Un capítulo más largo de lo habitual dio la bienvenida a la segunda temporada de ‘The Walking Dead’ después de un parón que ha resultado de todo menos tranquilo, con Frank Darabont convertido en fugitivo forzoso de la serie que él mismo ayudó a impulsar.
La duda que quedó en el aire tras el controvertido paso por el CDC y los problemas de producción de la segunda temporada es si ‘The Walking Dead’ sigue siendo una serie viva. Visto este estreno, sí lo es, aunque eso no quiere decir ni mucho menos que sea sobresaliente ni que haya solucionado todos los problemas que tenía.
‘The Walking Dead’: La tensión a pleno día
Si algo ha querido recuperar este primer episodio de temporada ha sido la capacidad para mantener en vilo a sus personajes. Y, desde luego, la ambientación para tratar de hacerlo no ha podido ser mejor: esa autopista cortada por accidente funciona bien y lo hace mejor porque deja muy claro que ese pequeño descanso con el que se inicia la temporada.
Así es ‘The Walking Dead’ y si no lo has hecho, toca asumirlo: sus ritmos son a trompicones, sus personajes también se comportan a veces así, hasta sus soluciones narrativas y sus ambientes parecen descompensados. De esa conversación-resumen con el walkie y el plácido paseo por la carretera pasamos de inmediato a uno de los buenos momentos de la serie (el rebaño en la autopista), pero inmediatamente después cambiamos de nuevo de tono, con la absurda huida de Sophia.
‘The Walking Dead’ va a saltos, pero no quiero decir con ello que cuando más rápidamente avanza, mejor sea. Curiosamente, cuando más disfruta la serie de sí misma es cuando está en plena calma chicha: ahí encaja la grandeza del momento “veamos qué has comido hoy, querido zombie”, que sirve también para remarcar que estamos viendo una serie de terror, y que las normas y las transgresiones serán las del género. También los ridículos (en esta ocasión, la iglesia y los zombies).
Caminar y arrastrarse
Lo importante de esta semana no ha sido solo el primer episodio, sino también el avance que vemos de la temporada. Parece que la idea va a ser contar más cosas o, al menos, más importantes, y eso gustará a quienes crean que ‘The Walking Dead’ está desperdiciando minutos con el beneplácito de sus muchos espectadores. Pero yo no las tengo todas conmigo en que puedan encontrar aquí lo que buscan, ni siquiera con esos cambios.
Siempre se hace referencia al cómic original de Kirkman para poner en evidencia a la serie, pero en lo que se refiere a este problema en concreto, lo cierto es que en papel ya pasaba lo mismo y los arcos argumentales de Kirkman no modulaban la tensión según lo esperado. Había siempre momentos previsibles y vacíos que se acompañaban de latigazos y arreones y no teníamos espacio para lo sutil en nada, ni siquiera en sus personajes.
En cierto modo, ambos ‘The Walking Dead’, serie y cómic, caminan lentamente y sólo en momentos determinados parecen querer atraparte. Pero el peligro está ahí y una vez cazado no hay escapatoria: sólo queda confiar en el buen hacer de los guionistas televisivos para que lo que promete esta segunda temporada sea real y no sólo fruto de una buena selección de momentos intensos.
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