La serie de Marvel-Netflix sobre el personaje de ‘Punisher' o como lo conocimos siempre en España, 'El Castigador’, mantiene los buenos valores de producción y el habitual trabajo técnico de la casa, a lo que se suma una actuación adecuada de Jon Bernthal como Frank Castle, el vigilante que se hace conocer como ‘The Punisher’, que ofrece un contrapunto sorprendentemente matizado y convincente de un personaje brutal y sin remordimientos que ya había sido presentado en la segunda temporada de ‘Daredevil’.
Bernthal es el cuarto actor en asumir el personaje y, para algunos, el mejor. Lo cierto es que si bien en la serie del demonio de rojo el detalle estaba en su sensibilidad, encontrando el corazón desgarrado de Castle, en la serie de televisión toma un protagonismo contraproducente, que no mejora nada con la trama dispersa de militares controlados y soldados de paja que la acercan a thriller político de series como ‘The Americans’.
El paradigma de la adaptación
En consecuencia, a veces no da la sensación de estar viendo una adaptación pura del personaje, sino una especie de iteración redneck de Bourne, con su pandilla de colegas de trabajo, su subtrama cuasiromántica y otros elementos interesantes pero que tratan de lavar un poco la imagen de antihéroe reaccionario asociado a un personaje cuyo conflicto no es solo interno, sino tangente a los que comparten la ficción e incluso externo, fuera de la pantalla y de cara al espectador.
Es cierto que casi todas las demás versiones del personaje en la pantalla se han centrado mucho en su brutalidad, y en su creencia en sí mismo como un brazo inquebrantable de la justicia, pero es que eso es precisamente la salsa del protagonista de la serie de cómics originadas por Gerry Conway, Stan Lee y John Romita Sr. La era dorada de la colección, sin embargo, llegaría con la línea Max y la tremenda interpretación del guionista Garth Ennis, que logró una obra maestra en su etapa como guionista de la misma.
A partir de ese momento muchos han sido los intentos de acercarse a su equilibrada mezcla de humor cáustico, macarrismo ochentero y profundidad de tramas y personaje. Pero dialogar como Ennis o lograr su pulcritud narrativa no está a la mano de cualquiera y parece mentira que a nadie se le haya ocurrido contar con él para pulir alguno de las adaptaciones que se han llevado a cabo. Como el desastre de ‘Preacher’, los intentos de acercarse a su estilo se pierden de lo que realmente hizo que funcionara en papel y tinta. Pero, lo que hay es lo que hay, y toca ir uno por uno.
El Castigador Cobretti
‘Vengador’ (The Punisher, 1989) no se estrenó en cines de Estados Unidos, y solo se lanzó a través del mercado de VHS después estrenarse Europa y Asia. Si Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger hubieran aceptado el papel, habría sido tan aclamado como Marion Cobretti o John Matrix, pero Dolph Lundgren nunca ha caído bien como héroe y, a pesar de meditar desnudo, tampoco en esta ocasión. El actor le da a Castle una presencia imponente, pero el guión, de Fresh Boaz Yakin, se limita a colorear con la devastación emocional tras el asesinato de su familia.
La muerte de su esposa e hijos es el único vínculo con el material original, puesto que por lo demás, podría ser cualquiera de las películas de acción de la época de Cannon y la pandilla de ‘Los Mercenarios’ (The Expendables, 2010), y al igual que esas películas, toda la sustancia se redirige a la acción pura, con pandillas y criminales a los que se une la Yakuza, liderada por Lady Tanaka, y la mafia italiana de Franco, que viven una lucha entre ellos similar a la de otros jefes del crimen algunos cómics.
El grueso de la trama, centrada en el secuestro del hijo de Franco por la Yakuza, subraya la crueldad de Tanaka pero plantea un curioso dilema ético para Punisher, cuando debe ayudar a uno de sus enemigos. Un añadido decente pero que no le lava la cara de producto para una base demográfica en pleno apogeo del cine de acción pero sin mucha devoción por el cómic. Castle se adapta a los antihéroes de la era Reagan, máquinas de matar moralista, eficiente y sin piedad, con un punto noble y de simpatía hacia los niños.
El Castigador colega
‘The Punisher’ (2004), protagonizada por Thomas Jane en el papel de Castle, intentó encontrar un lado diferente del personaje, a través de su humor. Mientras Lundgren era un lobo solitario, Jane se hace un grupito de mejores amigos en un trío de vecinos mientras trama su venganza. Básicamente pervierte los elementos del arco de Ennis ‘Bienvenido, Frank’, para poner un recurso cómico, y una camaradería algo hortera que crea una distancia abismal con el espíritu del material original.
