Año 1999. Una aún inocente España que se recuperaba de los estragos de 1992 alucinaba con una serie americana en su mejor momento, 'Friends', que por aquel entonces se emitía en Canal +: era el epítome del humor noventero, el punto más álgido de esa mezcla de remates continuos, personajes muy marcados, frases icónicas y transgresión medida. De la noche a la mañana, todos querían su Chandler y su Mónica. Muchas lo intentaron, pero solo una consiguió abrirse camino "homenajeando" y, al mismo tiempo, creando un nuevo tipo de humor español que evolucionaría hasta nuestros días: '7 vidas'.
Echaba de menos tanto tiempo sin hablarte
Al fin y al cabo, que '7 vidas' se inspirara en 'Friends' (esos sofás en la cafetería, esos dos pisos donde ocurría todo) por encima de sus posibilidades es algo que no nos debería tomar por sorpresa. Incluso unos años después 'Yo soy Bea' cogería prestadas escenas para reproducirlas tal cual. Sin embargo, más allá de chistes y situaciones, la serie pudo ir más allá, encontrar una nueva manera de hacer humor autoreferencial patrio gracias a su grabación con público en directo que indicaba por dónde iban bien y por dónde no, convirtiendo de paso a una actriz de carácter de, entonces, 62 años, en una estrella televisiva. 'Friends' jamás se habría atrevido.
'7 vidas' fue un continuo fluir de tramas y de actores: en lugar de seis personajes bien establecidos a lo largo de sus 204 episodios, unos veinte formaron parte de la pandilla, desde el Richard de Willy Toledo hasta la Aída de Carmen Machi, que después conseguiría su propio spin-off (que superó en capítulos, pero no calidad, al original). Pero fueron tres personajes los que consiguieron embaucar al espectador, cada uno en una etapa diferente de la serie: Paco, Sole y Diana, la actriz fracasada que llegaba a interpretar un papel estelar en la inolvidable 'Aulas vacías, corazones llenos'.
Sole, interpretada por la siempre inmortal Amparo Baró (aunque originalmente iba a ser un hombre, Ramón Barea), fue el alma de '7 vidas' desde su segunda temporada, después de una tanda de episodios en los que su personalidad no quedaba suficientemente definida. Fue entonces cuando empezó a hablar de su amistad con Fidel Castro, a repartir collejas y a convertirse en el hito televisivo que fue. Decía la actriz (que, por cierto, de roja no tenía un pelo) que los chavales le pedían collejas por la calle. No hay mayor reconocimiento del éxito que ese.
Si me das lo que perdí, te daré lo que me pidas
'7 vidas' fue tan fluctuante que enseguida se olvidaron de la premisa inicial (David se despierta de un coma en el que ha estado metido 18 años tras el 23-F) para centrarse en los amores y desamores de la pandilla en episodios que empezaron siendo de 40 minutos y acabaron sobrepasando la hora, el típico dolor de las sitcoms españolas. Y, acostumbrados como estábamos a comedias blancas y familiares como 'Médico de familia', 'Farmacia de guardia' o 'Pepa y Pepe', supuso toda una revolución cultural.
No es que '7 vidas' fuera el colmo de la transgresión, ni mucho menos, pero sí fue una declaración de intenciones. Se trataba de una de las primeras comedias que se sentían jóvenes, no estaba hechas con reglas estrictas para gustar a todos los estratos de la sociedad tratando todos los temas con decoro ni tenía reparos en hablar de sexo, política o religión utilizando, revisando y deconstruyendo tópicos españoles. Y, por qué no decirlo, plagiando chistes que funcionaban en otros sitios: por ejemplo, repitieron tal cual uno de Kareem Abdul-Jabbar en '¡Aterriza como puedas!' pero utilizando a Eto'o y el Frutero. ¡Era otra época!
Puede que sus referencias a la actualidad de la época y unas tramas a estas alturas más que superadas la conviertan en una cápsula del tiempo, pero dista mucho de haberse quedado rancia. La prueba la tenéis ahora mismo en Netflix, que ha subido las 15 temporadas redivididas en 12, incluyendo el fabuloso episodio 200 en directo en el que la mayoría de los personajes icónicos volvían a la serie una última vez: fue demasiado tarde. La audiencia era demasiado baja para los estándares de 2006 (aunque superaba los cuatro millones de espectadores, por los que ahora cualquier canal mataría) y Telecinco la canceló solo cuatro capítulos después. De hecho, el último es un episodio normal para el que regrabaron un chiste final en el que Amparo Baró aseguraba que "En ocasiones... oigo risas".
Yo soy la llave de tu puerta y tengo siete vidas
Tras las cámaras, no fue todo amor, claro: cuando Javier Cámara decidió que ya era hora de acabar con Paco, Amparo Baró se negó a hablarle nunca más. "Cuando dejé la serie, no me lo perdonó. Nunca. Fue una conversación muy triste", comentaba el actor años después, tras la muerte de la actriz. No es la única decepción que hubo, pero si estáis esperando que hablemos del encontronazo estrella en tiempos modernos, no es vuestro día de suerte. Y es que Willy Toledo y Toni Cantó no se llevaban mal durante el rodaje ("Yo antes no era tan facha", llegó a reconocer el ahora político) pese a lo que pueda parecer.
Gonzalo de Castro intentó resucitar la serie un tiempo después, pero ya era tarde y todo el mundo estaba en sus propias cosas: "Se intentó, pero en fin, esto ya no tiene sentido". Y sin Amparo Baró, no tenía ningún sentido, por mucha cantera de actores que tuviera: Blanca Portillo, Paz Vega, Javier Cámara, Carmen Machi, Yolanda Ramos, Santi Rodríguez... Todos, a la vez, en la misma serie. Alucinante.
Al final quedan para el recuerdo collejas, chistes, tramas muy parecidas entre sí, personajes míticos de la historia de nuestro audiovisual y tres temas iniciales que muestran el cambio que tuvo España entre 1999 y 2006: de Emilio Aragón a El Canto del Loco. Así era '7 vidas', la serie dispuesta a iniciar un cambio en el gamberrismo de las series españolas que aún es influyente hasta nuestros días. Y está en Netflix, a un solo click. La vivieras en su momento o no, es el momento de repetir este viaje.
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