucho más amplio y con algunas sorpresas.
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