El genial cineasta británico Ken Russell vivió entre los primeros 70 y 80 una época de creatividad explosiva a prueba de bombas, dejando alguna de las mejores películas de todos los tiempos ('Los demonios', 'Un viaje alucinante al fondo de la mente') y sumando proyectos frustrados tan interesantes como su versión de la eterna obra de Bram Stoker, 'Drácula'.
El año del vampiro
Durante la década de los 70, Russell escribió su visión sobre el vampiro de Stoker. Ya más cerca de la década posterior, el cineasta y su agente comenzaron a mover un proyecto ambicioso y tremendamente original que lamentablemente caería en saco roto. Columbia Pictures parecía estar más que interesada, pero se encontraron con un par de problemas vampíricos.
20th Century Fox iba a encargarse de la distribución de 'Nosferatu, vampiro de la noche', la versión de Werner Herzog protagonizada por Klaus Kinski. Además, Universal tenía a punto la versión de John Badham con Frank Langella y Laurence Oliver. Por si eso no fuera suficiente aún faltaba por entrar en juego la que más dinero hizo entonces, 'Amor al primer mordisco', una comedia de Stan Dragoti con George Hamilton y Susan Saint James. No había sitio para otro vampiro, y mucho menos con semejantes pretensiones artísticas.
Russell siempre mostró un gran desprecio por los actores americanos elegidos para esos roles, y presumía de tener al mejor Drácula posible: Mick Fleetwood, cofundador y batería de Fleetwood Mac. Pero la realidad es que tras 'Lisztomania', 'Tommy' y 'Valentino' lo último que quería el cineasta era trabajar con otro "no actor". De hecho, Russell tuvo ocasión de hablar con Mac sobre sus dotes interpretativas, a lo que el músico respondió que no tenía ninguna, pero que estaba dispuesto a beber sangre real para preparar su personaje.
Lo cierto es que el reparto que tenía en mente estaba formado por nombres mucho más ilustres. Peter O'Toole sería Drácula, Michael York o más probablemente Alan Bates como Harker, Mia Farrow y Sarah Miles como Lucy y Mina, Oliver Reed sería Renfield y James Coburn y Peter Ustinov como Quincey Morris y Van Helsing respectivamente.
En 'Ken Russell's Dracula', el protagonista lograba su inmortalidad a través del arte. Russell convirtió al personaje en un artista eterno que con los siglos iba manteniendo su vida eterna a través de cambios de estilo artísticos. Drácula es Casanova, Beethoven, Jean Sibelius o Picasso. Un caramelo para un actor de prestigio.
Existen unas curiosas conexiones entre los Dráculas de Russell y de Coppola, el cineasta que logró, por decirlo de alguna manera, plasmar en imágenes y de manera definitiva el espíritu de la obra de Stoker. Para empezar, en el guión de James V. Hart que filma Coppola, puesto que el guionista estuvo directamente involucrado en los inicios de la creación del guión de Russell junto a John Hawn y Bobby Litman, el agente americano del cineasta.
La versión del director de 'Gothic' salta de 1890 a 1920. Lucy se ha transformado en una diva de la ópera (como en 'Annette') y Drácula en un esteta que cambia de personalidad, algo no muy diferente de la caracterización de Gary Oldman en la versión de Coppola, eh. Pero las casualidades no se quedan ahí. Hay pasajes del guión que hablan de una criatura alada volando sobre una catedral profana cimentada sobre cuerpos. ¿Sabéis qué película produjo Coppola en 2001? Exacto, 'Jeepers Creepers'.
Al final la película no llegó a buen puerto, pero al menos nos quedó la fabulosa y lisérgica siguiente película de Russell, esos estados alterados donde William Hurt vivía en sus carnes los nuevos anticristos y herejías de una película tan indomable como su director. Un director, por cierto, que sustituyó a Arthur Penn al frente de la película.
Mientras hubo vida siguió la esperanza de revivir el proyecto, que se presentó a Vestron Video, con quien Russell tenía contrato para cuatro películas, pero que nunca se pudo financiar. "A cambio", Ken Russell rodaría para ellos la adaptación de la última novela de Bram Stoker, 'La guarida del gusano blanco', una joya llena de humor negro de flema británica a la que algún día deberíamos dedicar una retrospectiva.
Lo cierto es que Russell quiso hacer vivir a su Drácula en la década de los años 20, su época favorita y la de su nacimiento. También quiso que fuera un artista multidisciplinar, un genio de las artes. ¿También habría sido un cineasta? ¿Chaplin? ¿Lang? ¿Él mismo? Así aparece en la imagen de cabecera, salida de un fotograma de la divertida 'Vampiros a la sombra' de Anthony Hickox, una comedia western de vampiros para Vestron. Genio y figura hasta cuando dejó de estar entre nosotros.
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