El 20 de octubre de 2015, el mundo audiovisual español y la manera en la que consumíamos series y películas estaba a punto de cambiar para siempre: por unas tarifas entre 7,99 y 11,99 euros, llegaba Netflix. Y nada volvería a ser lo mismo. Han pasado siete años y el panorama audiovisual es muy diferente: la cantidad de plataformas disponibles superan los dedos de dos manos, los precios del servicio han subido notablemente (las tarifas actuales oscilan entre 7,99 y 17,99 euros) y la calidad de la marca se ha resentido, pasando de ser “el streaming que recupera las series que los demás cancelan” a ser “el streaming que cancela”.
Dicho de otra manera: en estos años, el sentimiento popular hacia Netflix ha empeorado. Ha pasado de ser tu amigo a tu enemigo, de traerte lo que querías ver a inundarte en series y películas, algunas –para qué negarlo- de calidad paupérrima. El binge watching no siempre funciona, y todos tenemos series y temporadas colgadas porque el algoritmo ha decidido no avisarnos de que existen. Ya va siendo hora de sincerarse: el algoritmo no funciona, o al menos no como lo hacía en 2015.
Y, pese a todo, Netflix sigue mereciendo la pena. Sí, a estos precios. Sí, con esta calidad. Sí, incluso aunque no hicieran cambios (que los van a hacer). No, no me ha llegado ningún maletín. Dejad que os lo explique.
Aborto para unos, banderitas americanas para otros
Al principio, Netflix tenía series llegadas de todas las cadenas, que se aglutinaban allí porque no había otra posibilidad. Ahora, con cada productora empeñada en montarse su propio streaming, a la empresa de Reed Hastings no le ha quedado otra que producir más y más contenido para estar a la altura. Y entre este contenido, cada vez hay más de todo y para todos.
¿Realities de cocina? ¿De amor? ¿Series de alto presupuesto? ¿Indies? ¿Blockbusters? ¿Cine de autor? ¿Entretenimiento? Netflix tira a todo excepto al deporte y los informativos (de momento, al menos) con la intención de llegar a tanto público como sea posible. Y esto es bueno, entre otras cosas porque todo el mundo tiene derecho a disfrutar de la televisión. Incrementa el ritmo de estrenos de cada semana hasta un punto estresante, pero siempre hay algo pensado para ti. Si no es una nueva tanda de episodios de ‘¡Niquelao!’ o ‘The Circle’ puede ser un monólogo de Bo Burnham, una serie como ‘Los Bridgerton’, lo nuevo de Sorrentino, ‘El método Adam’ o una nueva temporada sorpresa de ‘Master of none’.
Si hay algo que reconocerle a Netflix es que en su búsqueda por encontrar nuevo público no ha dejado de lado al de siempre y ha seguido atendiendo a los nichos. Es uno de los servicios más en forma en cuanto a animación juvenil y adulta, y el clasicismo de algunos proyectos entronca directamente con el riesgo de otros. Nos guste más o nos guste menos, es de justicia indicar que producir series como ‘BoJack Horseman’, ‘Murderville’ o ‘SMASH’ no es un valor seguro. Otra cosa es que después se cancelen, pero ya hablaremos de eso.
Ronda de recomendaciones
Ya he dejado caer algunos títulos que es posible que se te hayan pasado por alto: el algoritmo no siempre elige lo mejor para ti, y por eso cada vez es más importante basarse en el boca-oreja. Hay quien no sabía que la estupenda segunda temporada de ‘Muñeca rusa’ ya estaba en el aire, o que ‘Hilda’ contó con una película a inicios de año que continuaba la serie. Es interesante hacer un pequeño repaso de las producciones más originales (y menos publicitadas) de la empresa. No están todas las que son, pero son todas las que están.
Por ejemplo, ‘w/Bob and David’, cuatro episodios del pseudo-reboot de ‘Mr. Show’ que Bob Odendirk y David Cross nos regalaron y que, de alguna manera, ha continuado en espíritu la estupenda ‘¿Por qué no te vas? con Tim Robinson’, una colección de sketches de humor absurdo que es un milagro que exista. Pero para milagro, el de ‘Arcane’, una serie de dibujos basada en un videojuego tan difícil de adaptar como ‘League of Legends’… ¡Y que encima es maravillosa!
Si entramos en el mundo cartoon, quizá no acabemos nunca: la mezcolanza de géneros de ‘Love, Death & Robots’ a la adorabilidad de ‘Hilda’, el humor seco de ‘F is for Family’, el golpe anti-nostálgico de ‘Saturday morning all-star hits’, el maravilloso regreso de Craig McCracken en ‘Kid Cosmic’, la fascinante, enrarecida y filosófica ‘The midnight gospel’ o el humor espídico y reflexivo al mismo tiempo de ‘Cortar por la línea de puntos’… Hay vida, aunque no lo parezca, más allá de ‘BoJack Horseman’. Si hablamos de anime, es posible que estemos aquí hasta mañana: la oferta, entre ‘Aggretsuko’ y ‘Beastars’, es inmensa, y ha ido mejorando y aprendiendo de sus errores iniciales.
