Lleva puesta una camiseta negra adornada por un casco de Stormtrooper; en su salón, presidido por un pack de la trilogía original en VHS sin retoques digitales, cuelga un póster de Darth Vader con la pose del Tío Sam instándote a unirte a las Fuerzas Imperiales; llama a su perro Chewbacca y, al presentarse, añadirá "y 'El imperio contraataca' es la mejor película de la saga porque es la más oscura y adulta" nada más decir su nombre.
En efecto, estamos hablando del fan más auténtico, puro y duro de 'Star Wars'. Ese espécimen capaz de traducir los exabruptos que profiere R2-D2 a base de pitidos que, tras lo acontecido con la convulsa recepción de 'Los últimos Jedi', se ha convertido a golpe de tuit en el reverso tenebroso del proto-cuñado futbolero que soluciona partidos desde el bar vociferando sentencias como "esto con un 4-4-2 y dos laterales que suban se remonta" mientras blande en su mano un tercio de Cruzcampo.
De fallos, bondades y fans proto-cuñados que saben más que George Lucas
Al igual que este último domina la estrategia balompédica como si del imposible —e improbable— descendiente de Jose Mourinho y Pep Guardiola se tratase sin haber pisado el césped de un campo de fútbol, el fan de 'Star Wars' tiene el conocimiento absoluto sobre la franquicia galáctica y la narrativa cinematográfica propios de una suerte de entidad mística a la que se han transferido los cerebros de George Lucas, Irvin Kershner, Lawrence Kasdan y compañía.
Pese a que este fan supremo siempre haya estado ahí pregonando qué es digno de 'Star Wars' y qué no desde la omnisciencia que le otorga tener una colección de figuras de acción sin sacar del blister, ha sido el auge de las redes sociales el que le ha dado una suficiente proyección como para que sus bramidos lleguen a proyectarse hasta el punto de llegar a más oídos de los que debieran. Algo que, además, le ha permitido repartir carnets de fan a diestro y siniestro aprovechando la brutal polarización entre público y crítica que ha sufrido el Episodio VIII tras su estreno.
Para quedar libre de toda sospecha, he de recalcar que mi relación particular con 'Star Wars' —o 'La guerra de las galaxias', como se llamaba cuando descubrí 'Una nueva esperanza'— es similar a la de cualquiera que haya disfrutado una y mil veces de las bondades de su sentido del espectáculo y su fantástico imaginario sin rasgarse las vestiduras ante los deslices que hayan podido padecer sus responsables.
Tengo juguetes, camisetas y el más variopinto merchandising; aborrecí la trilogía de precuelas para, más tarde, redescubrirla y abrazar sus virtudes; aluciné con 'El despertar de la Fuerza' y me he llevado una decepción inmensa con 'Los últimos Jedi' que, sorpresa, no me ha causado ningún tipo de úlcera estomacal ni la destrucción de mi más tierna infancia. Vamos, que me gustan —bastante— casi todas las películas de 'Star Wars' y su universo, pero no me considero ningún tipo de hincha enajenado de la obra de Lucas.
Un notable espectáculo con muchos "peros"
¿Significa el desencanto que me ha generado 'Los últimos Jedi' que es una mala película? En absoluto. Puede que la perspectiva que me da no pertenecer al selecto club de fans oficial —ni falta que hace— me permita vislumbrar entre sus problemas —que los tiene, y muchos— una dirección vigorosa de un Rian Johnson desatado y que apuesta por un planteamiento visual de primerísima categoría, un giro especialmente agradable hacia el humor y, sobre todo, un espíritu rupturista en tono y forma muy de agradecer.
No obstante, entre secuencias espectaculares y risotadas complacientes —benditos Porgs— comienzo a detectar un buen número de lo que yo considero desaciertos que me amargan una experiencia que comenzó con el mejor pie posible. Fallas que podrían dividirse en un par de categorías bien diferenciadas, ambas focalizadas sobre la figura del Johnson guionista: las narrativas y las estrictamente personales.
Dentro de las primeras, más o menos discutibles, existen dos elementos que empobrecen radicalmente el conjunto, siendo el primero de ellos el tratamiento y desarrollo de unos personajes caprichoso, vago y desdibujado. A excepción de Kylo Ren —el gran beneficiado por el libreto de Rian Johnson— y, tal vez, Poe Dameron, el resto de protagónicos del filme cumplen un papel estrictamente funcional, con evoluciones pobres, nulas o disparatadas —lo de Rose rescatando a Finn en pleno arrebato amoroso es de juzgado de guardia—.
