Todavía recuerdo cuando 'El destino de Júpiter' llegó a los cines. Fue destrozada por la crítica y tampoco interesó demasiado al público, por lo que fue un batacazo en taquilla que perfectamente podría haber acabado con la carrera de las Wachowski. Por suerte, encontraron refugio en Netflix con 'Sense8', pero 'El destino de Júpiter' mantiene una pésima fama que no merece y su llegada a HBO Max en España es una buena oportunidad para reivindicarla.
Con eso no quiero decir que esté a la altura de 'Matrix', la auténtica cima dentro del cine de ciencia ficción de las Wachowski, pero sí que hay cosas que celebrar en 'El destino de Júpiter'. Por ejemplo su preocupación por presentar un universo propio e intentar dotarlo de un look visual llamativo y espectacular. Está claro que eso es más fácil de conseguir con un presupuesto abultado, pero anda que no nos hemos tragado superproducciones que luego eran muy anodinas visualmente.
Luego no tengo problemas en admitir que el guion de la película es mejorable, principalmente por el descontrol que rige durante la mayor parte del metraje. Eso puede llevar a que los espectadores que quieran centrarse en ella como una gran aventura espacial acaben desesperados -aunque alguna escena de acción reseñable sí que hay-, pero, pese a ciertos intentos de darle un toque más trascendental al relato, 'El destino de Júpiter' pronto abraza su lado más disparatado y es ahí donde más brilla.
Dejando la lógica como algo muy secundario, 'El destino de Júpiter' se vuelve entonces un loco pasatiempo en el que lo único que realmente llega a resulta molesto es lo fuera de lugar que está Eddie Redmayne. No es que Mila Kunis o Channing Tatum borden sus papeles, pero al menos sí que encajan mejor en el espectáculo desmadrado que proponen las Wachowski.
El resultado final no es ni mucho menos perfecto, pero sí disfrutable como entretenimiento alocado y con un atractivo acabado visual.
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