'El luchador', sin concesiones

'El luchador', sin concesiones
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No leer si no se ha visto la película.

Éramos muchos los que creíamos que Mickey Rourke se alzaría con el Oscar al mejor actor en la pasada ceremonia de los premios cinematográficos más famosos del mundo. El personaje de 'El luchador', la nueva película del polémico Darren Aronofsky, tiene muchos puntos de contacto con el actor, quien ha luchado duro durante estos últimos años para conseguir una segunda oportunidad, después de despreciar a todo bicho viviente cuando estaba en el culmen de su éxito. Ahora, tras una serie de papeles de secundario, aprovechados muy cuidadosa e inteligentemente por el actor, nos llega el que es, y será, su personaje más recordado de su actual etapa. Es muy probable que en años venideros, la interpretación de Rourke tenga más peso que la de Sean Penn en 'Mi nombre es Harvey Milk', estando el segundo impecable en su rol.

En el excelente film de Kathryn Bigelow, 'Le llaman Bodhi' (espantoso título en nuestro país de 'Point Break'), el personaje al que da vida Patrick Swayze, en el mejor papel de su carrera, dice una frase que me encanta: "¿Qué hay de malo en morir haciendo lo que uno ama?". Viendo un film tan distinto del mencionado como 'El luchador', me he acordado de ella.

'El luchador' sigue la historia de Randy Robinson, un luchador de lucha libre que durante los años 80 fue una auténtica estrella admirada por todo el mundo. Ahora, veinte años después, en pleno ocaso, sobrevive como puede ofreciendo espectáculos en luchas de segunda y tercera categoría, a las que acuden los anclados en los viejos tiempos. Un ataque al corazón, debido a su duro oficio, le hará replantearse las cosas. Intentará comunicarse con su hija, a la que abandonó hace años y con la que no se habla, teniendo como único apoyo una bailarina de streeptease a la que ve de vez en cuando, y que supone uno de los pocos soplos de vida en su existencia.

'El luchador' está mostrada por Darren Aronofsky de una forma muy sencilla, algo que llama la atención teniendo en cuenta la filmografía anterior del cineasta (desde la insoportable 'Pi' hasta las mucho mejores 'Requiem por un sueño' y 'La fuente de la vida'), en la que sus films necesitaban de una mayor implicación por parte del espectador que se entregaba, o no, a un lenguaje cinematográfico de cierta densidad. En 'El luchador' cambia totalmente las tornas sobre todo en lo que respecta al acercamiento a sus personajes. Aronofsky pega su cámara (siempre tambaleante, como el personaje central) al cogote de Rourke, y le sigue allá a donde va, realizando planos secuencia tan llamativos como insignificantes. De esta forma, somos testigos directos de la vida de Randy, ya sean sus combates con poco público, su trabajo en una carnicería, sus escarceos para ver a su bailarina favorita, los intentos de acercamiento a su hija, etc.

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Así pues, Aronofsky se olvida de artificios visuales que provocan más de un lectura encontrada, y cámara en mano logra la sencillez en un relato de fácil entendimiento. Filma directamente y sin miramientos una historia cruda, real y dolorosa como la vida misma. Tal vez en su primer tercio, el director se explaya demasiado en la descripción del día a día del personaje central, pero cuando llega la hora de la verdad, Aronofsky no realiza ni una sola concesión. Y he aquí uno de los grandes aciertos de 'El luchador': Es una película que sólo se sirve de tópicos, pero no resulta nada típica en sus decisiones formales. Así, el tramo final del film es totalmente desesperanzador, en el que el protagonista se lanza a una muerte segura, con el único alivio de poder morir haciendo lo que ama. Un plano que es el epílogo final a toda una historia llena de golpes y heridas que el tiempo no puede curar. Aronofsky filma con la misma crudeza los golpes en el ring que los que Randy se lleva en su vida personal.

Pero 'El luchador' no sería tan buena como es si no fuera también por la labor de sus intérpretes, sobre todo Mickey Rourke. Aronofsky siempre tuvo claro que Rourke era el actor idóneo para el papel, y tuvo que imponer su criterio al de los productores, que querían a Nicolas Cage para interpretar la película (Dios mío, de sólo imaginarlo me entran sudores fríos). El que fuera uno de los mejores actores de los 80 está simplemente perfecto en su rol, logrando conectar con el espectador llegando al corazón de éste con facilidad inusitada. La sinceridad de su interpretación conecta directamente con los paralelismos más que evidentes con la vida personal del actor. Tanto en la realidad como en la ficción, Rourke fue una estrella de los 80 que cae en el olvido destrozando por el camino su propia vida. A su lado, una imponente (en todos los aspectos) Marisa Tomei, dando vida a una bailarina de streeptease, amiga de Randy, una superviviente que ve cerca su ocaso personal por culpa de su edad. La actriz demuestra haber aprendido con el tiempo, y su entregada interpretación está muy lejos de los tiempos de 'Mi primo Vinny'. La tercera en discordia, dando vida a la hija de Randy, Evan Rachel Wood, también está a la altura de sus compañeros, ofreciendo un personaje delicado en su sencillez, transmitiendo la misma dolorosa verdad que fluye de su decepción personal con respecto a su padre.

'El luchador' es una película que probablemente gane con los años, porque a pesar de la sencillez de su argumento, es de esas películas que permanecen un buen tiempo en la memoria tras su visionado, reposando como los buenos vinos y tomando cuerpo. Sus desgarradoras imágenes, en las que Aronofsky no se corta ni lo más mínimo ya sea porque hay sangre (la alusión a 'La pasión de Cristo' no es casual) o porque hay que ver de cerca lágrimas que duelen con sólo intuirlas, tardan en abandonar nuestras mentes, como las secuelas de un buen puñetazo, uno de esos que la vida te da de vez en cuando, y del que tardas en levantarte.

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