Ahora que se acercan los Oscar (no, no diré la ñoñería esa que algunos todavía hoy utilizan: eso de la noche mág…del cine) podríamos hablar de uno de los casos, y perdonad por lo facilón del título de esta entrada, en los que estos premios han ninguneado y desquiciado a un artista hasta cotas insospechadas. Porque también hay artistas, como Scorsese, que desde que empezaron a hacer películas están locos por ganar un Oscar. No tanto por su significado comercial, ni siquiera por su supuesto prestigio, en la industria demencial del cine, sino por lo que para él representa en su amor por la historia del cine norteamericano.
Si echamos un vistazo a las 9 películas que han ganado el Oscar más importante (el de mejor película, claro está) en esta década, salta a la vista que la única absoluta merecedora, sin discusión, y que además era muy superior estéticamente a todas las demás, fue ‘Million Dollar Baby’, una excepcional obra maestra. El resto de ellas no se sostiene por ningún lado. Y en algún caso son películas más que interesantes, pero competían con otras que se lo merecían mucho más. Es el caso de ‘Traffic’ sobre la ganadora ‘Gladiator’, o de ‘El pianista’ sobre la ganadora ‘Chicago’ (que me expliquen a mí cómo el mejor actor, el mejor guión y el mejor director no hacen la mejor película). En 2007 por fin Scorsese se alzaba con el Oscar a la mejor película y el mejor director. Pero lo hacía por su película más impersonal, un remake de un famoso filme de Hong-Kong, en el que su estilo ya se había aguado sin remisión.
Me gusta mucho ‘The Departed’, es un raro y poderoso filme policíaco, con un guión muy sólido, con la mejor interpretación (la más auténtica, la menos esforzada) de Leonardo DiCaprio a las órdenes de Scorsese, con un Jack Nicholson desatado. Y Scorsese filma con un pulso narrativo que muy pocos podrían igualar, firmando una escritura visual alejada de todo lo que habíamos visto antes de este director. Sin embargo, algo en esta película se antoja fuera de sitio, como si Scorsese nunca hubiera creído menos en lo que estaba contando. Las brillantes, deslumbrantes, imágenes de este brutal thriller están muertas, no atrapan, no enamoran.
Es decir que precisamente el director probablemente más complejo, indómito e inasequible a los cantos de sirena de Hollywood, ve por fin cumplido su sueño de ganar un Oscar con su película menos personal, menos Scorsese. ¿A alguien le sorprende? El bueno de Marty tiene en su haber, para el que esto firma, seis obras maestras: ‘Taxi Driver’, ‘Toro salvaje’, ‘Uno de los nuestros’, ‘La edad de la inocencia‘, ‘Casino’, ‘Kundun’, y varias películas notables. De esas seis obras maestras, tres fueron nominadas, sin éxito, a la mejor película y mejor director. Además, la impresionante ‘Gangs of New York’, y la irregular ‘El aviador’ también fueron nominadas. Ninguna lo consiguió.
Echemos un repaso rápido, ¿contra cuáles perdieron?: en 1976 Marty se consolidaba como director estrella con ‘Taxi Driver’, y ganaba la Palma de Oro del Festival de Cannes. No así el Oscar, arrebatado por la emocionante, aunque muy menor en comparación, ‘Rocky’, todo un fenómeno popular. Pero lo sorprendente es que una película tan poco oscarizable como la protagonizada por el desesperado taxista Travis Bickle pudiera ser finalista. Mucho más oscarizable resultaba, siempre que fuese dirigida por otro director más apegado a la industria, ‘Toro salvaje’. El año en que estuvo nominada competía nada menos que con dos grandiosas películas como ‘El hombre elefante’, de David Lynch (que no se llevó ni un solo premio de sus ocho nominaciones), y ‘Tess’, de Roman Polanski.
