Durante toda esta semana hemos tenido ocasión de visitar la soleada Palma de Mallorca para asistir a las proyecciones y actividades de Atlàntida Fest, el peculiar festival de Filmin que, a un ritmo extrañamente (casi se diría que desafiantemente) tranquilo, desgrana algunas propuestas muy en consonancia con la filosofía de la plataforma VOD. Cine de autor, con conciencia social, y muy bien organizado en bloques temáticos (como el inevitable en estas fechas minicliclo LGTB, o un repaso a la turbia situación política que atraviesa Europa).
Europa es, de hecho, un año tras otro, el marco que engloba todas las películas del festival, y es bajo ese tema donde se pueden incluir todos los géneros y estilos que tienen cabida aquí: de cine de gangsters a un documental sobre adolescentes saliendo del armario y enfrentándose a sus miedos; de youtubers de ideología extrema a epopeyas adolescentes en modo post-rave. Todos tienen en común un continente complejo como escenario, que Atlàntida explora sin descanso cada año.
Pero además, la ubicación física del festival da un ritmo y un ambiente especial al evento. Todas las proyecciones son gratuitas, y no siempre en cines: hay museos, espacios al aire libre e incluso la cárcel de Palma, ahora en desuso, sirve como sala improvisada. Además, el hecho de que Filmin tenga disponibles durante el mes de julio casi todas las películas del festival (salvo un par como la última de Haneke), más casi medio centenar más que completan las secciones, hace que Atlàntida sea claramente, y como dicen sus responsables, un festival para el público, más que para periodistas o cineastas.
Atlàntida favorece una aproximación lúdica a las películas. Además del curioso gimmick que inventaron para la proyección de 'Holiday', que ahora comentaremos, han organizado actos como un duelo de proyecciones entre Manuel Bartual y Carlo Padial, y que se ha desarrollado de forma extraña e imprevisible, entre un monólogo de stand-up y un experimento audiovisual. También ha habido conciertos de gente como Meneo o Joe Crepúsculo, y tiempo de sobra para tomarse las cosas con calma (solo hay proyecciones por las tardes), de nuevo marcando la diferencia con otros festivales.
La programación es variadísima, pero hoy empezamos con un trío de interesantes propuestas, muy diferentes entre sí, pero que nos han hecho pensar en aquel tema de La Polla Records (una referencia nada gratuíta, como también veremos más abajo) de 'La justicia, el orden y la ley'. Porque cuentan, cada una a su manera, bien con modos muy cinematográficos, bien con textura documental o bien arrasando en los vertederos de Internet, tres visiones muy distintas de nuestra relación con las fuerzas del orden. A un lado u otro de la misma, o en ambas al mismo tiempo.
'Holiday'
El debut de Isabella Eklöf venía cargado de polémica desde Sundance, y Filmin se ha encargado de potenciarla (tras un breve periodo de dudas en el que la película corrió el riesgo de ser clasificada X, lo que habría dificultado su proyección en el festival) con un curioso gimmick que contó con la bendición de la propia Eklöf. En una escena especialmente turbia y explícita de la película, la pantalla entraba en modo codificado (la acción seguía oyéndose) y los espectadores que consideraran que tenían suficiente estómago podían conectarse desde sus móviles y ver la escena sin censura.
Queda como un simpático esfuerzo por inyectar polémica a una película que, en el fondo no es tan perturbadora como ella misma cree (por muy tremenda que sea esa escena, palidece al lado de otras similares de Gaspar Noé o Lars Von Trier). Pero aún así, gracias a su decadente estética soleada y lo turbio de su punto de vista, puede interesar a los espectadores a quienes apetezca adentrarse en los más oscuros abismos de chapapote moral.
'Holiday' cuenta el día a día de la joven novia de un narcotraficante que se va con su familia putativa a disfrutar de unas vacaciones en la Riviera Turca. La aparición de un joven interesado en la provocativa chica disparará las tensiones en una película meditabunda, lenta, conscientemente hortera, bastante deprimente y sin concesiones. Sin duda, uno de los platos fuertes del festival, aunque a veces su violencia y podredumbre peque de cierta tendencia al postureo.
'Ni jueza, ni sumisa'
En el lado opuesto de la ley se centra 'Ni jueza, ni sumisa', un delicioso documental, lleno de humor negro, desarmante ternura y unas cuantas reflexiones sobre cómo se puede y cómo se debe administrar justicia, centrado en una auténtica juez de instrucción belga, Anne Gruwez. Los directores de la película, Jean Libon e Yves Hinant, grabaron casi cien horas de las conversaciones de la jueza con abogados, policías y, como no, acusados (a quienes llama "clientes") y estractaron el día a día de esta funcionaria de las leyes.
El resultado, aunque se desarrolla casi íntegramente en el despacho de la jueza, está lejos de ser monótono: por allí pasan parricidas, maltratadores, chorizos y profesionales del sadomasoquismo. La jueza también desentierra un caso sin resolver de los noventa que quiere cerrar definitivamente, el asesinato de dos prostitutas. El resultado es un fresco cotidiano de la administración de justicia, conducido por la vibrante personalidad de la jueza, una excéntrica y madura mujer que se toma con humor y comprensión todos los casos que caen en sus manos.
'Histeria de Cataluña'
Kikol Grau es un profesional de la excavación en todo tipo de vertederos de imágenes digitales, en busca de joyas que le permitan engarzar un discurso protestón e incorfomista. Con imágenes salidas de archivos públicos, Youtube y repositorios de memes, ha enhebrado una tetralogía sobre punk español (pronto pentalogía), que arrancó con monografías sobre Eskorbuto (el elogiado 'La más macabra de las vidas'), La Polla Records ('No somos nada'), Cicatriz ('Inadaptados') y punk catalán ('Los demenciales chicos acelerados').
Con ese mismo espíritu de collage punk, frenético, ruidoso y de discurso certero como un escupitajo presentó el año pasado 'Histeria de España', una película colaborativa con la participación de realizadores como Manuel Bartual, Rubén Minchinela, David Domingo o María Cañas. Cada uno aportó una pequeña pieza, estridente, discursiva o incómoda, que fraguó en un fresco demencial sobre nuestra igualmente demencial actualidad política.
Ahora, Grau repite la jugada con otra gran cantidad de directores (Carlo Padial, Andrés Duque o Alberto Gracia entre muchos otros) que centran la atención en la turbulenta historia de Cataluña durante el último año. Desde fragmentos de la pasmosa película de Alfredo Landa 'Las autonosuyas' a todo tipo de videos sacados de las simas de Youtube, pasando por montajes con retranca de las últimas fiebres digitales, nada es material de desecho para Grau y los suyos. Una lección de cómo convertir cualquier elemento audiovisual en un discurso y una buena lección de resistencia digital.