Voy a ser sincero y no diré que llevo años siendo seguidor del trabajo televisivo de Ana Pastor, a la que sí que tengo por una profesional –y con unas habilidades sin igual para las entrevistas, en especial si tenemos en cuenta el bajo nivel de éstas en la televisión nacional-, pero no por una diosa de la información imparcial, siendo ésta la sensación que dominaba cuando en RTVE decidieron, por decirlo con suavidad, prescindir de sus servicios. Sí que compartí el interés de muchos por saber dónde continuaría su carrera, pero sin en ningún caso volverme loco por ello.
Estaba claro que iba a ser un programa con un contenido claramente informativo y tras su fichaje por Atresmedia, parecía muy complicado pensar en otro opción que no fuera el acabar liderando algún nuevo formato para laSexta. Hace poco menos de un mes que esto se confirmó oficialmente, aunque no fue hasta hace poco más de unas semana que se hizo público que éste iba a llamarse 'El objetivo', teniendo como, valga la redundancia, objetivo aclarar cuánto hay de verdadero o falso en las declaraciones de importantes personalidades de nuestro país, con el ojo especialmente puesto en el mundo de la política. Ayer se emitía la primera entrega de 'El objetivo' y la idea que pasaba por mi cabeza durante su emisión era que estaba presenciando una oportunidad perdida de hacer algo grande.
El momento Évole
Era evidente que laSexta quería aprovechar el indiscutible tirón de ‘Salvados’ al programar al estreno de ‘El objetivo’ justo antes de la emisión del programa comandado por Jordi Évole, pero quisieron explotar esto al máximo con un pequeño careo entre Pastor y Évole antes del arranque de ‘El objetivo’. Una idea a priori muy atractiva que, por fortuna para los espectadores, estuvo a la altura de lo esperado. El intercambio de amigables ataques sobre el comienzo de ambos creó un clima de armonía al mismo tiempo que favorecía la idea de un paso de testigo entre ambos. Puede ser prescindible por el evidente peloteo, pero en ningún caso molesto.
La verdad y "la verdad"
La inclusión de esta célebre escena de ‘Los Simpson’ –qué tiempos aquellos en los que posiblemente alcanzaron unos niveles de genialidad jamás alcanzados por otra serie- obedece a que está claro que los políticos no tienen problemas en retorcer la realidad siempre que sea necesario, pero es más preocupante que haya que entrecomillar las valoraciones de un programa que dice caracterizarse por abordar con total objetividad todos los temas a tratar. Muy discutible eso de que en 'El objetivo' no hay espacio para la opinión.
No tengo problemas en reconocer que desconozco el funcionamiento del Fact Check, pero la superficialidad con la que se utilizó en ‘El objetivo’ es bastante preocupante. El primer detalle es que se utilice a una única persona para abordar cada tema, restando así profundidad a sus análisis por muy pormenorizados que estén, ya que no se puede imponer a la audiencia a un experto, sino que éste tiene que ganarse esa fama a medida que demuestra su credibilidad. Y lo peor de todo es que las conclusiones que quería transmitirnos Ana Pastor tenían un baño de verdad absoluta hacia un daño al programa aun mayor que las chapuceras transiciones entre tema y tema, cuya selección también fue un tanto discutible por la aleatoria relación entre los escogidos.
Otros errores
Dentro del tono de relativa frivolidad que inunda el programa, el punto más bajo de todos, ese en el que me llegué a plantear apagar la televisión y olvidarme para siempre de ‘El objetivo’, fue la aparición de eso denominado como ‘El españolisto’ para referirse al escándalo de los ERES de Andalucía. Una de mis principales quejas hasta entonces es que el programa se estaba centrando demasiado en los indiscutibles errores cometidos por el PP, pero este cambio radical de forma de narrarnos los hechos no roza lo vergonzoso, sino que cae abiertamente en ello. Lamentable intento de alivio cómico.
Ya he comentado que una de las grandes fortalezas de Ana Pastor es lo bien que ésta se desenvuelve en las entrevistas, algo que seguro que explotará en la próxima edición de ‘El objetivo’, pero que aquí se tradujo en lo que parecía más una charla telegrafiada con sus expertos, como si ya tuvieran clara la conclusión a la que querían llegar y no importaba los detalles que tuvieran que sortear. Eso sí, más preocupante aún es que Pastor no desaprovechase ciertas ocasiones para tirar la piedra y luego esconder la mano con la excusa de que ese tema no era propio para el programa. O valiente o cobarde, pero jugar a ambas cosas no.
Pasando ya al plano formal, se notaban los intentos de realización para evitar caer en la monotonía, pero era únicamente en los momentos en los que había que echar mano de la hemeroteca cuando el programa realmente brillaba, algo a lo que también ayudaba una selección musical quizá no del gusto de algunos, pero con la que yo he disfrutado bastante. El problema llega cuando hay que estar fijos en plató, donde los intentos a través de los movimientos de cámara no sirven para tapar sus limitaciones, desde una estética casi más propia de Telecinco hasta la anecdótica presencia de un público que parece que va a dormirse en cualquier momento.
Conclusiones
Está claro que ‘El objetivo’ necesita mejorar, y mucho, pero antes de cometer el error de sepultar a un programa por una sola entrega, casi mejor ir viendo cómo se desenvuelve en el futuro. Recordad si no el cambio radical que ha habido en ‘Salvados’ desde sus comienzos. Eso sí, no se me ocurre casi nada de lo visto ayer se me ocurre que merezcan ser salvadas de la quema, ya que hasta la profesionalidad de Ana Pastor me pareció un tanto cuestionable. Una pena.
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