Admito que la nostalgia por el cine comercial estadounidense de los ochenta ha calado en varias generaciones. La primera sería la que creció viendo aquellas películas y la segunda, la mía, la que las vio en televisión en la edad adecuada. Esta falsa nostalgia es un fenómeno que me interesa particularmente, pero no lo vamos a discutir hoy. Hoy hablaremos de 'Super 8' (id, 2011), una película que se ha ganado mi aprecio en revisiones.
La película partía de una magnífica idea publicitaria.: JJ Abrams, el talentoso escritor-director-productor, dirigía un proyecto de aventuras inspirado en las películas que dirigió y/o produjo e ideó Steven Spielberg. La pregunta es ¿Pero es esta película un ejemplar de cine de antaño? En este caso, antaño entendido como el cine de la productora Amblin. Mi respuesta es no, y creo que esa es una noticia estupenda. Voy a explicarme.
Poblados y Guiones
De las cinco películas que ha dirigido JJ Abrams (la quinta está todavía gestándose), 'Super 8' es la única que cuenta con un guión con su firma. Las películas de la factoría Amblin en las que se inspira podrían ser 'Gremlins' (id, 1984) dirigida por Joe Dante a partir de un libreto de Chris Columbus, 'Los Goonies' (The Goonies, 1985) dirigida por Richard Donner partiendo de una historia de Steven Spielberg con guión de Columbus también y seguramente 'E.T. El Extraterrestre' (ET The Extraterrestrial, 1982) del propio Spielberg con guión de Melissa Mathison. Podríamos añadir 'Exploradores' (Explorers, 1985) de Dante, con guión de Eric Luke, y sin el sello de Amblin detrás.
¿Qué elementos tienen en común estas películsa? Bien. Tanto Goonies como E.T. tienen un grupo de niños valientes protagonistas y un pueblo como centro del misterio sobrenatural. En E.T. tenemos a un niño con un conflicto familiar, en evidentes problemas. Y respecto a Gremlins, la organización social de un pueblo se ve trastocada por la llegada de una criatura sobrenatural, contando con la complicidad relativa de un profesor de instituto.
Pero ¿qué diferencias hay? Hemos visto los parecidos y cualquier espectador puede detectarlos, incluso también en la decisión más obvia, la de situar la película a finales de los setenta, en una época cercana a la de estas películas. ¿Y qué diferencias hay? En el guión de J.J. Abrams se ahonda, de manera sutil pero arriesgada, en el conflicto familiar: el niño protagonista es el hijo de un sheriff (Kyle Chandler) y una madre fallecida que murió por cubrir al padre de la adolescente de la que terminará enamorado. En una secuencia brutal, la niña le cuenta a él el desastre.
De hecho, a diferencia de las películas de los ochenta, Super 8 habla de una posibilidad de empatía y otra de perdón. El mundo de los adultos aquí es frágil, tan frágil como la estructura social que se vuela por los aires, y está lleno de heridas. El último acto, quizás el más discutible del guión, no logra casar bien dos puntos dramáticos magníficos: la idea de que los enamorados descienden de dos personas qu tal vez fueran amantes (la película tiene la audacia de ser ambigua) y de que el monstruo es solamente una criatura dolorosa, que ha sido torturada por un ejército cuya actitud es, en el mejor de los casos, violenta, hermética y cuestionable.
Una personalidad diferente
El tono de Spielberg es mucho más clásico que el de Abrams, también busca planos más llevados por la dulzura. Abrams es un director de registros variados. ¿Un ejemplo? Su dominio de la síntesis. Para contar la tragedia usa apenas seis planos. Esta habilidad para la síntesis visual de carácter narrativo es directamente contemporánea de Pixar, también muy hábil en prescindir de la palabra para contar algo.
No conviene, por cierto, evitar halagar la escritura de Abrams. En consonancia con su sentido visual, la escritura usa una escena en apariencia verosímil (la preocupación de quienes asisten al funeral) para darnos un montón de información dramática y presentar a los personajes desde su conflicto. Siendo un artificio no lo parece. ¡Y es un hallazgo estupendo!
Pero Abrams añade también muchísima velocidad en la concepción de las escenas, empezando por la cámara. Su película está llena de movimientos de grúa, de travellings laterales, de contrapicados. Está claro que se remite a algunos motivos visuales del Spielberg de 'E.T.' y de 'Encuentros en la tercera fase' (Encounters of the third kind, 1977).
Es un director talentoso, pero, y esto es más importante, es un director que ni siquiera busca exactamente el estilo ajeno. Es cierto que la banda sonora -estupenda - de Michael Giacchino puede ser comparado con los mejores hallazgos de Jerry Goldsmith o John Williams, pero funciona con sus propias singularidades y velocidades. Y el mejor momento, en el que música y la escritura de Abrams se dan la mano está resuelto de una manera visualmente novedosa.
Cuando el protagonista asiste a la confesión de su amada de la naturaleza injutsa del accidente, pues su madre estaba cubriendo el puesto a una irresponsabilidad del padre de ella....el director Abrams encuentra su inspiración en términos compositivos. El relato llega a una textura íntima pues, en un artificio hermoso, una cinta de la madre comienza a proyectarse. Y Abrams demuestra su valía.
¡Qué momento más hermoso! Primero Abrams cede al chico y a su madre la dinámica del plano/contraplano. A sabiendas de que ella es quien arrastra la culpa, la incorpora en un plano medio. ¡Dejando al chico herido en profundidad de campo! Con pura narrativa visual, Abrams nos lleva de un punto de vista a otro. Y esta me parece, sin dudarlo, la mejor secuencia que ha rodado en su hasta ahora breve carrera cinematográfica.
Como hemos visto, la nostalgia de Super 8 es en realidad falaz: la película es su propio relato y aunque se apropia de algunos motivos argumentales o visuales de sus referentes, les da un sentido completamente distinto.
Como la mano estrechada al final, que no indica asombro o descubrimiento mesiánico, como en las películas de Spielberg. Lo que indica aquí es la posibilidad del perdón y el amor.
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