El gran estreno del verano en Netflix ha resultado ser otro cartucho lleno de pólvora mojada. Las cifras que rodean ‘El agente invisible’ (The Gray Man, 2022) hacían pensar que la plataforma por fin iba a tener su gran original veraniego para convencer a todo el mundo de que hay algo más que ‘Stranger Things’ en la oferta de la pionera de los servicios de streaming, pero la realidad es que la recepción de la crítica ha sido tibia y la sensación tras el fin de semana es de decepción.
Dirigida por los hermanos Joe y Anthony Russo, destacados en el universo Marvel por ‘Vengadores: Infinity War’ y ‘Endgame’, la película cuenta con un presupuesto de más de 200 millones de dólares, lo que la convierte en la más cara de Netflix hasta el momento. Chris Evans vuelve a formar equipo con los directores, que esta vez eligen a Ryan Gosling como actor principal, interpretando a Sierra Seis, un agente que debe cumplir una serie de misiones para la CIA a cambio de ser liberado de la prisión donde cumple arresto. Ana de Armas completa el elenco.
Sin embargo, ni las caras familiares con aire de Marvel, ni la mano de sus directores estrella logra sacar a la película de una mediocridad difícil de asimilar. Todos los ingredientes para una buena propuesta de viernes noche están sobre la mesa, pero hay algo que no funciona, la sensación de piloto automático va borrando las particularidades que supuestamente deberían convertirla en un gran título. Que una película como ‘El agente invisible’ acumule hasta nueve escenas de acción y haya sido descrita por tanta gente como “aburrida” es una señal de alarma.
Y lo peor es que esas escenas no lucen como el presupuesto asignado. Solo en la secuencia de Praga gastaron 40 millones de dólares para conseguir el efecto deseado, y puede verse que hay efectos especiales sin acabar, muñecos de cera digital, cromas e incluso una abundancia de humo en diversos momentos que parece colocado para despistar y emborronar, como si fueran conscientes de que los efectos especiales no van a funcionar. Hay problemas técnicos que saltan a la vista.
Los Russo, fuera de Marvel, retratados
La puesta en escena es rutinaria, incluso parece que en las peleas la cámara no está en donde debe estar, el tratamiento de la imagen no acaba de condensar una fotografía que parece esperar un tratamiento en postproducción que no ha llegado y en general la estética y puesta en escena es la de una antigua película directa a vídeo muy cara. Hay muchísimos planos de dron, pero parece que no reman a la par que el montaje, que parece ir a su aire, entrecortado, a ratos ortopédico, pasable en una película de bajo presupuesto, no en la que se supone que iba a ser una de las obras del verano.
Pero además de una dirección pobre, en donde más llama la atención el acabado es en la edición de sonido, la mezcla no está a los volúmenes atinados, los efectos elegidos a veces no parecen casar con la intensidad de los golpes o explosiones y para acabar de redondear el aspecto inmersivo la banda sonora es aún más genérica que la imagen, una fanfarria que a veces no casa con los pulsos y compases de la acción, colocada como quien tira un cubo de comida en un plato, con algunos momentos sonrojantes en la escena del tranvía. Pero nada de eso sería mayor problema si ‘El agente invisible’ fuera, al menos, entretenida.
Sin embargo, lo que nos encontramos es lo que pasa cuando un concepto vago se detiene en esa idea y no hay un desarrollo a mayores, como si hubieran construido todo sobre una intención y hayan tratado de ocultar la ausencia de personajes, temas o personalidad y se buscara compensarlo con algunas bromas de cultura pop y otros gags con “humor de padre” con rasgos canallas, que son una sombra de lo que funcionaba tan bien en ‘El soldado de Invierno’. La estructura de narración se construye sin una historia, dejando una colección de acrobacias caras (tampoco demasiado vistosas) sin razón para estar ahí. Sus protagonistas hacen cosas porque tienen que pasar cosas.
Un problema endémico del cine de acción de Netflix
El culmen de su frágil cubierta de marfil rodeando la nada es su enfrentamiento final, en donde dos buenos actores llegan cansados y en donde aparecen algunos de los momentos más bajos de la pieza, como esos ridículos flashbacks de trauma acuático de Ryan Gosling, absolutamente de plantilla, aparecidos de ninguna parte, con un inesperado efecto paródico sin pretenderlo que certifica que este proyecto nace o bien sin interés, o bien sin un control previo adecuado para conseguir algo que no se perciba como una gran pérdida de tiempo.
