Mira a tu alrededor en este mismo instante. Dependiendo de dónde te encuentres mientras lees estas líneas puede que lo único que veas sean objetos cotidianos a los que estás sobradamente acostumbrada, pero, con un mínimo de imaginación, cualquiera de esos elementos pueden reconvertirse en iconos de la historia del cine. Esto es, precisamente, lo que ocurrió durante el proceso de producción de 'Una nueva esperanza', el cuarto episodio de la saga 'Star Wars'.
A pesar de que todos recordamos la franquicia de George Lucas como una ristra de superproducciones de éxito, cabe recordar que el presupuesto de la cinta original no es que fuese demasiado holgado —se estima en unos 11 millones de dólares—, lo cual obligó al equipo de diseño de producción a devanarse los sesos para construir el peculiar universo en el que se ambienta la película.
Hazlo o no lo hagas, pero si lo haces que salga barato
Uno de los quebraderos de cabeza fue encontrar una pieza que se ajustase a la visión de Lucas y su equipo sobre las empuñaduras de los sables láser; un proceso que hizo a los miembros del departamento de arte recorrer infinidad de tiendas de segunda mano y rebuscar en desvanes para intentar obrar el milagro. Pero, finalmente, los astros se alinearon en una tienda de fotografía del West End londinense.
Según contó Roger Christian, atrezista en el 'Episodio IV', durante una entrevista en el programa Q de CBC Radio, su grial particular apareció en el lugar menos esperado: una caja polvorienta que contenía en su interior una cámara Graflex de 1940 equipada con un flash armado sobre un asa que, tras unas modificaciones, terminaría convirtiéndose en la empuñadura del mítico sable de Luke Skywalker.
"Fui a una tienda de fotografía en la que obteníamos todo nuestro equipo y pregunté [al dependiente] '¿Tienes algo enterrado por aquí a lo que pueda echar un vistazo?', y él dijo, 'Mira debajo de aquella estantería'. Saqué una caja vieja y llena de polvo que no debía haberse abierto en unos diez años y la música sonaba a cámara lenta [ríe]. En esa caja encontré unos mangos para flash de Graflex. Cogí uno con la mano y pensé, 'Ahí está'".
Convertir el flash de la Graflex en la legendaria empuñadura sólo supuso una inversión de unos 15 dólares —se hicieron dos diferentes—; una inversión minúscula pero tremendamente prolífica; y es que uno de los dos props llegó a venderse por la friolera de 250.000 dólares a un museo de Seattle. Un hito que convirtió la empuñadura en el arma cinematográfica más cara de la historia, sólo por detrás de la pistola de Deckard en la primera 'Blade Runner'.
Lo malo de todo esto es que los amantes de la fotografía retro tienen todas las papeletas para pasarlas canutas si quieren conseguir una Graflex en el mercado de segunda mano; ya sea porque los precios que encuentren sean abusivos o porque cada vez queden menos debido a fans que deciden desguazarlas para crear sus propios sables láser.
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