Además de esto, cuya máxima representación se encuentra en la figura de Rey, quien continúa siendo toda una Mary Sue que lo hace todo a la perfección sin el necesario fracaso por el que pasa todo héroe —levanta rocas sin el más mínimo entrenamiento y accede al lugar más peligroso de la isla sin consecuencias—; 'Los últimos Jedi' adolece una supresión de la sensación de peligro —y del interés— a causa de la repetición sucesiva y exasperante de escenas en las que los personajes se enfrentan a un grave peligro para salvarse en el último momento.
Más allá de estas trabas, que podríamos tildar de "objetivas" —nótese el entrecomillado—, existen otros aspectos que me han chirriado y que obedecen a las que parte del fandom está etiquetando como "rompe mitos" e impulsan campañas de recogidas de firmas para excluir al largometraje del canon galáctico. Decisiones dramáticas que, lejos de ser errores —no se deben calificar como tal—, pueden conducir al arqueo de cejas y el cabreo generalizado de los sectores más integristas.
No lo llamen "error" cuando quieren decir "discrepancia"
Si, es cierto que 'Star Wars' es una obra de ficción y que no existen unos libros sagrados Jedi que nos ilustren sobre las diversas aplicaciones y mecanismos de la Fuerza, pero esto no excluye que ciertos pasajes de 'Los últimos Jedi' parezcan, hablando pronto y mal, sacados de la manga en una búsqueda desesperada del impacto más efectista; rompiendo de algún modo con la coherencia interna que toda mitología de estas dimensiones debería tener.
De haber sido plantados con anterioridad, ya no en este nuevo capítulo, sino en cualquiera de los siete —obviando spin-offs— que le preceden, fragmentos tan controvertidos como el de la Leia voladora, salvándose por arte de magia con una habilidad completamente nueva en la saga, hubiesen funcionado a la perfección. Pero no, Rian Johnson ha sabido cubrirse las espaldas utilizando los poderes de la Fuerza como un deus ex machina moldeable con el que disimular su cobardía a la hora de lidiar con unas posibles muertes —finalmente inexistentes— potencialmente traumáticas.
Esto último puede extrapolarse a la figura de un Luke Skywalker que, más allá del debate en torno a si su conducta es propia o no de un Jedi, no merecía bajo ningún concepto —de nuevo, esto es algo personal— un final como el recibido. La triquiñuela del director y guionista en este caso ha sido el nuevo poder de la comunicación en diferido entre Jedis/Siths que, convenientemente, se extiende al resto de personajes corrientes durante una secuencia de lo más tramposa. No me negaréis que hubiese sido impagable un duelo entre Skywalker y Ren en el que, al igual que su maestro Ben Kenobi, el Jedi se hubiese sacrificado in situ por una causa mayor tras un buen intercambio de sablazos.
Para echar algo más de leña al fuego, cabe mencionar la impresión de haber sido escrito sobre la marcha y sin un rumbo fijo que deja este Episodio VIII. Johnson tira por la borda infinidad de elementos planteados por Abrams en 'El despertar de la Fuerza', —que van desde el enigma que envuelve a la identidad de los padres de Rey hasta el vínculo entre Kylo Ren y Darth Vader, pasando por la figura del infame Snoke, que ha terminado siendo poco más que un pelele digital— invitando a pensar si esta tercera trilogía galáctica posee un arco narrativo cerrado o es únicamente un artificio comercial creado sobre la marcha a gusto de la marabunta que se da golpes de pecho en Twitter película tras película.
Como suele decirse, nunca llueve a gusto de todos. Si en 'El retorno del Jedi' el foco de las críticas recayó sobre los —aborrecibles— Ewoks, y los midiclorianos fueron el objetivo de los aficionados enfurecidos tras ver 'La amenaza fantasma', este último tríptico está siendo testigo de la máxima expresión de la ira de un fandom que no parece saber muy bien lo que quiere, destruyendo 'Los últimos Jedi' por su afán de reinventar el universo 'Star Wars' tras haber maldecido 'El despertar de la Fuerza' por, precisamente, brindar un genial revival de los orígenes de la saga a lo que muchos llamaron "más de lo mismo".
De verdad, no hay quien os entienda...
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