'Vengadores: Endgame' ya es con todo merecimiento la segunda película más taquillera de la historia del cine. Ha hundido el 'Titanic' de James Cameron en solo once días y todo apunta a que la próxima parada será al lado de la otra intocable del director. Tiembla 'Avatar' ante la reunión de los Vengadores. Lo que aún no sabemos es si todo esto es bueno o no.
Esta es mi película y lloro si me da la gana
La semana que viene llegará a nuestros cines 'Hellboy', que al contrario que cualquier producto Marvel de tres al cuarto (como 'Black Panther' o la secudla de 'Ant-Man'), ha sido la última tormenta perfecta en forma de desprestigio por corriente de opinión. Tampoco vamos a sorprendernos ahora por el hecho de que la crítica del enviado equivocado (tal vez, por qué no, interesado), haya calado en el corazón más o menos herido de una gran mayoría de espectadores. ¿Os imagináis la que se habría liado en Twitter al anunciar que la secuela de 'Blade' iría a parar a manos del director de 'Mimic'?
Esta claro: somos presa de nuestros intereses y ahora tenemos más altavoces de los que nunca soñamos. Aquel cambio de rumbo viene a cuento de su director: Guillermo Del Toro tuvo que aguantar al fandom en el siguiente episodio de ira comiquera contra un proyecto. El primero, por carta (un trozo de papel, joven lector), cayó como plaga de langosta sobre las oficinas de Warner cuando se anunció que Michael Keaton sería el protagonista de 'Batman'.
De la película de Tim Burton a 'Hellboy', las adaptaciones del cómic suelen ser buen caldo de cultivo para que los fans menos transigentes pongan el grito en el cielo. No quiero ni imaginar qué podría pasar si, además, invirtieran en las producciones. Poco importa si las actuaciones de los intérpretes de películas (notables, no me entiendas mal) como la saga que inauguró Joss Whedon no son más que marionetas teledirigidas: queremos ver lo que exigimos. Y si no que le pregunten a 'Sonic'. Nada de eso ha pasado con la última entrega marvelita dirigida por los hermanos Russo. Al poderoso se le perdona siempre. Cuidado con decir algo negativo de la película.
Por cierto, dónde andará el talento perdido de Whedon, aquel que nadie parece recordar ahora que todos nadan en dinero. Será el precio de la fama.
Con un croma sabe mejor
Hace ya cuatro años que el legendario Rick Baker anunció su retirada del cine. El artesano que ganó el primer Oscar a los mejores efectos de maquillaje decidió dejar el cine porque ahora, entre las prisas y los dineros, lo que manda es lo digital. Ese final de la era de los efectos especiales, de un cine más puro, fue el camino a seguir, y por eso ahora resulta chocante para las nuevas generaciones de espectadores cuando los efectos son prácticos o el trazo digital apenas es perceptible.
'Glass', la estupenda pieza de cámara de M. Night Shyamalan, ha sido un éxito de taquilla que supo amortizar sus 20 millones de presupuesto. El su público quería cerrar el círculo que se abrió hace veinte años y acudió en masa a los cines, pero el regusto fue agridulce y las críticas bastante malas. Una película pequeña, con apenas trucos, para rematar una jugada blockbuster que contó con el presupuesto de X-Men no parecía suficiente: se veía simple.
Algo parecido ha pasado con la última película de Rupert Wyatt, 'Nación Cautiva', a la que se ha tildado de "visualmente chapucera" en algunos medios muy importantes. El estreno de la nueva película del director de la primera parte de la aclamada trilogía de los simios merecía más que uno de los peores estrenos de todos los tiempos. Y así llegamos a la divertida y gamberra 'Hellboy', que abandona el regazo de hadas y faunos del director de 'La joven del agua' para aterrizar en la acción más terrenal y violenta. Y en la que hay mucho maquillaje.
La película de Neil Marshall, autor atrevido e indispensable, ya responsable de algún clásico y de alguno de los episodios más recordados de 'Juego de Tronos' , se aproxima mucho más a las intenciones del creador del personaje que las aventuras que Del Toro llevó a su terreno. Mignola ahora se siente como en casa con este nuevo demonio rojo que no tiene demasiado tiempo para tonterías y que vive rodeado de criaturas y despreciables seres a los que hacer sangrar.
Ver al protagonista montar a caballo en un paraje natural sin más añadidos que los que la propia naturaleza ha dejado ahí se vuelve una experiencia novedosa, poco habitual y tristemente ridícula para espectadores poco dados a la complicidad. Al contrario que en las batallas digitales, hipertrofiadas, de 'Vengadores: Endgame' (prácticamente todo mucho mejor en la anterior entrega), aquí se aprecia algo más de fisicidad. Vamos, que las hostias duelen más.
La paradoja es que ahora nadie quiere que la fantasía resulte creíble. Hemos pasado al bando de los descreídos y solo queremos que nuestro fast food digital esté listo para su consumo inmediato. De vez en cuando, por lo que sea, llega algo más pequeño y artesano, con muchas menos ganas de dominar la taquilla global porque sus intenciones son hacernos pasar un buen rato.
El problema parece estar en que si no vemos hasta el último céntimo de una inversión astronómica en pantalla, no queremos formar parte de su equipo. A mí me da mucha pena que el futuro del cine sea lo que diga un único estudio.
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