Este domingo se entregan los premios de la academia española, comúnmente conocidos como Goyas (aunque ya no puede emplearse ese término de forma oficial…eso sí, no han cambiado el diseño de la estatuilla…misterios de la vida), de los que ya sabemos, hace ya bastantes semanas, los candidatos. No es ningún secreto, ni ninguna exageración, decir que no son más que una copia, como todos los premios autóctonos, de los Oscar, que se entregarán dentro de de poco más de tres semanas.
Muchas de las películas que están nominadas, tanto en los Oscar como en los Goya, confieso no las he visto. Algunas por pereza, otras por simple y puro desinterés, algunas de las norteamericanas empiezan a llegar ahora. Lo que sí he visto, un año más, son muchas películas que no están nominadas en ninguna de las dos listas de nominados. Pero no por ello podemos dejar de hablar de algunas de las barbaridades que vuelven a perpetrarse cuando una industria se premia a sí misma. Esto es, se autojustifica con la entrega de un galardón. Pasemos revista.
Son cuestiones que a cualquier cinéfilo avezado no pueden pasarle por alto. Por ejemplo: se ha decidido que Mickey Rourke gane el Oscar al mejor actor, esto es así. Es decir, la industria que durante dos décadas ha masacrado sin compasión (muchas veces él echaba un cable a ese respecto) a este buen actor, que le encumbró precipitadamente y luego se le echó al cuello, ahora está dispuesta a “perdonarle”. Él encantado, claro. Pero nadie tiene ninguna duda de que se va a llevar el premio. Estos casos de estrella caída-y-luego-resucitada son ideales para el tinglado de Hollywood. Y es un insulto, bajo mi punto de vista, para los demás actores que compiten. Pero es que además le quita emoción al premio
No sólo con él. Lo mismo sucede con Kate Winslet, quien se va a llevar el premio en un 99% de probabilidades. Podría haberlo ganado por ‘Eternal Sunshine of the Spotless Mind’ (me niego a emplear su estúpido título español), o por cualquiera de sus otras nominaciones. Pero ya sabemos que se ha decidido que este sea su año. ¿Emoción?...cero. Ninguna de sus contrincantes tiene la menor opción, y lo saben. ¿Para qué van? Para cumplir. ¿Quién sabe si otro año se decidirá que tiene que ser alguna de ellas?
En los Goya la cosa es diferente. Pero las insensateces también están ahí: ¿por qué, por ejemplo, vuelven a estar más o menos los mismos de siempre nominados? Después de ganar el Goya a la mejor película por su extraordinario debut, Agustín Díaz Yanes vuelve a estar nominado. Y es que todas sus películas han sido finalistas a mejor película del año. Lo malo es que la unanimidad en torno a la mediocridad aplastante de ‘Sin noticias de Dios’ y ‘Alatriste’ es casi absoluta, y nadie se traga que no haya mejores candidatos. Este año vuelve a estar nominado por una película que si bien no ha sido tan cuestionada como las otras, tampoco ha despertado pasiones.
Pero también tenemos la enésima película sobre la guerra civil (o sus consecuencias), tenemos la nueva realización de Alex de la Iglesia, y tenemos la propuesta progre del año. No entro en sus calidades estéticas, sino en el mensaje que significa elegirlas como finalistas. Riesgo, ninguno. Después de premiar, sorprendentemente, el año pasado a ‘La Soledad’, no ha recaído ni una sola nominación a ‘Tiro en la cabeza’, también de Rosales. Pero es que quizá lo más arriesgado (al menos en cuanto a reputación para la academia…) es nominar ‘Sangre de Mayo’ a mejor dirección artística o mejor sonido.
Volviendo a los Oscar, tampoco el actor en papel de reparto es una incógnita, pues todos sabemos quién se lo va a llevar (aunque hay un par de contrincantes que también lo merecen). Algo de morbo hay en actriz de reparto, y no sólo por Penélope Cruz, también por Marisa Tomei o Amy Adams. Sin embargo es el caso de ‘La Clase’ el más sangrante. Porque a nadie se le escapa que el Oscar a mejor película extranjera no es más que un oscarcito, en el mejor de los casos. Cuando la verdad es que tanto esa impresionante película, junto con ‘4 meses, 3 semanas y 2 días’ son de lo mejor del año pasado estrenado en todo el mundo, y deberían estar presentes en nominaciones importantes, como ya lo estaron en 1996, por ejemplo, ‘Rompiendo las olas’ y ‘Secretos y mentiras’.
Y tampoco es que los Goya, en el apartado de película extranjera (que si ya es un chiste en los Oscars, aquí es un chiste de un chiste, o sea, una parodia de sí mismo) se hayan lucido este año, con la oportunista presencia de ‘El caballero oscuro’ como mejor película europea, lo que es un disparate para el que seguro que han buscado alguna coartada industrial. Pero no creo que esa película necesite ese premio, o ese reconocimiento, pues precisamente ese premio debería ir destinado a aupar el filme europeo más destacado, y todos sabemos lo que es un filme europeo. Este no lo es.
Podemo seguir así, podemos seguir con la bochornosa idea de considerar como finalista el insostenible trabajo de Verónica Echegui en la infumable ‘El patio de mi cárcel’, con la tontería del premio a la mejor dirección de producción, con lo chocante del globo de oro a mejor actriz de reparto para Winslet por un papel que ahora le ha proporcionado la nominación (y el casi seguro Oscar) a mejor actriz principal. Todo esto nos da una idea del demencial negocio del cine, que como todos los años tiene que cumplir con su tinglado, y defender su lógica industrial.
Por esto, y por más cosas, los premios de los festivales tienen mucho más valor que los premios a lo mejor del año que entrega cada país (y todos ellos copiando a los norteamericanos, aunque generalmente en lo malo). De acuerdo, en los festivales también cometen errores y olvidos imperdonables, pero su valor como plataforma para nuevos cineastas, su condición de descubridoras de obras nuevas que no han sido presentadas en otros países, su labor aglutinadora de las vanguardias y las herencias más significativas. Nada de todo eso pueden premiar los Oscar o los Goya, que funcionan, casi siempre, ajenos al riesgo, el coraje y la transgresión del gran cine. Pero sobre todo lo primero: la emoción. A nadie le interesan los Goya, o a muy pocos. Pero no se comprende que se esfuercen, año tras año, en eliminar cualquier atisbo de tensión y emoción en esta clase de premios.
P.D.: Todos sabemos que ‘Slumdog Millionaire’ va a llevarse el Oscar, y que ‘The Curious Case of Benjamin Button’ se va a ir de vacío…pero algo me dice que igual en ese apartado, al menos, la sorpresa es posible. Algo me dice que ninguna de las dos se alzará con el gran premio…
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