Aunque había visto en su momento tres de las cuatro nominadas a Mejor Película en los Goya 2010, no había escrito sobre ellas porque ya mis compañeros de blog habían dado una cobertura completísima sobre ellas. Ahora quizá es momento de retomar la opinión que me merecieron con motivo de los premios más importantes del cine español. Empezaré por ‘Ágora’, que cuenta 13 candidaturas, porque probablemente es la que más posibilidades tiene de ganar a pesar de que es, en mi opinión, la más floja de todas.
Parece que se hubiese convertido en necesario aclarar que no tiene por qué existir una manía previa hacia un director cuando criticas negativamente una de sus películas. No sólo no tengo nada en contra de Alejandro Amenábar, sino que sus primeros films me gustan mucho —aunque sé ver por qué lugares flaquean—. Sólo ‘Mar adentro’ se me antoja cuestionable por lo manipuladora y excesivamente empalagosa que es. Así que no es con animadversión con lo que me acerco a su última película.
Está claro que ‘Ágora’ tiene un buen nivel de producción, es decir, que está bien ambientada y los efectos especiales son correctos. Pero eso no nos sorprendería si no se tratase de una producción española, así que no seamos tan acomplejados de señalar esos aspectos para alabar la película porque en otros países no lo harían. Amenábar no la ha realizado mal, si nos atenemos a eso, pero dirigir va mucho más allá que colocar la cámara y elegir los movimientos.
Si la otra ventaja que se le ha atribuido a ‘Ágora’ es que critica el cristianismo, pues he de responder a eso que no es una afirmación que se pueda hacer tan alegremente. Dibuja a unos personajes ambiciosos y malvados en el bando de los antagonistas —como tantas veces ocurre, mejor retratados que los protagonistas— o a personas con dudas y que se dejan guiar por su necedad. Pero todos ellos podrían ser de cualquier creencia y no es precisamente la religión lo que les mueve a actuar así. Son sus formas de ser, no su forma de pensar ni sus ideas, lo que les impulsan a cometer atrocidades.
A ‘Ágora’ le falta la garra que necesitaría para atraparnos e interesarnos. Se hace larga porque es larga. Pero también se advierte su pesadez escena tras escena, aquejadas todas de un montaje rancio que puede valer para el drama que se escoge casi siempre cuando se hace cine español, pero que no encaja con un film de género. El guión va mostrando los distintos momentos históricos como episodios autoconclusivos sin apenas continuidad. No hace falta estudiar mucha teoría narrativa para saber que esta fórmula impide que el espectador quede pendiente de saber qué ocurrirá a continuación. Los interludios con planos tomados teóricamente desde el espacio, no sólo son feos, sino que terminan de sacarte del fluir argumental si no estabas ya fuera. Aunque los conflictos existen y son graves, no se han sabido transmitir, lo cual es un motivo más de que el resultado tenga muy poca intensidad dramática.
Si a este tipo de films de época siempre se les ha criticado que sean de cartón piedra por alusión a sus decorados baratos, en este caso podríamos hablar del mismo material aunque éste no se hubiese utilizado en un solo forillo, ya que Amenábar ha logrado una cinta vacía y falsa, como el cartón piedra.
Pero lo que más contribuye a esa falta de fuerza narrativa es la ausencia de personajes. Ninguno de los protagonistas goza de un retrato completo y satisfactorio. Pero, paradójicamente, es la propia Hipatia quien peor definida está. No es un personaje, no es una mujer, es una figura, un emblema, un símbolo, un hito histórico… Pero no sabemos qué siente, qué anhela, qué le duele o le hace reír… Rachel Weisz no hace un buen trabajo porque tiene muy poco de lo que partir, a pesar de que es una gran actriz y una mujer muy bella. Y es que esto último también puede suponer un problema, pues la Hipatia de la película es tan perfecta en todos los sentidos, incluido el físico, que no la podemos ver como alguien real. No hay nada peor para un personaje que ser perfecto en todos los sentidos.
En definitiva, ‘Ágora’ es una película que te deja con el cuerpo frío, que puede —a algunos— entretener en el mejor de los casos, y deslumbrar gracias ese orgullo patrio del que parece que carecemos porque muchas películas españolas no consiguen espectadores, pero que en realidad nos embarga y eso se demuestra en ejemplos como éste. Pero es un film que no transmite nada, que se conforma con lograr lo externo y que no va más allá.
La corta visión de los Académicos de Cine de España —permítaseme la generalización, pues ya sé que no ocurre con todos— se demuestra en la poca cantidad de películas que obtienen nominaciones a los Goya, a pesar de que el pasado año se han producido en nuestro país la friolera de 140 títulos, y en que esas pocas candidatas se reparten cantidades inmerecidas de opciones a premios. Parece innegable que la comodidad o la pereza les impide ver todas las películas existentes y, si bien decimos que un espectador medio no pasará de las tres películas españolas al año —por lo tanto, la oferta excede a la demanda de forma desmesurada—, con los que tienen la responsabilidad de votar tampoco podríamos ir mucho más allá. Si gana el Goya a la Mejor Película, se demostrará también en que se hayan dejado deslumbrar por el aparato de producción de ‘Ágora’ y arrastrar por el historial de Amenábar. Un poco de ganas de apoyar la noción de que en esta industria también se pueden hacer superproducciones puede haber también y, de todo ello, es lo único que no reprocharía.
Mi puntuación:
Otra crítica de ‘Ágora’ en Blogdecine | ‘Ágora’, una rotunda equivocación de Amenábar, por Adrián Massanet.
Mis críticas sobre otras películas nominadas a los Goya 2010 | ‘Gordos’, ‘Yo, también’, ‘Los abrazos rotos’, ‘Pagafantas’, ‘Tres días con la familia’, ‘After’, ‘Planet 51’, ‘Slumdog Millionaire’ y ‘REC 2’.
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