La cosa no mejora con la exagerada atención a la trama de los villanos, incluyendo la insoportable interpretación de John Travolta como Howard Saint, por algo es su mujer quien acaba teniendo mucho más interés. Este Castigador es más blandito, y usa trucos para torturar a un criminal sin hacerle daño mientras en el cómic no dudaría nunca en torturarlos sin pensárselo. Al final, Castle se va convirtiendo en una especie de protector y hay un mensaje positivo sobre la comunidad y la importancia de la familia, aunque sea impostada.
Aquí Castle es el típico agente encubierto del FBI simpático, sin biblia de soldado, ni guiado por una filosofía de crimen y castigo, con un Thomas Jane adecuado pero demasiado condicionado por un guion convencional, decente, pero insuficiente, y sobre todo que da muchas vueltas hasta dejar ver al Punisher que queremos ver, el de su final explosivo pero algo rácano en salsa roja. Eso sí, su continuación espiritual, el corto ‘Dirty Laundry’ (2012) mostraba a Jane como un Castle directamente sacado de las portadas de la serie Max en diez minutos gloriosos de puro Castigador. Podría ser el prólogo de la mejor adaptación del personaje.
El Castigador aniquilador
‘Punisher: War Zone’ (2008) evita contar de nuevo la historia de Castle para situarnos justo en medio de su sangrienta cruzada contra gánsteres y criminales, aunque respeta con más fidelidad los orígenes del personaje y usa una línea argumental bastante acorde con muchos cómics. El Castle de Ray Stevenson deja sensación de carencias, pero consigue la recreación más fidedigna de ciertos aspectos del personaje. Además, se mide contra Jigsaw (Dominic West), uno de los archienemigos más notorios de la mitología.
Toda la estética general de la película es una caricatura tremendamente sangrienta y cómica por exageración y salvajismo. Tipos volados por los aires en pleno salto, cabezas reventadas y tiroteos increíbles que la hacen una de las mejores adaptaciones del medio secuencial al cine. Abiertamente campy, orgullosa de cada momento excesivo y un descaro completamente arrollador, en el que su mayor punto débil es el descuido del personaje de Frank Castle, que acaba resultado demasiado dibujo animado, una fantasía genial, pero a la que le falta algo.
El guión de Art Marcum, Matt Holloway y Nick Santora reduce las dimensiones del personaje hasta quedarse corta. Todo se compensa por la divertidísima orgía de sangre y mutilación pero su fondo moralista choca con su espíritu de verbena trash, quedando la pelota a devolver cuando buscamos algo debajo de los estereotipos de su amigo soplón o policías enfrentados. Con todo, es un entretenimiento brutal, una pequeña pieza de culto que no es la adaptación definitiva del personaje, pero sí la única que quieres volver a ver de vez en cuando, en programa doble con ‘Dredd’ (2012).
A la cuarta va la perdida
Pese a que la aparición del personaje en ‘Daredevil’ prometía, con Bernthal convirtiendo a Frank Castle en un asesino con capas de moral complicada, su Castigador en guerra con el mundo no tiene continuidad en la primera temporada de su serie y presenta una serie de problemas que, si bien podrían tener solución más adelante, se presentan como la materialización de una obvia oportunidad perdida.
Con los problemas de la legalidad de las armas y las matanzas, se huele cómo ‘Punisher’ sortea como puede el tema anti-arma, manejando el asunto en un constante confusión de identidad que automáticamente aleja al Castigador de su esencia. No apuestan por un protagonista turbio, parte del problema, mensajero de la reflexión, no. En su lugar barren bajo la alfombra y que el tono quede como dios quiera. Afortunadamente, algo de acción y sangre hay, incluso algo de sexo, lo que es extraño dados los remilgos hacia los tacos.
Pero el mayor problema es el mismo caballo de batalla de muchas otras series de Marvel-netflix. No hay razón concebible para alargar ‘The Punisher’ a 13 episodios, especialmente cuando apenas hay nada que contar. El resultado es una temporada a la que la carga de relleno se deja ver a la legua. Episodios dolorosamente aburridos en los que los personajes se sientan en una habitación y matan el tiempo para justificar que toda la temporada cuenta una larga historia de 13 horas.
Agotadora, sin la sensación de momentos episódicos da la sensación de que la serie sigue adelante, calentando el horno y volviéndolo a enfriar al minuto. Lo más frustrante de todo es que duplica la historia de origen, evitando toda la ventaja que había sacado en ‘Daredevil'. Para rematar, a veces parece más interesada en el personaje de Micro que en el propio Castle, casi como si los creadores sintieran que su ‘The Punisher’ no es un personaje lo suficientemente fuerte como para llevar el peso de una temporada entera por su cuenta.
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