Si había una crítica más o menos generalizada a la tercera temporada de 'The Flash' era su caída en los abismos de una gravedad que no encajaba con lo que habíamos visto en su divertidísimo arranque. No es de extrañar: la necesidad de apilar un trauma tras otro, de salvar al mundo con decisiones cada vez más extremas había acabado pesando sobre la refrescante estructura original de villain-of-the-week.
Como en tantas otras series, la confirmación de un interés romántico que va más allá de la vieja (pero efectiva) tensión sexual no resuelta y que se traduce en una relación estable, en este caso entre Barry e Iris, abre nuevos horizontes dramáticos. La muerte aparentemente inevitable de Iris en la tercera temporada era un buen recurso argumental, pero se tradujo también en cierto tono fatalista algo artificial.
Un tono fatalista, de drama continuo que hacía echar de menos aquel "reventemos a golpes a ese tío con cabeza de tiburón" de los inicios y que solo se supo esquivar ocasionalmente en la tercera temporada. Por ejemplo cuando, sorpresa, volvió uno de los grandes hallazgos de la serie, el pseudo-villano Capitán Frío (tan carismático que acabó tiendo su propia serie) ayudando a The Flash a enfrentarse a... King Shark.
'The Flash' es consciente de que sería un error proseguir en esa dirección, sobre todo porque 'Arrow' le lleva varias temporadas de ventaja en ese sentido (... y está encontrando una nueva identidad en, sorpresa, cierta ligereza). Así que en su cuarta temporada, 'The Flash' parece apostar por un bienvenido regreso a los orígenes. Una estructura más sencilla (el villano de la temporada es un clásico no-velocista, El Pensador), un abandono del dramatismo metafísico y algunos nuevos héroes que pueden entenderse casi como declaraciones de intenciones.
Corre, Barry corre
La forma de llegar a ese punto puede haber sido algo apresurada (en el primer capítulo se solucionó de forma algo precipitada el cliffhanger aparentemente irresoluble en el que acabó la tercera temporada), pero francamente, mejor eso que tener a un Barry atormentado durante media docena de episodios. Aún recordamos cómo la tercera temporada arrancó con una paradoja temporal irresoluble que tardó varios capítulos en desenredarse, y no funcionó. Es buena idea acabar las temporadas con un cliffhanger demencial, que para eso estamos en una adaptación de un comic-book, pero no le demos demasiadas vueltas a cómo salir de ellos. Ya sabemos que el héroe no puede morir.
Los personajes habituales sufren sutiles cambios, pero todos parecen ser para mejor: desaparece Julian y reaparece Harrison Wells. De momento, decisiones acertadas.
Hay cambios en la personalidad de los personajes habituales, como sucede siempre en Flash con cada cambio de temporada, y de momento, vemos a una Iris más fuerte y asumiendo el liderazgo del equipo cuando Flash no está: un agradable cambio después de toda una puñetera temporada haciendo de (futurible) damisela en peligro. También Cisco parece haber recuperado su buen humor y talante nerd, aunque sin llegar a la deliciosa ingenuidad de la primera temporada. Y Julian ha vuelto a Londres; no es mala idea: nunca funcionó como parte del equipo. Harrison Wells se reincorpora desde el tercer capítulo con su personalidad clásica y, hay que decirlo, en plena forma y con buena química con Cisco.
La cuestión es que todo esto se afronta con ligereza y buen humor, y así es como queremos ver a Flash. Por ejemplo, hay humor físico y descontrol de poderes cuando el equipo intenta testear la velocidad del recién regresado Barry con un Speed Bazooka, que solo decir el nombre se te llena la boca de buen espíritu de comic-book. Cisco llega incluso a decir "Excelsior" y vuelven a abundar los chistes sobre nombres de villanos o sobre la torpeza de Barry.
Porque, de nuevo, Flash emplea sus poderes para salvar al mundo, pero también para la vieja y bienvenida chorrada pura, como el hacer binge-watching en cuestión de segundos de todo lo que se ha perdido durante sus meses en la Fuerza de la Velocidad ("Ooooh, Jon Snow muere. ¡Oh, está vivo!"). Prepara el desayuno a velocidad supersónica y parodia la secuencia más mítica de 'Risky Business', porque ser un superhéroe es responsabilidad, pero también cucamona.
Por otra parte, Barry Allen sigue siendo un imán para la mala suerte, y su impulsividad ya no es excusa para la tragedia, sino para la comedia ligera. En el segundo episodio, hay slapstick puro cuando pierde el control de un sofisticadísimo traje que le ha preparado Cisco (¿guiño malvado a los excesos de 'Spider-Man Homecoming'?). Y la aparición de nuevos secundarios se prodigan en trmpazos y comedia, sin perder nunca de vista que estamos ante una sencilla ficción superheroica de malos contra buenos.
También en estos primeros compases hay un par de cambios en el equipo que sin duda influirán en el tono y argumentos de sucesivos capítulos: Kid Flash desaparece momentáneamente, y es un alivio porque llevaba muchos episodios no siendo más un estorbo y un saco de boxeo. Se ha hablado de la posibilidad de que se incorpore a 'Legends of Tomorrow', pero de momento está sin confirmar. En cualquier caso, es dudoso que un velocista tan profundamente arraigado en la mitología clásica de Flash como él desaparezca definitivamente.
Y finalmente, El Hombre Elástico, pura comedia (no se han atrevido con Plastic Man, posiblemente porque entonces la serie ya se convertiría directamente en una zarzuela -“No es Plastic Man", dice Cisco: "Ya hay un Plastic Man con otro trabajo”). Es un viejo amigo de Barry Allen en los comics que aquí se convierte en un rival del pasado de Barry y que pierde la divertida presencia de su esposa, pero mantiene su devoción por los misterios, en una divertida incursión en la atmósfera noir muy bien traída por la serie.
En definitiva, es pronto para vaticinar un regreso al superhéroe ligero y lleno de humor que nos cautivó en la primera temporada. Pero este arranque promete, cuanto menos, personajes excentricos y una bienvenida intrascendencia. Y eso, dos temporadas después, es motivo más que suficiente para celebrar los buenos tiempos del superheroismo en la pequeña pantalla.
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