Pero la ganadora fue ‘Gente corriente’, de Robert Redford, en una de esas decisiones políticas que de cuando en cuando la academia norteamericana se complace en hacer, y que nos dejan a todos los cinéfilos de pata negra con los ojos como platos, pues no hay por donde coger que una película digna aunque corriente, valga la redundancia, se imponga a obras maestras como las mencionadas. Todo un disparate. Había otras opciones que podrían haber resultado justas aunque Scorsese no se hubiera alzado con el Oscar, pero eligieron la peor. Por ‘Taxi Driver’ ni siquiera había sido nominado como director, pero el gran esfuerzo narrativo que supuso contar la caída de Jake LaMotta fue ninguneado ante el cómodo debut de Redford.
No volvería a estar nominado hasta siete años más tarde, aunque estaba claro que no ganaría por su nominación (la única de la película) por ‘La última tentación de Cristo’. De modo que tampoco importó mucho perder frente al casi siempre mediocre Barry Levinson. Lo duro vendría tres años más tarde, cuando culminó un camino que había comenzado más de dos décadas antes, en el que trazaba su visión sobre la vida italoamericana, para llegar a la plenitud absoluta con la que quizá sea su obra más perfecta y personal, ‘Uno de los nuestros’, que se “enfrentó” con una de esas resucitaciones del western. Si hubiera sido el caso de ‘Unforgiven’, tampoco hubiera sido tan grave, pero fue por la irregular, torpe y aunque digna, muy balbuciente, ‘Bailando con lobos’, que arrasó aquel año.
Realmente, no parecía que un director tan poco oscarizable pudiese conseguir ese sueño adolescente. Pero el incansable Marty realizaría sus “particulares” acercamientos a la sensibilidad de la industria, sin dejar de ser profundamente scorsesiano, con la escalofriante ‘La edad de la inocencia’ y la trágica ‘Casino’, películas que fueron ignoradas en las nominaciones principales. Tendría que llegar la monumental ‘Gangs of New York’ para ser finalista de nuevo, pero se fue de vacío una vez más. Lo que la industria le decía a Scorsese era, más o menos, “si quieres el Oscar renuncia a ser tú mismo durante una etapa, abandona los rasgos más prominentes de tu personalidad, cíñete a una versión más light de tí mismo”.
Es imposible dilucidar si la adhesión de Scorsese por un actor tan limitado como DiCaprio (que sin embargo ha visto cómo sus herramientas de actor se fortalecían al lado del genio italoamericano) responde a una verdadera admiración por este intérprete o, precisamente, a ese deseo de conseguir el Oscar de una maldita vez. Puede parecer exagerado, pero hay información de la obsesión que este premio le producía al veterano realizador. Y hay pocas estrellas tan poderosas en el Hollywood actual como el rubio protagonista de ‘Titanic’ (en la que personalmente creo que hace su papel menos fingido). Tampoco quiero ser mal pensado, pero es la impresión que da. No en vano, la siguiente película del binomio, en torno al legendario Howard Hugues, resultó menos arriesgada y más convencional que ‘Gangs’ (como casi todas, por otro lado), y estuvo de nuevo finalista y con más probabilidades de ganar el Oscar.
Finalmente, rebaja aún más las constantes de su estilo, y aunque muy por encima de la media, firma un policiaco insustancial para él, que añade muy poco a su indagación en las constantes del cine negro estadounidense. Él estaba sonriente y pletórico con el Oscar en la mano, entregado por sus amigos Spielberg, Coppola y Lucas. Pero la apariencia era de falsa reparación a un ostracismo incomprensible. Lo afirmo desde la indiferencia hacia unos premios, pero desde la admiración a un artista y el cariño hacia una personalidad con la que me siento identificado. Ver al pequeño y en ocasiones eminente cineasta emocionado por un premio que debería ser algo más que una componenda a mí me parece una mala noticia. Pero aún podía ser peor, aún podía entregar el Oscar a los hermanos Coen el año siguiente por su peor película.
Es lo que tienen los Oscar. Nos vemos en la madrugada del 22 al 23…
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