Pero el chasco de ‘El hombre invisible’ alerta de una tendencia demasiado común en Netflix, al menos en sus grandes producciones de entretenimiento. Su papel produciendo a autores como Scorsese, Spike Lee, Alfonso Cuarón o los hermanos Coen ha tenido resultados de todo tipo, pero al menos han conseguido productos creativamente interesantes, arriesgados y convincentes. Pero casos como ‘Alerta roja’, dirigidos al gran público y llenos de acción están demostrando ser un cine de usar y tirar que la gente no logra recordar.
La anterior propuesta “más cara de Netflix” también contó con 200 millones, casi 60 para sus actores, Dwayne "The Rock" Johnson, Ryan Reynolds y Gal Gadot y los resultados fueron igualmente decepcionantes, aunque en aquel caso fuera aún más olvidable. El aspecto genérico, sin gancho, de muchas de sus películas-espectáculo es algo que parecen haber perpetuado de forma consciente. Ya desde uno de sus primeros intentos, la desaborida ‘Spectral’, parecía que la intención era hacer conscientemente un largometraje de sobremesa autoconsciente de serlo. Y valió 70 millones de dólares.
Una historia de cine inane y oportunidades perdidas
Pese a ser una de las pocas con cierta personalidad, ‘Bright’ no convenció a nadie, sus 90 millones sí lucían en la pantalla y el mundo que construía era convincente. Los casos de películas que no consiguen dejar huella se suceden con ‘Spiderhead’ y sus 100 millones, ‘El proyecto Adam’ y sus 116, o los 100 de ‘El rey proscrito’, que pese a ser mejor que la media, sufre el mismo mal de no crear una conversación, o interés suficiente como para que se recuerden al final del año.
‘6 en la sombra’ demostró que en Netflix hasta Michael Bay puede tropezar, algo que contrasta viendo lo que ha logrado con ‘Ambulance’, una de sus mejores películas con menos de un tercio de los 150 millones de presupuesto con los que contó en la plataforma. Mejor recepción crítica tuvo ‘Triple frontera’, que con sus 115 millones y una clasificación R causó una buena impresión general, pero se acabó diluyendo entre tanta oferta semanal. Nada que ver con el desastre de ‘Mute’ (2019), otra apuesta por la autoría con cheque en blanco que acabó poco menos que en tragedia (su director Duncan Jones no ha vuelto a dirigir).
Sin estar dentro de ese espectro de presupuestos desorbitados, propuestas más modestas acaban arrastrando los mismos problemas, ’12 valientes’ acababa siendo irrisoria pese a sus bien aprovechados 35 millones, mientras que ‘Tyler Rake’ y sus 65 desaprovechaba a un Chris Hemsworth abonado a la plataforma pero sin guiones a su altura. Poco más o menos pasó con Charlize Theron y su ‘La vieja guardia’, ‘El hombre de Toronto’ y ‘Proyecto Power’, todas entre los 70 y 80 millones, protagonistas de titulares como "la película que arrasa en Netflix" y olvidadas al siguiente fin de semana y con características de fotografía y puesta en escena intercambiables.
Si este el futuro y la alternativa a las salas podemos ir cerrando
Ninguna de las anteriores películas son tan nefastas como, por ejemplo, ‘Los últimos días del crimen’, y sus 40 millones, pero sí que ofrecen una serie de elementos de producción faltos de personalidad, sin que realmente pueda distinguirse entre el director de unas y otras, son contadas excepciones las que tienen algo más de identidad, paradójicamente las que cuentan con menos presupuesto, o las que son compradas a independientes, o estudios que las ceden, como ‘Enola Holmes’, que lucen con otra entidad, con profundidades de campo y colores que añaden sensación de cuidado.
Es difícil atinar cuál es la razón de que estos productos nativos de Netflix se acaben diluyendo en un catálogo en el que lo supuestamente original resulta lo más olvidable, desde una falta de directrices de producción o edición, requerimientos para pantallas de todos los tamaños o vaya usted a saber, pero algo impide que calen en los espectadores, pese a buenos números de emisión. Por otro lado, recientemente han cerrado algunas salas Verdi de cines de barrio en Madrid, supuestamente el cambio es inevitable en el modelo de exhibición, lo que no deja de ser irónico.
Hay mucha oferta online, buenas series y contenido, pero con un año en el que los cines han proporcionado óperas del espectáculo moderno como ‘Elvis’, ‘Top Gun Maverick’, ‘Ambulance’, ‘Todo a la vez en todas partes’ o ‘Bullet Train’, si ‘El hombre invisible’ es la alternativa blockbuster que nos propone la opción streaming de Netflix, apetece apagar la tele y salir a darse un baño de calor inhumano y opresivo antes de volver a perder el tiempo de esta forma con uno de estos llenaminutos con billetes lanzados sin orden y concierto a un espectador abrumado, que confía no ya en el algoritmo, sino en la paupérrima y única oferta de cine que le ofrece la plataforma a la que está encadenado.
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