"Tres adolescentes acusados de asesinato en West Memphis: un sospechoso daba 'miedo' y hablaba de adorar al diablo". Mi compañero Jorge ya os habló en un brillante artículo sobre cómo el Satanic Panic moldea la temporada 4 de 'Stranger Things', y yo vengo a ahondar en el caso en el que se basa la historia de Eddie Munson. Una historia real de prejuicios, asesinato y liberación que puede que conozcáis: ha protagonizado tres documentales, una película, multitud de podcasts y tiene como protagonistas a tres chavales cuyo mayor delito fue ser unos marginados.
Tres asesinatos de madrugada
El 5 de mayo de 1993, tres niños de ocho años no durmieron en casa: Steve Branch, Michael Moore y Christopher Byers fueron encontrados sin vida, un día después, en un riachuelo cercano: estaban desnudos, atados con sus propios cordones y con heridas por todo su cuerpo. "Aún creía en el Conejo de la Suerte y Santa Claus", decía la madre de uno de ellos al día siguiente en la prensa.
El público americano no se conformó con que la investigación siguiera su curso: querían culpables, y los querían ya. Y en plena locura colectiva por el Satanic Panic, ¿cómo no acudir a los tres marginados de la clase? Damien Echols y Jason Baldwin habían dejado los estudios (aunque se planteaban recuperarlos más adelante) y eran amigos de toda la vida: en una parte del país ultraconservadora en la que la palabra de dios tiene más poder que la legal, sus gustos no eran vistos como algo normal. Vestían de negro, escuchaban heavy metal, escribían poemas oscuros: eran un peligro, igual que Munson en 'Stranger things'.
A Echols y Baldwin se sumó un tercero, Jessie Misskelley Jr, al que apenas conocían y que bordeaba el retraso mental (esto tendrá importancia luego). El mismo día de los asesinatos se encontró a un hombre sangrando y desorientado en un restaurante de la zona, otro de los posibles sospechosos afirmó que quizá él matara a los niños, hubo testigos con información clave que la policía ignoró... James Sudbury y Steve Jones, los jefes de la investigación, ya habían decidido que el crimen tenía pinta de satánico. Y las evidencias no importaban demasiado.
Miedo a la policía
Al estilo de lo que vimos en 'Making a murderer', la policía encerró a Misskelley, que además de bordear el retraso mental era menor, durante doce horas en la comisaría sin dejarle la posibilidad de ver a su familia: interrogatorio tras interrogatorio, al final se dejó llevar por las amenazas veladas de la policía, el cansancio y la intimidación. Misskelley confesó algo que no había hecho. ¿Qué otra opción tenía?
Echols y Baldwin fueron detenidos poco después, y empezó la fiesta de los testigos, en los que no hubo ni un testimonio real o consistente: Vicki Hutcheson involucró a Echols en un ritual wiccano en el que, según ella, se emborrachó y se jactó de haber matado a esos niños. Echols no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero la semilla estaba plantada tanto en la policía como en la prensa. Ahora, solo había que esperar a que el público también lo viera así.
Los tres fueron condenados por asesinato satánico, y Echols en particular se fue al corredor de la muerte. Y desde el primer momento, hubo críticas hacia la manera en la que este juicio se había llevado a cabo: las críticas solo se agravaron cuando HBO estrenó el documental 'Paradise lost', que tuvo dos secuelas en las que se explicaba que Damien Echols probablemente no había matado a nadie... pero por encima de las evidencias se impuso la opinión de que quizá podría haberlo hecho y de que "solo era cuestión de tiempo".
La doctrina Alford
En 2003, Hutcheson protagonizó una portada en la que decía que todo lo que dijo en el juicio era falso, los tres de West Memphis fueron incriminados injustamente y si ella mintió fue solo porque la policía amenazó con quitarle a su hijo. En 2007, se recogió ADN del lugar de los hechos y, de hecho, se comprobó que no coincidía con el de ninguno de los condenados. Pero nada de esto tuvo validez: los acusados seguían en la cárcel y siguieron perdiendo los sucesivos juicios.
En 2011, 18 años después del encarcelamiento, fueron liberados por la Doctrina Alford, en el que el acusado sigue definiéndose como inocente pero acepta que existían evidencias que llevaron al error o, como poco, una duda razonable, e impide que busquen después acciones civiles contra el estado. Lo que sea por salir de ahí. A estas alturas, incluso dos de las familias de las víctimas se habían unido a la petición para liberarles.
Aún hay quien cree en su culpabilidad, pero diez años después los tres han seguido con su vida. Uno de ellos ha aprendido a conducir, otro se ha ido a vivir con su novia y Echols disfruta de una carrera en el mundo del arte. Ha aparecido en 'The Midnight Gospel', colaborado con Pearl Jam, escrito libros sobre lo que le ocurrió e incluso su amigo Johnny Depp apoyó en 2012 un documental sobre su tragedia, 'West of Memphis'. La historia ha sido llevada a la pantalla por Atom Egoyan en 'Condenados' y, sin duda, 'Stranger Things' bebe mucho de ella, de los falsos culpables y de una irracionalidad que, aunque ahora nos parece casi paródica, siempre puede volver.
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