Pero en Netflix también vimos hacerse fuertes a talentos de la comedia como Hannah Gadsby y su hito ‘Nanette’, Bo Burnham y su titánica ‘Inside’, Anthony Jeselnik y ‘Thoughts and prayers’ e incluso tuvieron un hueco artistas ya consagrados: Garfunkel and Oates, Sarah Silverman, Ricky Gervais, Ali Wong, el malogrado Louis CK o el polémico Dave Chappelle. ¿Lo tuyo no son los monólogos o los dibujos? Está bien.
Cine y series a cascoporro
Voy a hacer todo lo posible por no recomendar series como ‘The witcher’, ‘Roma’ o ‘Stranger things’. Ya sabéis que existen: toda la maquinaria de Netflix se ha ocupado en que sepáis que están ahí. Pero lo más interesante de la gran N (con perdón de Nintendo) es rascar en la superficie y llegar un poquito más allá, con material buenísimo que, por algún motivo, se ha quedado flotando en la nada. Porque sí: Netflix tiene que trabajar en que nos enteremos de las cientos de producciones que sacan anualmente. Si el público general cree que todo es ‘Élite’, tenemos un problema.
Porque no todo es ‘Élite’, ni siquiera en España: ‘El tiempo que te doy’, por ejemplo, es una estupenda serie que puedes ver en una tarde y con la que acabarás llorando a moco tendido. Y ya que tienes los pañuelos cerca, sigue con el corto ‘Si me pasara algo, os quiero’, que se llevó el Óscar a mejor cortometraje de animación (este año ‘Robin Robin’ fue nominado, de la factoría Aardman) sin que la propia Netflix pareciera muy interesada. Como tampoco parece muy interesada en promocionar su contenido asiático más allá de ‘El juego del calamar’ y ‘Alice in borderland’: programas como 'Terrace house' y ‘¡Soy mayor!’, dramas coreanos como ‘Está bien no estar bien’ o ‘Love alarm’ esperan que los fans los descubran por sí mismos.
Lo mismo ocurre con el retrato que Fran Lebowitz y Martin Scorsese hacen de la metrópolis estadounidense en ‘Supongamos que Nueva York es una ciudad’ o con ‘¿Dónde está mi cuerpo?’, una de las películas más extrañas y bonitas de los últimos años. ¿Apenas tienes tiempo para sentarte? No hay problema: ‘Bonding’ o ‘The end of the f***ing world’ te ofrecen pequeñas píldoras de genialidad de entre 15 y 20 minutos. ¿Tienes más tiempo? Puedes sumergirte en ‘Dark’, ‘Sense 8’, ‘Godless’ o ‘Please like me’.
¿Lo tuyo es el cine? Sí, conoces las películas oscarizadas y premiadas, pero además de Fincher, Scorsese y Cuarón, para Netflix han trabajado en exclusiva directores de la talla de los hermanos Coen (‘La balada de Buster Scruggs’), los hermanos Safdie (‘Diamantes en bruto’), Paolo Sorrentino (‘Fue la mano de dios’), Jan Komasa (‘Hater’), Paul Greengrass (’22 de julio’), Richard Linklater (‘Apolo 10 1/2’), Guillermo del Toro (‘Pinocho’, próximamente), Soderbergh (‘The laundromat’)… E incluso el mismísimo Paul Thomas Anderson dirigió un corto musical de 15 minutos, ‘Anima’, perdido entre el contenido. Casi nada.
Los contras de los pros
Sí, hay contenido de calidad –le pese a quien le pese-, pero sobre él está el fantasma de las cancelaciones repentinas y de la falta de promoción de todo lo que no sea un bombazo garantizado (sí, Netflix, ya nos hemos enterado de que hay un reality sobre la novia de Cristiano Ronaldo, enséñame algo que me interese, por favor). Y es totalmente cierto. Parece que para evitar la guillotina constante, la empresa va a apostar por miniseries adaptables a más temporadas, como ha hecho con ‘Muñeca rusa’, para evitar repetir errores como el de ‘Insiders’, cuya segunda entrega no saben dónde meter sin que haga mucho ruido. Eso sí, esta solución no evita que los fans de ‘One piece’, después del corte inmediato de ‘Cowboy Bebop’, ya estén mirando al Going Merry con miedo.
No todo lo que hace Netflix es bueno, ni muchísimo menos: tiene, como todos, bodrios terribles, pero el total de la producción no es como muchos lo pintan. No es HBO y hay que rebuscar, machete en mano, como un explorador en la jungla, pero al menos dos veces al mes sacan algo dirigido específicamente a ti. Es su modelo de negocio, y hasta ahora les había funcionado, pero el empobrecimiento de la imagen de marca provocado por decenas de factores (el fomo asfixiante, el hype desmedido, la acumulación de estrenos, la sensación de bajada de calidad, el aumento de los precios…) ha provocado que el tótem inamovible esté empezando a caer.
Francamente, viendo los últimos siete años, sería una pena que Netflix desapareciese, aunque a Elon Musk le moleste. Es cierto que sus virajes para abarcar al mayor tipo de público no han sido siempre acertados, y parece que sus servicios de nuevos proyectos y de cancelaciones los llevaran dos personas totalmente antagónicas, una basada en la creatividad exacerbada y otra en los datos fríos, pero, en el fondo, todos sabemos que el próximo bombazo que nos va a hacer hablar a todos durante semanas está ahí. Y es que, si una cancelación nos duele tanto como estas, es porque el producto original era muy bueno. Dejar ese poso, aunque nos haga daño, también tiene mérito, aunque la herida siga abierta.
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