El mundo del cine siempre ha estado marcado por las rivalidades eternas. Ben-Hur y Mesala, John McClane y Hans Gruber, Rocky e Ivan Drago, Luke Skywalker y Darth Vader... Pero de entre todas todos los duelos, enemistades y confrontaciones viscerales surgidos del séptimo arte, la más encarnizada sigue siendo, sin ningún atisbo de duda, la que pone frente a frente al público y a la crítica.
Aunque esto sea algo, salvo contadas y celebradas excepciones, histórico, da la sensación de que el paso del tiempo lo ha exacerbado aún más si cabe. El contraste entre la taquilla y la opinión especializada, los éxitos defenestrados en medios y los batacazos comerciales alabados hasta la extenuación siguen estando a la orden del día, convirtiendo el consenso en poco menos que un milagro.
La muestra más clara y reciente que tenemos de todo esto nos conduce directamente a la última película de DC Studios, 'Black Adam'. Una producción que ha polarizado casi hasta el extremo a ambos "bandos" —si es que pueden etiquetarse como tal—, sugiriendo que los críticos somos cada vez más más irrelevantes. Aunque, pensándolo bien, la verdad es que siempre lo hemos sido.
El sinsentido del agregador
A pesar de lo útil que puede parecer a simple vista teclear una URL, buscar el título de un largometraje y poder visualizar su valoración a través de una nota numérica adjudicada por usuarios anónimos, los conocidos como agregadores no son, en absoluto, fiables; especialmente si tenemos en cuenta las motivaciones externas —no olvidemos los casos de review bombing o alteración de puntuaciones— y los fanatismos que pueden inclinar artificialmente la balanza en una u otra dirección.
Pero, en el caso de nos ocupa, este tipo de plataformas han servido de gran utilidad para ilustrar la brecha insalvable que existe entre crítica y público. La esclarecedora ficha de 'Black Adam' en Rotten Tomatoes revela una cantidad del 40% de críticas profesionales positivas de un total 248 frente a un contundente 90% extraído de más de 5000 votaciones verificadas. ¿Qué diantres ha pasado?
Obviando los peligros y peculiaridades de encontrarnos ante un blockbuster franquiciado con una marca popular a sus espaldas y la votación indiscriminada —a favor o en contra— que esto puede acarrear, la diferencia es lo suficientemente notable como para dejar entrever una problemática que va más allá de gustos, filias y fobias, y que podría estar subrayando el declive de la crítica de cine... o lo que queda de ella.
Eso sí, pese a lo rimbombante de esta última frase, no caeré en la tentación de rendirme a los muchos placeres del catastrofismo. Después de todo, la figura del crítico nunca ha tenido la relevancia que ni unos ni otros han querido darle... Al menos, no del modo que creemos.
Desmitificar lo desmitificado
Si nos centramos en la crítica cinematográfica actual, dejando en todo momento en el pedestal que merecen tótems como André Bazin y compañía, es necesario observar la realidad que nos rodea y realizar un ejercicio de desmitificación del crítico de cine; condición portada con absurdo orgullo por unos y usada como arma arrojadiza por otros.
En esencia —y, repito, limitándonos al marco contemporáneo—, un crítico de cine no deja de ser una persona que ve obras audiovisuales y vierte una opinión sobre ellas sirviéndose de sus capacidades de comunicación —ya sea oral o escrita— y de sus conocimientos sobre el medio —algo que, por desgracia, no se cumple en todos los casos—; dando forma a piezas que valoran una producción en base a su percepción personal y subjetiva. Porque, sí, la crítica de cine sólo puede ser subjetiva, en discutible contraposición al análisis fílmico.
Un crítico de cine difiere de un espectador "al uso" —nótese el entrecomillado— en los dos aspectos anteriormente mencionados: la habilidad comunicativa y la especialización. No obstante, en la era de las redes sociales reconvertidas en altavoces, de retenciones de atención mínimas y de sentencias condensadas en poco más de 200 caracteres, esta figura, casi anacrónica, no parece tener demasiado sentido.
Ahora, más diluido que nunca, el futuro del oficio se encarrila más hacia las funciones de "curador", "recomendador" u "orientador", dejando atrás la imagen de ilustrado de opinión inquebrantable. Una suerte de algoritmo viviente que abre caminos descubriendo cintas que podrían pasar inadvertidas y que, en paralelo, y como yo mismo me esfuerzo en hacer de cuando en cuando, apuesta por el análisis para visibilizar los entresijos técnicos, logísticos y narrativos sobre los que se construyen.
Sea como fuere, el mundo está en constante evolución, y siempre habrá espacio para renovar lenguajes, medios de expresión y vínculos entre especialistas y público, aunque haya batallas perdidas de antemano como bien ha demostrado 'Black Adam'. Y oigan, si aún hay gente que acude a sus críticos de referencia para hacerse una idea de si deberían darle o no una oportunidad a un filme en concreto, por algo será.
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